2/5/22

FEAR AND LOATHING IN BEIJING - PARTE 3

Aquí nos encontramos hoy: en el inicio de esta batalla entre democracias y autocracias que definirá lo que resta de este siglo. ¿Quién saldrá victoriosa? 


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

En las dos primeras partes de esta trilogía establecimos un par de asuntos: 1) Que estamos viendo surgir un nuevo orden internacional, basado -como todos los anteriores- en el miedo. 2) Que si en la segunda mitad del Siglo XX el enemigo común del liberalismo fue la Unión Soviética, ahora será China; 3) Que éste no será un orden basado en el neoliberalismo económico, pues éste fortalece a los proyectos expansionistas de Beijing; 4) Que algunas viejas alianzas (OTAN) deberán complementarse con nuevos arreglos comerciales y militares (QUAD, AUKUS) que deberán poner énfasis en los derechos humanos, los derechos laborales y los derechos ecológicos. 5) Que la batalla entre las autocracias y las democracias será el conflicto que definirá al Siglo XXI.

Mi texto anterior terminó con un mensaje ominoso: más allá de que estas alianzas pudieran fracasar por tensiones o contradicciones internas, quizá el mayor peligro es que China también tiene amigos, y podría crear su propio orden global dominado por autocracias y gobiernos antiliberales.

Y esto tiene lógica: ante un nuevo orden liderado por Estados Unidos, Beijing querrá aliarse con regímenes afines y crear un orden contrario. Parte de esta temática es explorada a profundidad por la periodista Anne Applebaum en The Atlantic (“The Bad Guys Are Winning”), donde apunta que las dictaduras de hoy -a diferencia de épocas anteriores- parecen haber formado una especie de “club” para apoyarse y beneficiarse mutuamente.

De acuerdo con Applebaum, la ideología de estas dictaduras es lo menos importante, ya que uno encuentra en esta asociación a comunistas, nacionalistas e incluso teocracias. En principio, los integrantes de esta mafia autoritaria buscan aumentar su poder y la riqueza personal de sus líderes. Esto sucede de varias maneras: las empresas corruptas de un país hacen negocios con las de otro tirano; la policía de un país entrena y equipa a los cuerpos policiacos de su compadre. Las agencias de propaganda comparten estrategias y recursos (granjas de trolls, etcétera) para promover a otro régimen. Y cuando Estados Unidos o la Unión Europea salen a imponerles sanciones, estos países saltan al rescate del imputado para limitar los efectos de este boicot.

Un ejemplo reciente de este comportamiento mafioso ocurrió con Bielorrusia, quien tras su elección fraudulenta de 2020 se convirtió en paria internacional. Rápidamente llegó el aislamiento económico y las sanciones por parte de gringos y europeos. Sin embargo, el tirano Alexander Lukashenko fue cobijado por sus amigos autoritarios; y tanto Rusia como China, Cuba e Irán llegaron a salvarlo. 



Lo mismo sucede ahora con Vladimir Putin, quien acorralado por Occidente ha logrado mantener una línea de crédito abierta con China y ha recibido el apoyo de los gobiernos antes mencionados más otros como Venezuela y Nicaragua.

Applebaum indica que actualmente esta mafia de tiranos funciona como una organización suelta, sin verdadera cohesión formal y sin tener a un líder que funcione como capo di tutti capi. 

Sin embargo, considero que la debacle de Rusia en Ucrania, sumado al poderío económico y militar limitado de estos países hampones, colocarían al régimen de Beijing como líder natural e indiscutible de esta mafia autocrática. De suceder esto, la posibilidad de impulsar un “orden autoritario” formalizado -con tratados y acuerdos de asistencia y protección mutua- no sería descabellado.

Para evitar este futuro sombrío, la primera prioridad del naciente orden internacional será evitar a toda costa una unión entre Rusia y China, las dos autocracias con poderío nuclear más fuertes del mundo, muy al estilo de lo realizado por Nixon y Kissinger en 1972. De no lograrlo, esta unión sería la piedra angular de un bloque neoautoritario que girará en torno a Beijing. 

Aquí nos encontramos hoy: en el inicio de esta batalla entre democracias y autocracias que definirá lo que resta de este siglo. ¿Quién saldrá victoriosa? 

Ahora sí… ¡Hagan sus apuestas, señores!

18/4/22

FEAR AND LOATHING IN BEIJING - PARTE 2

Occidente debe alejarse de la ortodoxia neoliberal que reinó por décadas para crear un nuevo capitalismo más ‘amable’.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú


En mi columna anterior hablamos de cómo se crea un nuevo orden internacional; y concluimos -basado en los argumentos de Michael Beckley (Foreign Affairs)- que el ingrediente fundamental es el miedo.

Por ejemplo, fue precisamente el miedo a la Unión Soviética lo que dio auge al orden liberal internacional durante el siglo XX, logrando unificar -y mantener unidos- a una colección de países liderados por Estados Unidos. Pero 30 años más tarde, y sin su enemigo predilecto, el orden liberal se encuentra en crisis.

¡Pierdan cuidado! Tenemos a un nuevo contrincante: la República Popular de China. Una potencia agresiva y represiva que causa terror en sus vecinos cercanos y que hoy está generando un reacomodo en las alianzas y las prioridades globales. 

Para entender el posible nuevo orden debemos recordar de dónde venimos. Durante la Guerra Fría, EE.UU. puso énfasis en el capitalismo muy por encima de la democracia. El llamado mundo libre era principalmente “un constructo económico”, argumenta Beckley. Mientras un gobierno aceptara el libre mercado, poco importaba si era gobernado por un sangriento dictador. Tal fue la expansión de este modelo que incluso aceptaron a China dentro de la OMC.

