15/3/18

XI JINPING ES MI GRAN HERMANO

Pero uno tendría que ser muy ingenuo para creer que lo que pasa en China se queda en China. Es por esto que aquí en México no podemos bajar la guardia. Un día podríamos despertar con nuestro propio Sistema de Crédito Social Mexicano. Y lo que es peor todavía … ¡controlado por nuestra Secretaría de Gobernación! 


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú
@DelgadoCantu
Para los ciudadanos de México, la libertad es un concepto abstracto que suele encapsularse en la máxima de Don Benito: “el respeto al derecho ajeno es la paz”. Esto significa que podemos hacer prácticamente lo que nos plazca siempre y cuando no afectemos a terceros.

Desgraciadamente, esta certeza sobre la privacidad ha comenzado a erosionarse y fracturarse en el mundo. Oscuras fuerzas emanadas de las tecnologías digitales amenazan el frágil balance entre libertad individual y la intervención del Estado: balance sagrado en toda democracia liberal. 

Al frente de este ataque se encuentra la República Popular de China, donde el gobierno experimenta a nivel nacional con un proyecto a todas luces Orwelliano: el Sistema de Crédito Social (SCS). 


En esencia, el SCS es una operación de espionaje masivo contra cientos de millones de ciudadanos. Por medio del monitoreo de todas sus actividades económicas y sociales, el individuo recibe una calificación generada por un algoritmo; calificación que determina su estatus en la sociedad y le otorgará toda clase de beneficios o castigos.

Debido a las dificultades para establecer un sistema de semejante magnitud en un país de 1,200 millones de personas, el gobierno subcontrató a empresas privadas para idear programas pilotos que servirán como esquema del SCS óptimo. 

Uno de los principales arquitectos de este siniestro prototipo es Alipay, aplicación digital de Ant Financial que a su vez es apéndice del gigante comercial Alibaba Group. Contexto: en 2016 Alibaba se convirtió en la tienda minorista más valiosa del mundo operando en más de 200 países; también es una de las empresas más grandes y redituables en Internet. 

A través de su Sesame Credit, Alipay analiza el comportamiento de sus usuarios y les otorga una calificación de 350 a 950 puntos. Con esa puntuación, determina si un individuo es confiable para recibir un crédito financiero; un problema particularmente agudo en China, donde incluso siendo la segunda potencia económica, su sistema de crédito ha permanecido subdesarrollado. 

La manera en la que se desarrolla esta calificación es una obra de alquimia digital. Según explica la escritora Mara Hvistendahl, Sesame Credit es sólo una de las múltiples aplicaciones dentro del ecosistema de Ali Pay; apps que son utilizadas para realizar toda clase de actividades en Internet y en el mundo real, incluyendo el pago de servicios y productos en supermercados, centros comerciales y tiendas online. 

De esta manera, el algoritmo no sólo toma en cuenta si pagas tus deudas bancarias o tu cuenta de luz a tiempo; también sabe qué tipo de productos consumes, las páginas web que visitas (incluyendo pornografía y tu actividad en redes sociales), el tipo de amigos que tienes y las conversaciones que mantienes con ellos. “Es como si Amazon se hubiera tragado a eBay, Apple News, Groupon, American Express, Citibank, y Youtube, y pudiera absorber tu información personal de todos ellos”, indica Hvistendahl. 

Debido a que utilizar Alipay no es obligatorio (todavía), resulta extraño que alguien quiera formar parte de este perverso experimento social. Sin embargo, los beneficios para los usuarios con buena puntuación suelen ser atractivos. Una calificación alta te permite rentar bicicletas, paraguas, automóviles o cuartos de hoteles sin tener que dejar un depósito, por ejemplo.

De igual manera, tener una calificación baja no sólo elimina esos privilegios, sino que evita que puedas comprar boletos de tren o de avión, enviar a tus hijos a escuelas privadas e incluso podría afectar tus prospectos de trabajo y matrimonio. En pocas palabras, mantener una calificación alta te abre muchas puertas, mientras que una puntuación baja te convierte en la escoria digital de China.

El gobierno alega que su objetivo es crear un ambiente de honestidad generalizado, proporcionando beneficios a los ciudadanos ejemplares y disciplinando a los detractores. Sin embargo, Hvistendahl explica que para el Partido Comunista Chino (PCC) el SCS es realmente “un intento de establecer un autoritarismo más suave y menos visible”, garantizando la obediencia total hacia el Estado.

Como ejemplo de esto, el periodista Yoichi Funabashi explica que aquellos que busquen información crítica del gobierno en Internet o información sobre incidente de 1989 en la plaza Tiananmen sufrirán una reducción de 200 puntos al instante.

La cuestión ya no es si el SCS existirá, sino la ferocidad que tendrá una vez que esté activo. Todo indica que sean en el año 2020 cuando el sistema esté en completa operación. 

A muchos no sorprenderá que el PCC sea el pionero en esta perversa estrategia. Desde que subió al poder en 2012, Xi Jinping ha usado el poder duro y la coerción para controlar a sus ciudadanos. Bajo su mandato, la liberalización política se ha esfumado y el espacio de la sociedad civil se redujo exponencialmente. Ahora busca crear el sistema de seguridad más sofisticado en la historia de la humanidad.

Lo peor de esto es que son los ciudadanos los que ayudan a establecer esta nueva servitud Orwelliana. Al otorgar su información privada de manera voluntaria a grandes corporaciones transnacionales, colocan la piedra angular de su futura prisión digital.

Pero uno tendría que ser muy ingenuo para creer que lo que pasa en China se queda en China. Es por esto que aquí en México no podemos bajar la guardia. Un día podríamos despertar con nuestro propio Sistema de Crédito Social Mexicano. Y lo que es peor todavía … ¡controlado por nuestra Secretaría de Gobernación! 

¡Dios nos libre!

Publicado originalmente en Revista Líder México

15/12/17

¿SUEÑAN LOS ANDROIDES CON ORGASMOS ELÉCTRICOS?

¿Qué pasará con las relaciones interpersonales? Uno podría esperar que un par de pervertidos se obsesionen con sus robots y decidan nunca más salir de casa. ¿Pero podríamos decir lo mismo para la mayoría de la sociedad?


“Mi objetivo principal es ser una buena compañera y darte placer y bienestar. Sobre todas las cosas, quiero convertirme en la mujer que siempre has soñado”.
-Harmony

Lo anterior no fue dicho en una noche de bodas o en una cena romántica. Esta declaración fue formulada en una bodega en San Marcos, California, donde la empresa Abyss Creations fabrica un producto que definirá el futuro de la humanidad: el nacimiento comercial de los androides sexuales.

Porque no queda duda: la aparición de los robots sexuales está prácticamente garantizada y será una realidad para finales del 2017.

Por lo tanto, es necesario comenzar a reflexionar sobre el inicio de esta nueva era. Porque estoy seguro que “robots sexuales” no aparece entre las prioridades de ustedes (bueno… quizá de algunos) al momento de despertar.

Pero basta tomar un breve momento para pensar en las implicaciones de esta irrupción: 
¿Qué significa la llegada de los robots sexuales?

Antes de intentar una respuesta, dejen que les comente que no hablamos de esas ridículas muñecas de plástico -ojos saltones, bocas abiertas, tosquedad ridícula- que seguro han visto en la televisión.

No, no... aquí hablamos de androides hechos con silicona de primera calidad y que más allá de tener movimientos naturales (los necesarios para hacer la chamba requerida) tienen una inteligencia artificial aparentemente admirable; capaces de memorizar detalles de tu vida, gustos y perversiones, sonetos de Shakespeare, contar chistes, entre otras monerías. Estamos ante el pórtico de un mundo donde verdaderos robots humanoides cumplirán tus perversiones y podrán convivir contigo.

Entonces… ¿Cuáles son las consecuencias de esto?



La problemática que surgirá al instante en la mente de muchos será algo relacionado a la misoginia. Se argumentará que estos robots sólo perpetúan y acentúan la cosificación de la mujer (o el cuerpo de la mujer) convirtiéndolo -ahora sí, literalmente- en un objeto sexual.

¿Será esto verdad? Sin duda resulta sencillo imaginar escenarios distópicos sobre este tema.

Seguramente habrá personas que formulen las ideas más horribles a partir de su “dominación” de un robot sexual; aunque otros posiblemente puedan liberar deseos reprimidos y evitar así llevarlos a la vía pública, disminuyendo el acoso y los crímenes sexuales. De igual manera, otros (la mayoría, quiero imaginar) simplemente utilizarán a su robot sexual de manera esporádica, sin que esto tenga consecuencias en sus vidas o en la de terceros.

¿Qué pasará entonces con las relaciones interpersonales? En esta temática, uno podría esperar que un par de pervertidos se obsesionen con sus robots y decidan nunca más salir de casa. ¿Pero podríamos decir lo mismo para la mayoría de la sociedad?

Difícilmente… pues sería montarnos en los mismos miedos que han acompañado al surgimiento de todo tipo de tecnologías del entretenimiento, desde los videojuegos, el Internet o la realidad virtual. Siempre habrá personas intensas y otros tantos más que sean moderados.

¿Cuál es entonces la mayor problemática?

Quizá sea -como menciona la periodista Jenny Kleeman en The Guardian- las consecuencias de poder “adquirir” una relación completamente egoísta: de dar un paso más hacia la gratificación instantánea de nuestros deseos, nuestros caprichos y nuestros apetitos.

Pero seamos honestos… ¿No vivimos ya en un mundo de éste tipo?

¿Qué más decadentes nos podría volver un androide sexual?

19/11/17

BIENVENIDOS A LA MÁQUINA

Mi pesimismo me dice que debemos prepararnos -no sólo para perder nuestros empleos- sino para enfrentar el cataclismo social causado por la irrupción de la Inteligencia Artificial.

Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

El liberalismo agoniza. Y para estas alturas del juego, ya todos conocemos a los espectros que lo acechan, lo erosionan y lo consumen: la irresponsabilidad de Trump; el nativismo de Farage; la xenofobia de Le Pen; el racismo de Wilders; el militarismo de Putin...

Las causas que llevan a las sociedad a energizar a estos personajes son múltiples: sí es parte racismo, sí es parte xenofobia, sí es parte desconfianza hacia el sistema político. Pero quizá los factores económicos sean la piedra fundacional. No sólo hablamos de la paupérrima recuperación económica tras la calamitosa crisis del 2008, sino del temor que causa la globalización y la dislocación de los empleos a nivel mundial.

Pero los fantasmas que todos temen son inexistentes en su mayoría. Porque aún cuando se encaucen los miedos hacia México, China o los migrantes, en ninguno de estos lugares está la respuesta.

¿Qué es lo que sucede?


Simple y llanamente es que el capitalismo ha optado por las máquinas sobre los trabajadores. El Center for Business and Economic Research señala que entre el año 2000 y el 2010, Estados Unidos perdió cerca de 5.6 millones de empleos manufactureros. Pero el 85% de estas pérdidas son atribuibles a los cambios en la tecnología -particularmente la automatización- y no al comercio internacional, migrantes o cualquier otra excusa populista.

Con el problema detectado podría creerse –de manera incorrecta- que existen soluciones simples.
Pero la realidad es distinta, y todo indica que este problema sólo va a empeorar en el futuro. Si hasta ahora la automatización ha sido la principal causa de la desaparición de empleos -y por consiguiente de la creación de fuerzas sociales que perturban la salud de las democracias liberales- ¿Qué sucederá cuando la automatización se vuelva exponencial a causa de la inteligencia artificial?