Y aquí inicia nuestro problema presente. Porque aunque China se siga creyendo comunista (“socialismo con características chinas”, dirían ellos), la realidad es que su economía ha estado inmersa en el modelo capitalista por décadas. China ha prosperado con el sistema actual; y ahora lo utiliza de manera voraz para expandir su poder. El orden liberal se devora a sí mismo y alimenta a su adversario más temido.


Por lo tanto, Beckley argumenta que el nuevo orden global ahora sí tendrá que colocar en su núcleo la defensa de la democracia y los derechos humanos, dos factores claramente ausentes en China y que terminarían por excluirla del nuevo orden. Si el conflicto en la Guerra Fría fue entre la planificación económica central y el libre mercado, ahora será entre la democracia y las autocracias.

Ya vemos los primeros movimientos en el tablero. En cuestiones de seguridad, los vecinos inmediatos de China (Taiwán, Vietnam, Corea del Sur, Japón) comienzan a robustecer su poder bélico para complicar la expansión de Beijing en los mares de China Oriental y Meridional. 

En un círculo más amplio de contención, Australia, India, Japón y Estados Unidos forman el Diálogo de Seguridad Cuadrilátero (QUAD, por sus siglas en inglés); y Australia, el Reino Unido y los EE.UU se unieron para crear el AUKUS.

En términos económicos, el G7 (países democráticos con el 60% del poder económico global) ya comienzan a formar redes redes comerciales exclusivas para dominar sectores estratégicos y evitar que China los monopolice, en particular tecnología de inteligencia artificial, semiconductores y telecomunicaciones (G5). 

A esto debemos sumar la iniciativa Build Back Better World de EE.UU y la Global Gateway de la Unión Europea que busca contrarrestar la Belt and Road Initiative de los chinos en los países en desarrollo.

Pero el problema es más profundo: Occidente debe alejarse de la ortodoxia neoliberal que reinó por décadas para crear un nuevo capitalismo más ‘amable’. Esto no lo harían por altruismo (¡faltaba más!), sino porque es la manera de crear una nueva red comercial que excluya a China por su represión laboral y su explotación indiscriminada del medio ambiente. Esto traería como beneficio adicional la defensa de los trabajadores y el combate al cambio climático. ¡Nada mal!

Ahora bien, nada asegura que el nuevo orden logre derrotar a China. En el proceso, pueden surgir desacuerdos, conflictos y contradicciones que desmoronen a esta naciente unión de democracias. Pero quizá el mayor peligro es que China también tiene amigos, y podría crear su propio orden global paralelo, dominado por autocracias y gobiernos iliberales. 

Esto se los explico en la siguiente columna.

10/4/22

#LEYCANNABIS | MANUAL DE LA LIBERTAD


#LeyCannabis | La legalización del cannabis es un tema que genera un montón de debate.

Para no 'hacernos bolas', Juan Pablo Delgado analiza los dos puntos de vista para ver a qué equipo irle.

Por un lado están la mayoría de los países del mundo, incluido México, que parece que están siguiendo al pie de la letra el manual de la prohibición y en la otra esquina están los países que tomaron sus lecciones del manual de la libertad. 




Fuente: Azteca Noticias
 

31/3/22

#DATECUENTA - COVID19 ¿EN VERDAD FUNCIONÓ EL "QUÉDATE EN CASA"?

 
El pasado 11 de marzo se cumplieron dos años desde que la #OMS catalogó como pandemia al #Covid19.

Los gobiernos del mundo se apanicaron y comenzaron a poner toda clase de restricciones sin saber ni qué estaba sucediendo: la peor fue el famoso "Quédate en casa". ¿Se acuerdan? ¿Realmente funcionó? 

#DateCuenta con Juan Pablo Delgado. 





28/3/22

FEAR AND LOATHING IN BEIJING

El orden internacional rara vez ha sido creado bajo una visión optimista de cooperación y negociación. Más bien, ha sido el miedo y el odio hacia un enemigo común el que ha movilizado a grupos de países a unirse y organizarse.


Texto: Juan Pablo Delgado Cantú

“Te vamos a hacer una cosa terrible, te vamos a privar de un enemigo”.
- Georgi Arbatov
 

La guerra en Europa parece haber despistado a muchos analistas internacionales. Cuando uno revisa la prensa, se encuentra con una incontable cantidad de sesudas opiniones de cómo Rusia, con su invasión militar, está cambiando las reglas del tablero internacional y creando un nuevo orden geopolítico.

Dejen se los digo de una vez: ¡Olvídense de Rusia! Porque aunque nadie puede negar lo dantesco de las imágenes que salen desde Ucrania, ni tampoco que la actitud de Vladimir Putin es por demás temeraria e irresponsable; si lo que en verdad queremos es conocer el verdadero cambio en el orden global, entonces debemos escapar de las gélidas estepas de Ucrania y viajar unos 6,000 kilómetros hacia el Este.

Porque al hablar del nuevo orden internacional el protagonista de esta historia no es Rusia, sino China;  y el cemento sobre el cual se construye este nuevo orden es el miedo ante esta enorme potencia emergente. ¿Rusia? ¡Rusia es un anacronismo! China es hoy el epicentro en torno al cual gira el nuevo orden internacional.

Este es el argumento que detalladamente presenta el académico Michael Beckley, en su genial artículo en Foreign Affairs titulado “The Enemy of my Enemy”. Ahí apunta que el orden internacional rara vez ha sido creado bajo una visión optimista de cooperación y negociación en aras de construir un mejor futuro para la humanidad.  Más bien, ha sido “el miedo y el odio” hacia un enemigo común el que ha movilizado a grupos de países a unirse y organizarse. Como indica Beckley, los sistemas de orden internacional más fuertes en la historia moderna -desde Westphalia en el siglo XVII hasta el orden liberal internacional en el XX- “fueron alianzas creadas por las grandes potencias para competir contra sus principales rivales”.