Un informe del McKinsey Global Institute (2017) señala que tan sólo en México, más de 25 millones de empleos podrían ser sustituidos por robots en las próximas décadas, cifra que representa el 52% de los empleos totales. En Estados Unidos cerca de 60 millones de empleos (45%); en Japón 35.6 millones (55.7%), en Brasil 53.7 millones (50%), y así sucesivamente.

Las voces moderadas pedirán calma y McKinsey les daría algo de razón: la masacre de empleo sucederá en el mediano plazo, quizás para el 2035 o el 2055, indican. Los cínicos podrán decir que los empleos que se pierden no afectarán a las humanidades o las ciencias sociales; áreas del conocimiento que requieren de creatividad, imaginación y racionalidad humana.

Pero recordemos que hace dos meses la inteligencia artificial (IA) de Google Translate logró dominar el lenguaje humano en decenas de idiomas, haciendo a los traductores e intérpretes algo prácticamente obsoleto. Cuando una máquina domina el lenguaje, ya nada parece estar seguro.

Mi pesimismo me dice que debemos prepararnos -no sólo para perder nuestros empleos- sino para enfrentar el cataclismo social causado por la irrupción de la IA. Si la entrada de Uber causó protestas en múltiples ciudades... ¿Se imaginan qué pasará cuando todo el servicio de transporte prescinda de millones de conductores humanos?

Al no haber respuesta a la vista, sólo queda remitirnos a esa gran canción de Pink Floyd, aquella que lleva por título: “Welcome to the Machine”.

Publicado originalmente en Vértigo

14/5/17

CUANDO LA MÚSICA SE TERMINA...

Argentina en Alcohólicos Anónimos abraza ahora a la derecha capitalista. Brasil corrió a patadas a la señora Dilma por despilfarrar la riqueza de la casa. Ecuador se libra de Correa, su proxeneta por más 10 años; Venezuela –en estado catatónico- no sale de cuidados intensivos. Bolivia se divorcia de Evo; e incluso Cuba, el veterano de la fiesta, se encuentra ahora en negro luto. ¿Y México?


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú


Existen ciertas imágenes que invariablemente nos remiten a México. Las más populares quizá sean también las más ridículas: nos pintan como ranchero con zarape durmiendo a la sombra de un nopal; también como gordos bigotones portando sombrero charro y siempre empistolados.

Para si tenemos cierta vanidad cultural, las imágenes presentadas nos deberían obligar a replantearnos la imagen que damos al exterior.

Nadie duda que en los últimos años hemos avanzado en nuestra eterna búsqueda por ser uno entre iguales con los países que conforman el club VIP. Nuestra capital presume zonas que podrían ser la envidia de cualquier ciudad europea. La “modernidad” se expande gradualmente y transforma el paisaje.

¿Pero qué de nuestra imagen? ¿Hemos logrado eludir nuestra trágica caricatura histórica? ¿Por fin seremos reconocidos por nuestros ídolos históricos del Norte? ¿O por los europeos que un día tanto emulamos?


Si somos honestos, podemos ver que ya hemos dejado atrás los zarapes y los trajes charros. Pero el nuevo personaje que surge está lejos de ser halagador: para algunos somos los narcos del mundo; y para otros –menos macabro, aunque no menos vulgar- somos el borracho del planeta.

Enfoquemos nuestra atención al segundo personaje. Quizá para algunos la nueva identidad de beodos globales incluso no sean tan mala. Nos gusta echar relajo a deshoras y ser los últimos en irnos de la fiesta.

Entre más nos identificamos a este personaje, más parecería que como sociedad navegamos por rumbos similares en el ámbito político e ideológico. Como buenos borrachos trasnochados, nos tambaleamos rumbo a una fiesta que terminó hace mucho tiempo. Una fiesta donde incluso los anfitriones ya se fueron a dormir.

"¡Pero no le hace! ¡La parranda debe de seguir!", decimos abrazados de un farol.

Hago esta analogía para hablar del nuevo socialismo latinoamericano. Un bacanal que despilfarró tanto dinero como retórica. Un dispendio de populismo que inició en casa del un loco llamado Hugo Chávez y que terminó por involucrar a toda la vecindad sudamericana.

 Pero esa fiesta terminó. Los cohetes se tronaron. El petróleo se bebió hasta reventar. Las orgías ideológicas se realizaron para deleite y placer de muchos de muchos.

Ahora vemos la resaca económica y política que cae como peste negra. Algunos países moribundos yacen pálidos en la sabanas y pampas sudamericanas.

Argentina en Alcohólicos Anónimos abraza ahora a la derecha capitalista. Brasil corrió a patadas a la señora Dilma por despilfarrar la riqueza de la casa. Ecuador se libra de Correa, su proxeneta por más 10 años; Venezuela –en estado catatónico- no sale de cuidados intensivos. Bolivia se divorcia de Evo; e incluso Cuba, el veterano de la fiesta, se encuentra ahora en negro luto.

Pero el mexicano no acepta la evidencia frente a sus ojos. Mientras allá recogen los platos rotos, aquí apenas destapamos el mezcal. Y quizá con la garganta caliente de tanto trago demagógico, de entequiladas promesas idílicas y de paraísos terrenales aguardientosos, nos encaminamos hacia el 2018 -con la frente en alto- decididos a cumplir con nuestro ineludible "destino" populista.

Queridos amigos, lamento decirles que la fiesta ya acabó. Y haríamos bien en seguir las palabras del poeta Morrison, quien en su momento dijo sabiamente: "cuando la música se termina, apaga las luces".


Apareció originalmente en Vértigo

8/4/17

EL CHISME DE LA DÉCADA

La vida puede ser amable por momentos y de vez en cuando la diosa Fortuna nos sonríe. Porque en las últimas semanas, hemos sido testigos de lo que podría ser el chisme de la década.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú


Para todos los que somos nerds de la política internacional, ciertos placeres superfluos y mundanos han sido eternamente negados. En particular las diversiones frívolas que cautivan a millones de personas, producto de los chismes que hierven en el mundo de la farándula y el espectáculo.

Pregúntenme de la última controversia de las Kardashian y no sabría ni decirles cuántas Kardashians existen, ni a qué fregados se dedican. Saquen a tema a la güerita esa de Taylor Swift y mi mente se convierte en ruido blanco. Incluso gente como Beyoncé me es ajena; no tengo ni las más remota idea de su vida, sus amores o sus broncas.

Pero la vida puede ser amable por momentos y de vez en cuando la diosa Fortuna nos sonríe. Porque en las últimas semanas, hemos sido testigos de lo que podría ser el chisme de la década:

¡Donald Trump y Stephen Bannon se van a divorciar!

La noticia cayó como bomba en todos los periódicos: Bannon fue corrido a patadas del Consejo de Seguridad Nacional y parece que su influencia con el presidente cada día se ve más mermada. El pobre Steve ha sido ninguneado, vejado y avergonzado.

“¿Quién pudo causar esto?”, se preguntarán. Pues como en toda historia de farándula, aquí también hay un triángulo de amor; un tercero en discordia. En este caso se trata de un muchachito de 36 años que vino a robarse los amores y las miradas a Mr. Trump. Me refiero al galán Jared Kushner, socialité neoyorquino, liberal en sus políticas y esposo de la guapa Ivanka Trump.



El desplazamiento en la cama presidencial y el enorme poder que acumula Jared es evidente. Donald lo ha puesto al frente de la diplomacia con China; la relación bilateral con México; lograr la paz entre Israel y Palestina; revisar la estrategia contra ISIS; reformar el sistema de justicia penal; y liderar la oficina de Innovación Americana, que se encarga de reformar el sistema de cuidado a los veteranos de guerra, enfrentar la epidemia de opiáceos, y reformar la totalidad del gobierno federal.

Un par de encarguitos nomás, como pueden ver.

Lo mejor para nosotros será que podremos ver en tiempo real el horrible desenlace de este divorcio, porque nadie espera que Bannon se vaya por las buenas y sin hacer un relajo.

Porque finalmente Steve creyó ser el incondicional de Trump, su único amor que haría de su retorcido nacionalismo-racial la ley en toda América. Kushner, en cambio, es un millonario que en su momento apoyó al partido Demócrata. Y mientras el primero habla de una apocalíptica guerra entre el Islam y el Cristianismo, el segundo prefiere viajar en jet privado a Aspen para esquiar.

De salir victorioso Kushner –y todo indica que así será- el mundo se estaría librando de la amenaza tóxica que representaba Bannon, tanto para el gobierno Imperial, la estabilidad económica global, y la permanencia de la civilización Occidental.

Pero este final dejaría un sentimiento anticlimático. Porque la nueva presidencia eliminaría aquellas amenazas xenófobas, racistas y ultra-nacionalistas que hacían de Trump ese espectáculo tan adictivo.
Así, finalmente será evidente el fiasco que representó Donald. Un simple show de burlesque de bajo presupuesto, adornado con su megalomanía narcisista, quizás algo sociópata, pero más bien enfocado a mostrarnos todos los orgullos de su nepotismo.

Y yo, señores, no compré ningún boleto para esa película.

2/4/17

¡COMPÁRTEME ÉSTA!

De manera más extraña, nos hemos adaptado también al surgimiento de una nueva “economía compartida” ("sharing economy" la llaman los gringos); un modelo novedoso de supervivencia que se sustenta con un sinfín de aplicaciones digitales, la mayoría enfocadas a poner en renta nuestro tiempo o propiedad para ganar unos pesos.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

El periodista Martin Wolf recientemente escribió que si queremos mantener la legitimidad de los sistemas democráticos en el mundo, la política económica debe entonces orientarse a promover los intereses de las mayorías y no de unos pocos. De fracasar en este propósito, la base de nuestro orden político colapsará.

Pero... ¿qué no es esto lo que vivimos actualmente? ¿No estamos ya frente al fracaso neoliberal y vemos -de hecho- sus consecuencias en la forma de un espectro populista que recorre Occidente?

Sería imposible defender la racionalidad del modelo neoliberal en el siglo XXI, porque en realidad habitamos ya en un mundo post-neoliberal; o mejor dicho, en un mundo post-avaricia.

Una estrafalaria y decadente desigualdad barniza la estructura de este modelo económico a nivel global; una desigualdad que es aceptada por muchos, incluso por aquellos que están siendo arruinados por el propio sistema.



Es un hecho conocido que dentro de la OCDE, los mexicanos son quienes más horas trabajan a la semana, aunque ganan los salarios más bajos. Pero en vez de indignarnos por esta farsa, algo extraño sucede. Hemos decidido adaptarnos. ¿Adaptarnos a qué? Pues a la nueva realidad que incluye puestos laborales con títulos como "pasante" y "practicante", los cuales condenan a trabajadores adultos a remar en las galeras del mundo corporativo sin recibir siquiera un salario. 

De manera más extraña, nos hemos adaptado también al surgimiento de una nueva “economía compartida” ("sharing economy" la llaman los gringos); un modelo novedoso de supervivencia que se sustenta con un sinfín de aplicaciones digitales, la mayoría enfocadas a poner en renta nuestro tiempo o propiedad para ganar unos pesos.

El problema de fondo es que prácticamente ninguno de estos “empleos del futuro” permiten una vida digna. ¿Prestaciones de ley? ¡Hasta creen! ¿Seguro médico? ¡Lo que nos faltaba!

Este modelo se nos vende como el nuevo gran paradigma económico, aunque la realidad parece ser sólo las migajas del antiguo sistema. Nos dicen que podemos ser “emprendedores flexibles”, o que podemos “tener control de nuestro tiempo”. Pero detrás de la propaganda de “conéctate, diviértete y logra tus sueños” se esconde una realidad ineludible: el nuevo héroe post-neoliberal debe glorificar su propia explotación, trabajando más tiempo para ganar menos dinero que antes.