Esto explica en parte la decadencia actual del orden liberal creado por Estados Unidos tras la Segunda Guerra Mundial. De acuerdo con Beckley, Occidente necesitaba de la Unión Soviética para mantener su cohesión y unidad. Después de 1991, cuando su némesis por excelencia dejó de existir, EE.UU. y sus aliados perdieron el rumbo y el orden liberal comenzó a desmoronarse. En este proceso, diversas fuerzas que por décadas fueron reprimidas en favor de mantener un frente unido contra los soviéticos -soberanía, nacionalismo, religión- volvieron con venganza para desestabilizar la idea de la inevitabilidad del liberalismo internacional.

En paralelo, Estados Unidos y sus aliados doblaron su apuesta en el sistema que habían construido y buscaron hacerlo global. Pero los nuevos enemigos que pudieron haberle dado una nueva vida a este orden liberal (la lucha contra el terrorismo, la eliminación de dictaduras…) simplemente no dieron el ancho… ¡Hasta ahora!

Hoy el ascenso de una China cada vez más agresiva y combativa ha puesto en jaque al status quo y por primera vez desde la Guerra Fría, “una masa crítica de países enfrenta una amenaza seria a su seguridad, bienestar y modo de vida”, sentencia Beckley.

Sin embargo, no esperen que el nuevo orden internacional sea una simple repetición del combate ideológico que existió contra el comunismo soviético. La principal diferencia es que la pugna contra la Unión Soviética no era tanto una cuestión de modelos políticos (al final, dictaduras hubo en ambos bandos), sino una batalla por imponer la supremacía de un sistema económico en el mundo.

Con China la situación es distinta. China lleva décadas absorbiendo y emulando el modelo capitalista de Occidente; pero ha tomado elementos de este liberalismo económico para torcerlos y crear su perversa versión autoritaria y mercantilista del capitalismo. Hoy es el orden liberal y la economía globalizada la que alimenta la fuerza de este nuevo enemigo.

Pero hasta aquí llegamos hoy. En mi próxima columna veremos la organización de este nuevo orden internacional, para conocer si Occidente vivirá para contarla. ¡Hasta entonces!

22/3/22

MANUAL DE LA MISERIA: RUSIA VS. UCRANIA

 

Todo el mundo parece tener una opinión sobre el conflicto entre Rusia y Ucrania. Algunos dicen que el culpable es Vladimir Putin, pero otros acusan a los gringos y a sus aliados europeos. ¿A quién podemos creerle?

Para no meternos en embrollos, lo mejor es analizar estos dos modelos en pugna. Desde la llegada de Putin al poder Rusia ha seguido el Manual de la Miseria, mientras que Ucrania ha tomado sus lecciones del Manual de la Prosperidad.
Juan Pablo Delgado te explica en qué consiste cada uno.


Fuente: Azteca Noticias

13/3/22

HAY QUE CULTIVAR NUESTRO JARDÍN

Lo que estamos viviendo ahora es simplemente un regreso a la normalidad.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú


Primero la obligada fe de erratas: ¡Sí, yo sé! Hice gala en estas páginas de un profundo análisis del periodista Eugene Chausovsky sobre los “imperativos geopolíticos” y el “marco estratégico” de Vladimir Putin (Vértigo #1091) para concluir bombásticamente que “las condiciones para una invasión simplemente no existen en la actualidad, y por lo tanto, es sumamente improbable que veamos una invasión militar en las próximas semanas”. Así que… Emm… ¿Ups?


Dicho lo anterior y dejando de lado cualquier otra predicción sobre el futuro del conflicto; pasemos mejor a explorar cuáles son las corrientes que se ocultan en el trasfondo de esta guerra entre Ucrania y Rusia.


En primer lugar, reconocer la importancia de lo que estamos presenciando: el mayor conflicto en el continente en Europa desde las guerras en Yugoslavia, o quizás desde la guerra contra el imperialismo Nazi; sólo que ahora uno de los beligerantes es una potencia nuclear. Y como bien apunta Anthony Faiola en The Washington Post: “Para un continente donde las guerras habían retrocedido a los libros de historia (...) el asalto de Moscú parece algo casi incomprensiblemente anacrónico, y un salto temeroso hacia lo desconocido”. 


¡Pues sí! Pero mientras crece el bulto de vestiduras rasgadas de una comentocracia pasmada, la situación en Europa del Este parece tener una claridad meridiana para el periodista David Brooks, quien argumenta en The New York Times (“The Dark Century”) que lo que estamos viviendo ahora es simplemente un regreso a la normalidad.


¿Normalidad? ¡Oh sí! Brooks inicia su análisis haciendo referencia a uno de los mayores clichés de nuestros tiempos: que el sistema liberal está en retroceso. Año tras año los informes de Freedom House y el Democracy Index (The Economist) muestran cómo más países van cayendo a esa zona gris de “democracias imperfectas” o “regímenes híbridos”. Claro que el retroceso del liberalismo -por sí mismo- no causó una invasión; pero sí constituye un factor clave para esta situación actual. ¡Veamos!


Brooks argumenta -como otros expertos- que la democracia y la paz son factores completamente atípicos para la humanidad. La condición para tener paz y democracia es crear (entre otras cosas) sociedades con instituciones fuertes y asociaciones que promuevan el servicio público; con ciudadanos educados y virtuosos que comprendan los peligros de la ambición humana y la fragilidad democrática para prevenir su caída. Para esto, Brooks utiliza la analogía de un cultivo, donde no se trata sólo de aventar las “semillas” de la democracia sino de cuidar su crecimiento constantemente.