Volviendo a la hipótesis de Martin Wolf, podemos ver que históricamente un incremento compartido en salarios reales jugó un papel fundamental en la legitimación del capitalismo y logró la estabilidad democrática. Hoy, sin embargo, el modelo capitalista enfrenta numerosos retos para generar mejorías en la prosperidad. 

Dice el analista político (y comediante) Bill Maher que el daño en realidad nos lo hicimos nosotros mismos. Compramos la idea de que la avaricia era buena e incluso necesaria para ganar en este juego: reemplazamos a trabajadores con robots, explotamos a los “pasantes” en las empresas y decidimos depender del trabajo de esclavitud para hacer nuestros productos.  

De esta manera, un día nos despertamos y ya teníamos frente a nosotros una economía compartida “donde lo único que no se comparte son las ganancias”. Muy curioso, dice Maher, que por alguna razón todos se olvidaron de crear una aplicación para eso.

Bastante conveniente, ¿no creen?

5/2/17

EL RINOCERONTE CALVO

La técnica utilizada por Vladislav Surkov para manipular a la sociedad consiste en minar la percepción que se tiene de la realidad; creando toda clase de contradicciones para que las personas nunca conozcan que ocurre realmente.



Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

Las "noticias falsas" fueron cosa de niños. Ahora vivimos en plena paranoia Orwelliana con el nacimiento de los "hechos alternativos" (Conway dixit).

Numerosos analistas comentaron (me incluyo) que si algo murió en la campaña de Donald Trump y ahora en su presidencia, fue la Verdad.

Pero no nos enmarañemos en discusiones epistemológicas o axiológicas de conceptos como “la verdad”. Conviene mejor dedicarnos a analizar la estrategia detrás de las acciones de Trump.

Ya sabemos que estamos frente a un hombre ególatra y narcisista. Algo sin parangón en la democracia estadounidense a la hora de mentir y tergiversar los datos.

Pero como escribía Héctor Aguilar Camín: "Trump: puede estar loco, pero hay método en su locura."

Para comprender el método, recurro al documentalista Adam Curtis, quien habla en su más reciente obra ("HyperNormalisation") sobre un siniestro personaje: Vladislav Surkov, hombre de confianza y asesor del presidente Vladimir Putin por más de 15 años. De acuerdo con Curtis, una técnica utilizada por Surkov para manipular a la sociedad consiste en minar la percepción que se tiene de la realidad; creando toda clase de contradicciones para que las personas nunca conozcan que ocurre realmente.

Curtis lo describe al decir que Surkov transformó a la política rusa en un “desconcertante y siempre cambiante escenario de teatro”.

Como ejemplo de esto, indica que Surkov solía apoyar en público a grupos neo-nazis, defensores de derechos humanos e incluso partidos opositores de Putin, dejando así a la sociedad (y a los opositores del régimen) sin saber dónde estaban realmente los intereses del Kremlin. Instauró así una realidad líquida y camaleónica, una estrategia de poder que dejaba a cualquier miembro de la oposición en constante confusión. Y aquí donde radica la genialidad de su estrategia: pues cuando la realidad se vuelve imposible de definir, se convierte también en algo imposible de combatir.


Algo similar hace Trump. Al inventarse una personalidad caleidoscópica, un día puede relacionarse con supremacistas blancos y otro con judíos conservadores. En el mismo enunciado desmantela al TLCAN y deporta a millones, pero siempre deseando que México sea un país amigo y próspero.

Con esta personalidad maleable que varía según la audiencia, Trump oscila entre dos –o más- realidades y abraza la contradicción. El problema es que nosotros quedamos presos en sus contradicciones: paralizados de actuar al no saber si la bestia está de nuestro lado o más bien se prepara para destrozarnos.

Más terrorífico es que esta táctica corroe y erosiona al corazón mismo de las democracias. Lo menciona la periodista Brooke Gladstone: "si cada individuo elige ahora su propia realidad y la democracia depende de generar consensos… ¿Qué tipo de democracia nos queda?"

Yo diría que una democracia simulada, donde el Gran Orangután es rey y bufón; juez y verdugo al mismo tiempo.

Por lo tanto, es nuestro deber como audiencia negarle a Trump su puesta en escena y mantener nuestra atención en la verdad y los hechos.

De otra forma, seremos simples espectadores en un teatro del absurdo llevado a su extremo más grotesco (y peligroso). Una obra digna de haber sido escrita por Eugène Ionesco, aunque ahora el guión se escriba en la Casa Blanca y lleve por título (¡por qué no!): "El Rinoceronte Calvo".

22/1/17

LA DICTADURA ES UN SUSPIRO

Ninguna dictadura se establece prometiendo aplastar los derechos de sus ciudadanos. Aparecen cuando nos damos por vencidos y dejamos de creer en los valores democráticos.



Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

¿Qué es lo primero que nos viene a la mente al hablar de una dictadura?

Algunos seguro imaginarán escenas tétricas de los campos de concentración del Querido Líder Kim Jong Un; o quizás una tarde helada en los Gulags del camarada Stalin, o por qué no... un domingo cualquiera en la Rumania de Nicolae Ceausescu.

Porque hablar de dictaduras es describir un sistema a todas luces horripilante. Un mundo donde el ejército ronda por las calles matando disidentes, donde pandillas de matones golpean a opositores y destruyen comercios, o donde el único freno al terror del Gran Jefe es el propio límite de su crueldad o su capricho. Pa’ pronto –así dicen algunos- un sistema dantesco e insoportable.

¿Estamos de acuerdo, verdad?

Pues según el académico Thomas Pepinsky, pensar de esta manera sobre las dictaduras o el autoritarismo no sólo es un error conceptual, sino un peligro para cualquier democracia.

Pepinsky argumenta que esta visión del autoritarismo es una fantasía ideada por los norteamericanos para avalar (y contrastar) a su propio sistema político con cualquiera que ellos consideren ajeno a sus "valores". Porque la realidad es que las dictaduras del presente son completamente distintas a las descritas anteriormente. En casi todas ellas el ejército está en sus barricas, la prensa funciona con algo de libertad y los civiles despiertan para ir a trabajar, se quejan del gobierno por fallas en los servicios públicos y regresan a cenar con sus familias.

Los regímenes terroríficos descritos antes son más bien de corte totalitario, que han sido la excepción en la historia moderna.

En su argumento, Pepinsky indica que la gran mayoría de las personas pueden tolerar perfectamente la vida en una dictadura (de hecho, aquí en México lo hicimos por casi todo el siglo XX). Pues al vivir en un mundo complejo, la población tiene preocupaciones más allá de cómo son gobernados: deben alimentar a sus familiar, educar a sus hijos, avanzar en su trabajo... todos objetivos realizables en países no-democrático.


Todo esto viene al caso porque a menos de que ocurra algún evento cataclísimico, usted estará leyendo esto a pocos días de que Donald Trump haya sido ungido como presidente de los Estados Unidos.

Todos tenemos una idea de los peligros que este hombre representa. ¿Pero podemos hablar del fin de la democracia estadounidense y el inicio de una dictadura?

Muchos argumentarán que no existe tal peligro, pues las instituciones del Imperio Yankee han sobrevivido eventos más turbulentos.

Aunque esto podría ser verdad, si seguimos la línea de pensamiento de Pepinsky, veremos que la democracia norteamericana sí pende de un hilo.

Porque nuestro citado académico argumenta que las democracias no terminan con una “explosión” o un evento apocalíptico, sino que van erosionándose cuando las personas comienzan a perder la fe en ellas, cuando saben que cualquier votación rara vez conlleva un cambio real en la política, y cuando están dispuestos a canjear algunos derechos por cualquier proyección de orden.

De aquí la principal razón para tener pánico. Porque ninguna dictadura se establece prometiendo aplastar los derechos de sus ciudadanos. Aparecen cuando nos damos por vencidos y dejamos de creer en los valores democráticos.

Las dictaduras aparecen entre los suspiros de una población.

20/1/17

AZNOTICIAS - ANÁLISIS DE LA CEREMONIA PRESIDENCIAL DE DONALD TRUMP

ANÁLISIS DE LA CEREMONIA PRESIDENCIAL DE DONALD TRUMP

Fecha de transmisión original: 20/01/2017

AzNoticias; TV Azteca


8/1/17

HERE COMES THE SUN


Levante la mano quien crea que el 2016 fue el año más jodido de la historia reciente.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú


Levante la mano quien crea que el 2016 fue el año más jodido de la historia reciente.

Para mí, basta con recordar la muerte de David Bowie a escasos diez días de iniciar del año para dar rienda suelta a mi letanía de agravios, quejas e insultos: qué si el mentado Brexit; que si Donald Trump; que si el populismo en Europa; que si el interminable estancamiento económico; que si la guerra en Siria; que si los muertos de Peña ya son más que los de Calderón…

No conforme con fregarnos la vida, el 2016 decidió llevarse también a Leonard Cohen en noviembre; y para cuando Greg Lake abandonó a los vivos al mes siguiente, estaba yo en estado catatónico que ni siquiera me percaté.

Para empeorar la situación, analistas políticos nos advirtieron que si sufrimos durante los últimos 12 meses, pues más valía amarrarse fuerte al mástil del barco, porque todo indicaba que los siguientes 12 podrían ser peor. Digo... sólo consideren el tremendo reto que será tolerar -y sobrevivir- al primer año de Trump.

¿Pero es correcto pensar de esta manera? ¿Podemos justificar nuestro pesimismo con los argumentos que les he dado (y que conste que ofrecí sólo una pequeña muestra)?


Pues no, y quiero argumentar que hemos vivido en el error. Porque claro que la muerte o el auge de Bowie, Cohen, Prince, Trump, Farange, Le Pen, Bannon y Putin podrán deprimirnos y arruinarnos la existencia cotidiana. Pero al ver más allá de nuestras narices podemos argumentar que –de hecho- la humanidad ha tenido su mejor año durante el 2016 y que todo apunta a que el 2017 será todavía mejor.

¿No me creen?

Recurramos entonces a un reciente artículo de Nicholas Kristof en The New York Times para ver de lo que hablo. Porque mientras aquí nos preocupamos por los tweets de Donald Trump o por el Nuevo Modelo Educativo de la SEP, cada día unas 250,000 personas en el mundo logran escapar de la pobreza extrema (lo dice el Banco Mundial).

¿Quieren más buenas noticias? Pues entonces consideren que si a comienzos de 1980 más del 40% de los humanos vivían en pobreza extrema, para el 2016 la cifra cayó por debajo del 10%, y todo apunta a que en el 2030 ya andaremos por ahí del 3 o 4%.

Argumenta Kristof: “Por casi toda la historia de la humanidad, la extrema pobreza ha sido la condición estándar de nuestra especie, y ahora, durante nuestra vida, prácticamente la hemos eliminado. Esta es una transformación asombrosa y sin lugar a dudas es lo más importante que está sucediendo actualmente en el mundo–sin importar cuáles sean las noticias que salen de Washington”.

 Claro que persisten otras tragedias (epidemias, hambrunas), pero incluso algunas preocupaciones como la rampante desigualdad están mal enfocadas. Porque sí, es verdad que ocho pelados controlan la misma riqueza que los 3,600 millones de personas más pobres del mundo. Pero el panorama amplio nos muestra que la desigualdad global se está reduciendo, todo por los cientos de millones de personas que escaparon de la pobreza en China e India.