El problema -argumenta Brooks- es que hemos vivido demasiado tiempo dentro de la burbuja liberal para imaginar que existe otro sistema que pudiera suplantarlo. Pero aquí está la trampa: porque son precisamente los otros sistemas -agresivos y autoritarios- los que representan la “normalidad” y se encuentran siempre al acecho. Como una selva esperando a crecer y recuperar su terreno perdido. De esta manera, no cuidar nuestro terruño democrático no genera el caos, simplemente nos regresa al estado normal de las cosas. 


¿Qué es lo normal para Brooks? “El siglo XV, XVI, XVII y XVIII son lo normal. Grandes países como China, Rusia y Turquía controlados por líderes con inmenso poder. Eso es normal. Pequeñas aristocracias acumulando gran parte de la riqueza nacional. Normal. Asuntos globales regidos por la ley de la selva, con países grandes amenazando a los pequeños. Esa es la forma en la que ha sido la mayor parte de la historia humana”.


El retroceso del liberalismo no causó que Rusia invadiera a Ucrania, pero sí permitió el fortalecimiento de un líder como Putin que logró usar su poder como autócrata y la xenofobia para depredar sobre su vecino más débil.


Y si el problema central es nuestra complacencia con el liberalismo, haríamos bien en atender a las palabras de Voltaire y ponernos a cultivar nuestro jardín.




27/2/22

UCRANIA ES UN CANAPÉ

Si bien la amenaza de una guerra en Europa persiste, existen broncas aún mayores que vuelven a la situación de Ucrania en un simple canapé.



Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú



¿Se dieron cuenta? ¡Llegamos a febrero sin una crisis global importante! Claro, algunos dirán que el reverendo congal en Ucrania merece ser considerado como una “crisis global importante”. Pero hasta el momento de escribir estas líneas, la realidad es que el escurridizo Vladimir Putin no parece tener ninguna invasión planeada. Así que calmado venado… y cómo dijo el filósofo Lennon: “Give peace a chance”.


Todo esto es relevante porque si hacemos memoria de los últimos años, podemos ver que la cuesta de enero -en términos geopolíticos- ha sido bastante escabrosa. Les recuerdo: En 2020, iniciamos enero con Australia en llamas; el Sars-Cov-2 expandiéndose por China y Europa; y el asesinato del general Qasem Soleimani en Irán, que bien pudo pudo desatar la Tercera Guerra Mundial. El 2021 empezó con la variante Delta arrasando al planeta y con la toma del Capitolio por las huestes de Donald Trump, la cual puso en jaque a la democracia más antigua del mundo.


Ahora la diosa Fortuna nos sonríe, pero nuestro éxito no debe permitirnos confiarnos. Si bien la amenaza de una guerra en Europa persiste, existen broncas aún mayores que vuelven a la situación de Ucrania en un simple canapé. Para entrar en materia, los refiero al informe que publicó el World Economic Forum a principios de años: el Global Risks Report 2022. 


¿Qué dice este reporte? Pues básicamente ofrece una colección de pesadillas que haríamos bien en evitar en el futuro próximo. Esta lista de cataclismo se formula a partir de entrevistas con miles de expertos y ejecutivos; de los cuales sólo el 16% de ellos se siente “optimista” por el futuro, mientras que el 84% indican que están “preocupados”. Pero sin más preámbulo… ¡Vamos a darle una revisada!



1. Tensiones internas. Una de las mayores preocupaciones del Global Risk Report 2022 apunta a una mayor volatilidad económica y al crecimiento de la desigualdad entre ricos y pobres. Si esto suena grave, lo peor es que puede llevar a una erosión de la cohesión social en la mayoría de los países. Esta pérdida de cohesión social -crítica por sí misma- terminaría por incrementar la tensión geopolítica en detrimento de la cooperación internacional. 


2. La supervivencia del planeta. Aunque el mundo seguramente no se va a destruir en el 2022, si expandimos nuestra perspectiva al siguiente lustro vemos que la situación precaria del planeta es la mayor preocupación para los expertos, incluso por encima de cualquier problema económico o social. ¿Qué tipo de amenazas? Calentamiento descontrolado, climas extremos, pérdida de biodiversidad, daño ambiental y crisis por recursos naturales.


3. El desorden de la transición. Aquí encontramos la mayor preocupación reportada en Report: una transición climática desordenada. Consideren que el mundo entero va reprobado en el cumplimiento de sus compromisos ambientales, pero en los próximos años veremos reacciones sociales negativas ante cualquier cambio por descarbonizar las economías. Lo peor: los países más atrasados serán blanco de tensión, frustración y recriminación, con posibilidad de conflicto. 


4. Fallas en ciberseguridad. Entre más digitalizamos nuestras vidas cotidianas, más probabilidades de sufrir alguna falla o ataque con consecuencias catastróficas. Sumado a esto, podemos esperar un incremento en ataques ransomware, así como los fraudes en los comercios digitales. 


5. Caos sideral. Si la Tierra nos queda corta, los expertos también prevén un incremento de problemas en el espacio exterior, donde cada vez más empresas y gobiernos luchan por obtener un lugar estratégico en este horizonte poco regulado y cada vez más contaminado por basura espacial.


Así que incluso si la guerra en Ucrania se desata en estos días, ya tienen otros problemas para preocuparse. Mi recomendación: vayan ahorita mismo por un obligado whisky doble on the rocks. ¡Salud!

13/2/22

RECETA PARA COCINAR UNA INVASIÓN À LA PUTIN

Hoy vengo a resolverles la vida y responder la pregunta que los ha mantenido en vela, al borde de un ataque de nervios y hundidos en la más profunda ansiedad:  ¿Sí va a invadir o no va a invadir el compadre Putin?


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

Al momento de escribir esto, Vladimir Putin aún no inicia la Tercera Guerra Mundial por haber invadido a Ucrania. Pero si al leer esta columna el planeta ya sufre de un invierno nuclear, primero, lo lamento mucho; y también les deseo la mejor de la suerte en la barbarie post-apocalíptica que se avecina.

Pero bueno, lo importante es que hoy, hoy, hoy no hay guerra; aunque lo que sí existe es mucha tensión y testosterona militar. Seguro ya se han enterado sobre cómo Rusia tiene actualmente a su maquinaria bélica -con más de 100,000 tropas- estacionada en la frontera con Ucrania. Y también que Estados Unidos y sus aliados de la OTAN ya han amenazado, regañado, presionado y negociado con el presidente Putin para evitar una hecatombe en el centro de Europa.

Pero hoy no vengo a hablarles sobre los pormenores de este tablero político. Más bien vengo a resolverles la vida y responder la pregunta que los ha mantenido en vela, al borde de un ataque de nervios y hundidos en la más profunda ansiedad:  ¿Sí va a invadir o no va a invadir el compadre Putin? ¡Vamos a ver qué dicen los expertos!


El periodista Eugene Chausovsky nos indica en Foreign Policy, que la respuesta a esta pregunta de los 64 mil dólares la podemos encontrar en los “imperativos geopolíticos” de Rusia, los cuales enmarcan cualquier toma de decisión para Moscú. Estos imperativos geopolíticos son los siguientes: 1. Consolidación política interna; 2. Protección de amenazas externas (vecinos o superpotencias); 3. Expansión de su influencia a nivel regional (países ex-soviéticos)o lo más amplio que sea posible.

Si consideramos que el culebrón actual se originó con la intención de Ucrania de pertenecer a la OTAN, entonces vemos que el imperativo #2 ya ha sido violado y deja a Rusia con una sensación de inseguridad.

Sobre este punto, Chausovsky apunta que aunque Moscú no pudo detener el avance de la OTAN en Europa Central y el Báltico en los años posteriores al derrumbe de la Unión Soviética, sí estuvo dispuesto a iniciar una guerra contra Georgia en 2008 y Ucrania en 2014 para evitar una expansión aún mayor. Así que ahí algunos antecedentes a considerar para el conflicto actual.

Ahora analicemos el marco estratégico que utiliza Rusia para determinar cuándo sí se decanta por intervenir militarmente en otro país. De acuerdo con Chausovsky, son cinco estos factores: 1. Un detonante; 2. El apoyo de la población local; 3. Una posible represalia militar; 4. Viabilidad técnica; 5. Costos económicos y políticos relativamente bajos.

Considerando lo anterior… ¿Qué encontramos en la situación actual? En primer lugar, que no ha existido un detonante (en contraste con el zafarrancho del Euromaidan en 2014). Tampoco tiene el apoyo de la población ucraniana (excepto en las provincias rebeldes con población rusa). Existe una altísima posibilidad de represalias militares por parte de Europa y Occidente. Y los costos económicos y políticos serían extremadamente altos (sanciones económicas, muerte de soldados, etcétera).

¿Conclusión? Las condiciones para una invasión simplemente no existen en la actualidad, y por lo tanto, es sumamente improbable que veamos una invasión militar en las próximas semanas. De igual manera, los costos parecen ser demasiados altos y las ganancias poco claras para Rusia.

Pero no canten victoria… siempre existe la posibilidad de que el presidente Putin se despierte de mal humor, arrastre por la Plaza Roja todos los imperativos y los marcos estratégicos y decida hacer una rabieta de dios es padre. Y entonces sí…  ¡Valiendosky madrosky!

31/1/22

MANUAL PARA EMIRATIZAR A MÉXICO

¿Están dispuestos a vender su democracia en una apuesta por el desarrollo? ¿Suena tentador?


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

En mi columna anterior les conté sobre mi reciente viaje a los Emiratos Árabes Unidos (EAU) para comparar el enorme éxito que han tenido en los últimos 50 años contra los fracasos de México. 

Para los despistados, una breve recapitulación: mientras aquí despilfarramos la bonanza petrolera, quebramos al país varias veces y ahora estamos hundidos en violencia, pobreza y la polémica por un mentado tren; los Emiratos aprovecharon su petróleo para crear uno de los países más prósperos del mundo, con uno de los mayores PIB per cápita y donde ahora se preocupan por conquistar el espacio exterior.

Quizá más impresionante es que en 1971 México era ya un país moderno, urbanizado y con incontables recursos naturales (incluyendo petróleo), mientras que los EAU eran una colección de reinos sobreviviendo al calor y a las inclementes dunas de arena. 

Ahora la pregunta del millón: ¿Queremos “emiratizar” a México? Si esa es nuestra intención, entonces les dejo este pequeño manual:


1. A la fregada la democracia. En primer lugar, olvídense de votar y de elegir a sus gobernantes. En los EAU todo el poder lo ostentan una colección de familias y ellas son dueñas de prácticamente todo. ¿Partidos políticos? ¡Olvídenlo! ¿Organizaciones de la sociedad civil? ¡Ni soñando! En los Emiratos hay un patrón y todos se cuadran. 

2. Cero prensa independiente. Ya que nos deshicimos de las engorrosas elecciones, tampoco esperen criticar públicamente al régimen. En los Emiratos la prensa está controlada y todas las voces disidentes reciben uno de los tres “ierros” de Gonzalo N. Santos: encierro, destierro o entierro.

3. Eliminemos impuestos. No crean que todo es turbio. Un aspecto fascinante de los EAU es que no existe el ISR ni otros de los impuestos fastidiosos de México. El gobierno también extiende excepciones fiscales a las empresas que se instalan en su territorio durante los primeros años de operación. ¿Pero si nadie paga impuestos, de dónde sacan lana?
 
4. Gobierno empresario. ¡Ah! Pues como ya se mencionó, en los EAU los emires son los patrones del changarro. Esto significa que en todas las áreas de la economía vemos al gobierno involucrado. Por poner un ejemplo, fue a través de una constructora público-privada que se construyeron las maravillas arquitectónicas de Dubai. Y claro, no olvidemos el control del gobierno en la industria petrolera. 