Obviamente nada de esto evitará que caiga en la amargura de vez en cuando. Pero entre todo este relajo, de pronto tenemos que dejar de vernos el ombligo y acordarnos de aquella canción que decía: "Here comes the sun". Porque recuerden, a esta misma hora mañana habrá 250,000 menos personas viviendo en pobreza extrema; y esto, cómo diría el buen Harrison: "it's alright".


Apareció originalmente en Vértigo

¡DIOS NOS LIBRE!

Nuestro problema como civilización es que no hemos creado un paradigma similar al religioso: un programa filosófico secular que supla la ausencia de significado y genere una idea cohesiva sobre la cual podamos identificarnos.



Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

Durante años he sido un ateo irredento, y entre el catálogo de ideas que sostengo creo que la separación entre el Estado y la Iglesia es una de las acciones más importantes que Occidente ha tomado para entrar a la Modernidad.

No argumento que la secularización o el ateísmo generan en automático una sociedad más justa o noble; sino que la religión tiende a radicalizar a las personas, las encierra en ideologías herméticas, las ata a preconcepciones emanadas de autoridades divinas, y genera un rechazo hacia los avances científicos, más si estos contradicen sus dogmas religiosos.

La hipótesis es que entre más secularismo, mayor racionalidad; o entre menos religión, menos oscurantismo.

Pero este proyecto no considera un elemento intrínseco de los humanos: la necesidad de orden y sentido.

Para millones de personas, la religión ofrece precisamente esto: la certeza de que una autoridad superior ha preestablecido significado, destino y trascendencia en su existencia. Y al quitar el factor religioso, millones de personas parecen buscar nuevas fuentes de autoridad que les brinden lo que antes la divinidad les otorgaba.

Y esto tiene consecuencias...


El académico Shadi Hamid argumenta que la victoria de Trump y el auge del neo-fascismo en Europa es consecuencia directa de este proceso. Para Hamid, estos programas ideológicos incluso presentan similitudes con el espectro del Islamismo radical que recorre al Medio Oriente y otras latitudes.

Sea ya el tribalismo racial en EE.UU o el etno-nacionalismo europeo, para Hamid hay un hilo conector: "una sacudida en la búsqueda de significado político" que surge cuando las ideologías contemporáneas (neo-liberalismo, globalización...) fracasan al no brindar certeza, orden o significado a las personas. Ante este vacío, se busca un modelo de política que ya no tiene como prioridad mejorar la calidad de vida, sino dirigir la energía de una sociedad hacia un objetivo moral, filosófico o ideológico.

¿Suena familiar?

Para salir de este laberinto no necesitamos un retorno a la religión o una dosis más alta de devoción. Ya hemos visto las consecuencias de esto con el neo-Islamismo  y la nueva generación de jóvenes radicales y ultra-violentos.

Nuestro problema como civilización es que no hemos creado un paradigma similar al religioso: un programa filosófico secular que supla la ausencia de significado y genere una idea cohesiva sobre la cual podamos identificarnos.

Porque los economistas podrán hablar del PIB y el presidente de reformas estructurales, pero ninguna de estas ideas tiene la fuerza suficiente para dar cohesión y brindar propósito a la existencia de millones de personas.

Más bien, la salida de este laberinto debe emanar de lo que nos hace intrínsecamente humanos: la inteligencia. Porque cuando vemos los grandes avances científicos: en medicina, en la exploración (y posible colonización) del Cosmos o en inteligencia artificial, por mencionar algunos, nos enfrentamos a algo que nos supera como individuos y que puede darnos un significado más alto como especie. Entender que no importan los vicios que aún perduran, pues nuestra especie puede alcanzar nuevas alturas en conocimiento.

Eso sí... más vale que alguien se apresure en formular un programa ideológico de este tipo, porque el 2017 inicia con el horizonte atiborrado de oscuridad.

16/12/16

LA DIPLOMÁTICA - RECUENTO DEL 2016: UN AÑO DE SORPRESAS Y CAOS

LA DIPLOMÁTICA - RECUENTO DEL 2016: UN AÑO DE SORPRESAS Y CAOS

Fecha de transmisión original: 16/12/2016

La Diplomática - Sección del noticiero "Primera Línea" con Vaitiare Mateos y Juan Pablo Delgado
(12:00 PM por AzNoticias; TV Azteca)


11/12/16

¡AY CRISTO, MIS CHOCHOS!

La inmensa mayoría de las promesas que venden los productos homeopáticos “no están basadas en métodos científicos modernos y no son aceptadas por expertos médicos actuales”.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

“Los hechos son una cosa muy terca”, dijo John Adams durante el juicio de los soldados británicos acusados en la Masacre de Boston, “y no importa cuáles sean nuestros deseos, nuestras inclinaciones o los designios de nuestra pasión: nada de esto puede alterar el estado de la evidencia y los hechos”, añadió.

¡Ah claro, los hechos! Qué cosas tan bellas serían si no fuéramos nosotros igual de tercos con nuestras pasiones y deseos.

Porque incluso si la evidencia nos grita directamente a la cara, nos toma de los hombros y nos sacude, aun así es complicado dejar de lado el engaño y caer en los brazos de la racionalidad.

Hablo ahora de las tibias reacciones que causó uno de los mayores triunfos de la medicina en los últimos años. ¿A qué me refiero? Pues a que hace un par de días la Comisión Federal de Comercio (CFC) de Estados Unidos arremetió públicamente contra la homeopatía indicando que “la inmensa mayoría” de las promesas que venden los productos homeopáticos “no están basadas en métodos científicos modernos y no son aceptadas por expertos médicos actuales”.

Y sentencia con autoridad: a partir de ahora, los seudomedicamentos de esta estirpe tendrán que informar a los consumidores que “no hay evidencias científicas de que el producto funciona y que las indicaciones alegadas se basan únicamente en teorías de la homeopatía del siglo XVIII”.