5. Ciudadanos VIP. A diferencia de México la ciudadanía emiratí sólo se otorga bajo el modelo de jus sanguinis; o sea… nadie es ciudadano si no tiene padres originarios de los Emiratos. ¿Qué significa esto? Que de los 10 millones de habitantes en los EAU, sólo el 1 de cada 10 es ciudadano con todos los derechos. ¿Y el resto de la banda? Ellos son considerados simples trabajadores invitados. ¡Pero ojo! Ser ciudadano emiratí significa recibir onerosos apoyos del gobierno, subsidios para tu familia, y otras regalías. O sea, hay que separar a la población entre los VIP y la perrada. 

¿Qué les parece? ¿Están dispuestos a vender su democracia en una apuesta por el desarrollo? ¿Suena tentador?

¡Pues aguas con esos cantos de sirena! Primero porque aquí en México la historia nos demuestra que autoritarismo no significa progreso (feliz centenario, Don Luis Echeverría). Y porque aún cuando la tentación autocrática se perciba como respuesta para nuestros problemas, este modelo significa ceder gran parte de nuestras libertades políticas, cívicas y sociales, las cuales deben considerarse como algo verdaderamente invaluable.

Al final, quizás no tengamos los lujos ni excesos de los Emiratos, pero por lo menos podemos quejarnos de todo eso en público (y en estas páginas) sin recibir alguno de los mencionados “ierros” de Gonzalo N. Santos.

Y como dice aquel comercial: eso no tiene precio.

24/1/22

AMLO’s Energy Reforms Would Set Mexico Back 50 Years



Texto por: Deborah Martínez, Juan Pablo Delgado 


Mexican President Andres Manuel Lopez Obrador’s proposed energy reform bill is still awaiting legislative action since being sent to Congress last October. But it is already generating sparks in Mexico—and Washington.


Seguir leyendo en WPR

17/1/22

MOEMNA: MOVIMIENTO DE EMIRATIZACIÓN NACIONAL

¿Qué demonios sucedió? ¿Cómo fue posible que en sólo cinco décadas los Emiratos pasarán de ser pescadores de perlas a lanzar misiones espaciales? 


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

Comienzo este 2022 con una absoluta certeza: nuestro país nomás no tiene remedio. Les comento esto porque hace un par de semanas anduve de visita en los mismísimos Emiratos Árabes Unidos (EAU). Y ahora vuelvo a México con esta resignación absoluta. Somos unos taqueros y los emiratíes nos están comiendo el mandado. Les explico…

Mi viaje coincidió con el 50° aniversario de la fundación de los EAU. ¿Recuerdan dónde estaba México en 1970? ¡Oh sí! Éramos un país en ascenso tras dos décadas del  “Desarrollo Estabilizador”; teníamos una clase media urbanizada y una economía industrializada y diversificada. Fuimos anfitriones de los Juegos Olímpicos de 1968 y de la Copa del Mundo de 1970. Sin lugar a dudas, México era ya un país avanzado y en camino hacia el desarrollo.

¿Y los Emiratos? En 1970 los EAU ni siquiera existían. Eran una colección de reinos independientes en medio de un desierto que venían saliendo de un protectorado británico. Su economía era paupérrima, apenas una colección de pueblos regados entre las dunas que dependían de la pesca y la perlicultura (venta de perlas, para los despistados). La industria petrolera sí existía, pero apenas pintaba en su economía. Nótese que fue en 1962 cuando Abu Dhabi (la futura capital de los EUA) exportó su primer barril de petróleo; y Dubai, hoy el segundo emirato más rico, lo hizo hasta 1969.

Así que aquí está nuestro punto de partida: dos países con petróleo a inicios de 1970, pero uno que ya es nación industrializada con incontables recursos naturales contra una bola de reinos miserables y arcaicos en las arenas del Golfo Pérsico. Vamos a dar fast-forward:



En los siguientes 50 años, México vive su mayor boom petrolero, fracasa en “administrar la abundancia”, despilfarra su fortuna, endeuda y quiebra al país, tiene una década perdida, comienza a liberalizar su economía, quiebra al país otra vez en 1994, tiene un crecimiento económico mediocre durante 20 años. El petróleo se nos empieza a acabar. El crimen organizado y la violencia se expanden y son ahora generalizados con más de 30,000 homicidios al año. Hoy México ocupa  a nivel global el lugar 70 en PIB per cápita, la población paga una tercera parte de sus ingresos al gobierno en impuestos y la pobreza se mantiene por encima del 50 por ciento. Hoy nuestra principal preocupación es un aeropuerto regional, una refinería y una consulta sobre la revocación de mandato.

¿Y los Emiratos? En los siguientes 50 años, los EAU utilizaron su riqueza petrolera para financiar proyectos clave para el desarrollo. Realizan una campaña de diversificación para proteger a su economía contra el impredecible mercado petrolero. Ponen énfasis en el comercio y el turismo. Lograr un crecimiento promedio del 13.2% al año. Sus ciudadanos no pagan impuestos y el gobierno garantiza empleo, subsidios y ayuda económica para todos los emiratíes. Hoy los EAU tienen uno de los 10 mayores PIB per cápita en el mundo y debaten sobre sus siguientes misiones espaciales, habiendo lanzado con éxito su primera misión de exploración a Marte en el año 2021. 

¿Qué demonios sucedió? ¿Cómo fue posible que en sólo cinco décadas los Emiratos pasarán de ser pescadores de perlas a lanzar misiones espaciales? 

En mi siguiente columna tomaremos el caso de Dubai para explicar el éxito de los EAU. Un modelo marcado por un vertiginoso crecimiento económico, pero que también esconde un núcleo autoritario y represivo. ¡Y mucho ojo! Porque el mayor peligro es que este modelo radicalmente liberal en lo económico, pero totalmente antiliberal en lo político parece estar funcionando, poniendo en jaque a los modelos democráticos que defendemos en Occidente.

Así que en mi próxima columna: El Manual para Emiratizar a México.

8/11/21

DEL 11S01 AL 6E21: EL ENEMIGO INTERNO

Este hilo conductor que hemos seguido nos provee una radiografía de los elementos necesarios para llevar a una democracia sólida al límite: la erosión de valores nacionales; la pérdida de confianza en líderes políticos y medios de comunicación; y la polarización de la sociedad para generar un permanente conflicto interno. 


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

Por fin llegamos al final de este relato americano que inició en los ataques terroristas del 2001 y nos llevó a la insurrección y toma del Capitolio a inicios del 2021. 

En las dos columnas anteriores seguimos un hilo conductor que nos permitió ver la metamorfosis que sufrió Estados Unidos durante los últimos 20 años. De una nación (auto) considerada “excepcional” por su libertad y democracia, pasamos a un país con el optimismo hecho añicos. Muerta también quedaron la confianza de la sociedad norteamericana hacia sus líderes políticos y los medios de comunicación, dejando en su lugar a una población envenenada por la desconfianza, la xenofobia, el odio, la paranoia y la polarización.

Hoy colocamos la pieza final en esta Tragedia Americana: la guerra interna.

Nuestro capítulo anterior nos colocó en vísperas de la elección presidencial de 2016. Una elección inédita, donde el principal candidato Republicano -Donald Trump-  arrancó su campaña acusando a los migrantes mexicanos de ser peligrosos criminales y violadores. 

Pero el discurso de Trump no surgió de un vacío. Durante años la sociedad americana vivió traumatizada por años de guerra y desmoralizada por la ausencia de victorias, por las mentiras de sus políticos y por la manipulación de los medios. Esto terminó por germinar ideas de venganza hacia cualquier responsable -real o imaginario- de dichos fracasos: el establishment, los musulmanes, los migrantes...

Trump llevaba más de un lustro atizando este fuego de resentimiento. Basta recordar que fue él quien promovió la falsa teoría de que Barack Obama no era ciudadano norteamericano ('birther movement’), que era secretamente un musulman, e incluso lo acusó de ser el fundador del Estado Islámico (ISIS). 

Si bien Trump no inventó este discurso de odio, hay que reconocer que lo explotó con una macabra genialidad antes, durante y después de su campaña presidencial. Ya dentro de la Casa Blanca, su discurso tomó un giro aún más perverso: hacer de todos sus opositores políticos el equivalente a un enemigo de Estados Unidos.



El documental “America After 9/11” lo explica de manera muy clara: estar en contra de Trump era ser un terrorista. Desde las protestas contra la supremacía blanca (Charlottesville, 2013) o Black Lives Matter (2020), la manera en la que Trump se refería a los manifestantes como si hablara del terrorismo islámico: “Quieren destruir nuestro país”, “quieren quemar nuestras ciudades”, “quieren eliminar nuestra cultura”. 

Con esta retórica se profundizó la polarización política e ideológica. Ya no hablamos de tener diferencias políticas, sino de odiar a tus opositores y de crear una realidad paralela con “datos alternativos” y teorías de conspiración. Cuando llega la elección del 2020, el terreno era fértil para la Gran Mentira. A pesar de que Trump perdió por más de 7 millones de votos y 74 votos electorales, la tergiversación de la realidad era tal que dos tercios de los Republicanos siguen creyendo al día de hoy que la elección fue robada. 

Este hilo conductor que hemos seguido nos provee una radiografía de los elementos necesarios para llevar a una democracia sólida al límite: la erosión de valores nacionales; la pérdida de confianza en líderes políticos y medios de comunicación; y la polarización de la sociedad para generar un permanente conflicto interno. 

Si hacemos una rápida comparación con México, veremos que no somos tan distintos a nuestros vecinos. Aquí tenemos también a una sociedad traumatizada por 15 años de conflicto bélico contra el crimen organizado; una profunda falta de confianza hacia partidos políticos y medios de comunicación; y una polarización política no vista en la historia moderna de nuestro país.

El sistema democrático de Estados Unidos logró sobrevivir de milagro. ¿Podemos esperar lo mismo del andamiaje institucional mexicano?

25/10/21

DEL 11S01 AL 6E21: IMPERIO DE MENTIRAS

En esta segunda parte de la historia nos centraremos en la erosión y colapso de la confianza hacia la clase política y los medios de comunicación. Factores que gestaron un permanente estado de paranoia y abrieron la puerta al racismo, la xenofobia y toda clase de teorías de conspiración.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

En mi columna anterior iniciamos un recorrido por los últimos 20 años de la historia estadounidense para revelar un hilo conductor que conecta a los ataques terroristas del 11 de septiembre del 2001 con la insurrección del 06 de enero de 2021. Esta historia está basada en el documental de la PBS titulado “America After 9/11”.

En nuestro primer capítulo analizamos el auge y caída del “excepcionalismo americano”, idea que colocaba a Estados Unidos como actor central y líder en la promoción de la democracia y la libertad en todo el mundo. ¿Por qué murió esta visión utópica? Porque la guerra “justa” en Afganistán se transformó en un conflicto global contra el terrorismo, trastornando el mesianismo democrático en una maquinaria bélica de muerte, terror y tortura.

En esta segunda parte de la historia nos centraremos en la erosión y colapso de la confianza hacia la clase política y los medios de comunicación. Factores que gestaron un permanente estado de paranoia y abrieron la puerta al racismo, la xenofobia y toda clase de teorías de conspiración.