¡Ya se habían tardado! Porque la base de la homeopatía es tan extravagante y tan poco científica, que no se requiere de un título en Medicina o un intelecto muy alto para poder refutar sus aseveraciones.

fuente: LiveScience
Por si no están enterados, esta charlatanería asevera que lo “similar cura a lo similar” y que entre menos sustancia activa contenga su “medicamento” mayor será su efecto en el paciente. ¡Mira nada más!

La periodista Lila MacLellan nos ofrece un ejemplo de esto en acción: si una persona busca curar su problema de ansiedad, es posible que un “médico” homeopático le prescriba una minúscula dosis de arsénico, ya que en teoría el arsénico causa ansiedad en sus víctimas envenenadas, por lo que aliviaría los mismos síntomas en una fórmula homeopática.

¡Arsénico en pleno siglo XXI! ¡Lo que nos faltaba!

Para algunos todo esto podrá ser una tontería. Dirán que la gente puede comprar lo que se le venga en gana, total que nadie se ha muerto por la homeopatía. Esto podrá ser verdad cuando se busca un placebo para aliviar un resfriado, pero no cuando se padece de cáncer, Parkinson o diabetes, todos padecimientos que los seguidores de esta seudociencia aseveran que pueden curarse con unas pastillas de azúcar sumergidas en alcohol.

El mayor problema es que la refutación de la CFC causó tan pocas olas en el discurso público y tan pocas reacciones, que hoy los homeópatas siguen practicando su charlatanería como si nada hubiera ocurrido, manteniendo una industria de miles de millones de dólares en el proceso.

¡Oh, sí… muy difícil es que las personas dejen de escuchar a las sirenas de sus designios y deseos!

Pero ya lo decía el gran escritor Christopher Hitchens: “Aquello que puede ser afirmado sin evidencia, puede ser descartado sin evidencia”.

Y para como veo el mundo —lleno de charlatanes, impostores, embusteros y demagogos—, parece que será lo único que nos haga sobrevivir el próximo año.

¡Ay, Cristo, mis chochos!

Texto publicado originalmente en Vértigo.

2/12/16

LA DIPLOMÁTICA - EL ATAQUE DE LAS NOTICIAS CHATARRA

LA DIPLOMÁTICA - EL ATAQUE DE LA NOTICIAS CHATARRA

Fecha de transmisión original: 25/11/2016

La Diplomática - Sección del noticiero "Primera Línea" con Vaitiare Mateos y Juan Pablo Delgado
(12:00 PM por AzNoticias; TV Azteca)


20/11/16

SOPITAS PARA LA MENTE

Lo que se requiere es una sociedad que posea las herramientas intelectuales para reconocer la verdad por sí misma. Porque la verdad no necesita de árbitros; lo que necesita son defensores.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú


Hace dos semanas escribí sobre la perniciosa influencia que los medios de información chatarra tenían en la salud de las democracias. Argumenté que ningún régimen democrático puede sobrevivir cuando la sociedad se deja consumir por charlatanerías y abandona todo parámetro compartido para entender la realidad.

Aunque reconozco que he dado mucha lata con este tema, mi insistencia no es gratuita. De no tomar acciones, veremos cómo este nihilismo informativo se agudiza en el futuro próximo.

Si usted todavía cree que el tema es irrelevante (no lo es) basta con decir que se ha convertido en una cuestión existencial en el discurso público estadounidense; no sólo porque ahí están los tres grandes núcleos infectados por las noticias chatarra -Google, Facebook y Twitter- sino también porque la desinformación causada por mentiras y rumores pudo ser un factor clave en la victoria del Fascista Americano (Letras Libres dixit).

Google y Facebook ya lanzaron el primer cañonazo en esta guerra, buscando asfixiar a los sitios que publican notas falsas al excluirlos de los servicios de publicidad de donde obtienen sus ganancias.

El caso de Facebook es particularmente complejo. Esta plataforma con 1,800 millones de suscriptores es para muchos de ellos el principal medio para conocer lo que sucede en el mundo.

Pew Research Center indica que en EE.UU. el 44% de las personas obtienen sus noticias a través de Facebook; cifra que aumenta a 61% entre los Millennials. En México la situación es similar: un 47% de las personas con acceso a Internet utilizan redes sociales para recibir noticias (IAB México). De acuerdo con Forbes, esto indica que los mexicanos ya usan Facebook como alternativa a los medios tradicionales de información; una tendencia que sin duda seguirá aumentando.


¿Cómo asegurar entonces que millones de ciudadanos eviten caer en las garras del rumor, la mentira y la ficción? Algunos argumentarán a favor de la censura. Dirán que basta con que un grupo de editores o algún algoritmo supriman las noticias falsas. Pero como bien indica Mark Zuckerberg, muchas veces es complicado discernir entre lo verdadero y lo falso en un texto. Agrega que en este proceso se puede atropellar la libertad de expresión, suprimiendo voces y perspectivas que no concuerdan con las propias al creer que son mentiras.

Mucha razón tiene el chaval Zuckerberg, aunque yo agregaría algo que es quizás igual de importante: que una empresa privada no debería tener la responsabilidad de “identificar” la verdad para nosotros.
Porque en esta problemática la solución jamás será la censura o la creación de "guardianes de la verdad". Lo que se requiere es una sociedad que posea las herramientas intelectuales para reconocer la verdad por sí misma. En palabras del periodista Jim Rutenberg: “la verdad no necesita de árbitros; lo que necesita son defensores”.

Todo esto suena muy bien si hubiera por lo menos algún tipo de plan para eliminar el analfabetismo mediático en nuestro país; pero al día de hoy no existe ni un borrador de éste.

Eso sí… ya hemos visto la tremenda disrupción y turbulencia que las noticias falsas tuvieron en la elección gringa del 2016. Si así les fue a los yanquis… no quiero ni saber lo que nos espera a nosotros en el 2018.

¡Aguas, señores! O como dicen en mi pueblo: sobre aviso no hay engaño.

Este texto apareció originalmente en Vértigo