El origen de esta erosión de la credibilidad se encuentra en los meses previos a la invasión de Irak. En este periodo de tiempo, prácticamente todos los políticos y todos los medios de comunicación se embriagaron con la idea de que Saddam Hussein poseía armas nucleares, lo cual justificaba una intervención militar en aquel país. 

En aras de este nacionalismo ardiente y ciego, nadie cuestionó la narrativa planteada por la administración de George W. Bush. Los medios de comunicación se autocensuraron y silenciaron a periodistas escépticos; cualquiera que levantara dudas era acusado de traidor o poco patriótico. Incluso los Demócratas más prominentes como Hillary Clinton, John Kerry y Joe Biden se sumaron a la locura. Esta corriente arrastró al Secretario de Estado -el otrora intachable Colin Powell- a mentir frente a la ONU sobre supuestas armas nucleares en Irak.


Ahora sabemos que todo fue una farsa: una farsa que terminaría por causar un descalabro en la credibilidad internacional de Estados Unidos, y que pulverizó la credibilidad en el establishment político y mediático. La pregunta en la mente de todos era: “¿Y ahora en quién puedo confiar?”. Claramente no en los Republicanos, autores de este fiasco. Pero tampoco en los Demócratas, que votaron por la guerra. Y mucho menos en los medios de comunicación, que promovieron esta mentira durante meses.

Este estigma jamás se borraría. Y llevó a que la sociedad creyera que el gobierno mentía sin descaro y que los medios encubren y promueven estas mentiras. Aunado a esta realidad estaba el desastre bélico en Irak. Con decenas de muertes diarias en el campo de batalla, cualquier ilusión que quedaba sobre las “transformaciones democráticas” murió: ahora el mundo islámico era visto como un enemigo que debía ser eliminado pues era imposible de “transformar”. 

En la sociedad germinaron ideas de venganza, racismo y xenofobia. El enemigo no sólo estaba en el Medio Oriente, era cualquier “otro” dentro de Estados Unidos: árabes, musulmanes, extranjeros o inmigrantes... todos potenciales “terroristas”. Estos “otros” podrían ser tus compañeros de trabajo, alguien que te atiende en un restaurante o incluso tus propios vecinos.

Con la confianza destruida en las instituciones y una sociedad traumatizada por el miedo y las horribles escenas de guerra, el tejido social comenzó a rasgarse y envenenarse. Todo esto sería aprovechado magistralmente por Donald Trump para ganar la elección del 2016 y -tras inyectar mayores dosis de paranoia y conspiracionismo- acabaron por polarizar a la sociedad y enfrentarla entre sí misma.

Pero eso será en el tercero y último capítulo de esta historia. ¡Hasta entonces!

11/10/21

DEL 11S01 AL 6E21: EXCEPCIONALISMO AMERICANO


En los primeros años de su “guerra global contra el terrorismo”, Estados Unidos se convirtió en el enemigo que buscaba combatir: un país que causa terror en el mundo.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú


En días recientes me encontré con un documental (PBS: America After 9/11) que propone una hipótesis seductora: que existe un hilo conductor que nos puede guiar directamente desde los ataques del 11 de septiembre del 2001 a la insurrección del 06 de enero del 2021. Una cadena de decisiones políticas que culminó en la creación de una cultura de odio, división y paranoia, y que amenazó al mismo núcleo de la democracia en los Estados Unidos.

Esta es una historia de ideales malogrados, de líderes políticos fracasados; de manipulación mediática; de esperanzas rotas; y de valores quebrantados.

Para comenzar este relato debemos volver al momento histórico que transcurría previo a los ataques: Estados Unidos estaba en la cima de su poder como única potencia global, victorioso de la Guerra Fría, con una profunda creencia en el “excepcionalismo americano”, donde la democracia, la libertad y el libre mercado debían reinar en todo el planeta (guiados por los mismos yanquis, naturalmente).

Los ataques en Nueva York quizá rompieron la ingenuidad de esta Pax Americana. Pero esto -más que sosegar al Imperio- terminó por revolucionar los ideales de este supuesto “excepcionalismo”. Pocas veces en toda la historia estadounidense habíamos visto una unidad en la sociedad y entre las fuerzas políticas. La misión era única y clara: perseguir a los culpables. No había duda, el Imperio estaba en marcha.


El primer error en esta trama surge tras el éxito inicial contra el Talibán. Después de una guerra rápida y con pocas víctimas americanas en Afganistán, la política de George W. Bush se transformó bajo la lógica del “universalismo democrático” para extender su “guerra” contra el terrorismo a todo el mundo. A partir de ese momento, EE.UU. representaría al “bien” y tomaría responsabilidad para propagar la democracia y para derrotar (y derrocar) a “las fuerzas del mal” donde quiera que se encontraran.

El documental hace dos puntos al respecto: el primero es que una guerra localizada en Afganistán contra Al-Qaeda y el Talibán se volvió global, no sólo poniendo en la mira a regímenes como Irak, Irán y Corea del Norte (“El Eje del Mal”), sino  a todos los grupos terroristas presentes ¡y futuros! que pudieran surgir para desafiar al Imperio. Esto abrió la puerta -como efectivamente sucedió- a una campaña bélica sin final, que de hecho sigue vigente tras 20 años.

En segundo lugar, el documental advierte que cuando te defines como el “bueno” en cualquier cruzada, existe el peligro de comenzar a ver a todas sus acciones como nobles, justificando cualquier atrocidad que realices. Para Estados Unidos, esta realidad no tardó en llegar.

A los pocos meses de la caída del Talibán, cientos de ‘prisioneros’ encontraron su nuevo hogar en la base naval de Guantánamo bajo condiciones inhumanas. Sumado a esto, la CIA tomó a pecho las palabras del vicepresidente Dick Cheney (“debemos trabajar desde las sombras”) para establecer cárceles secretas para torturar salvajemente a supuestos terroristas. Y en Irak, las imágenes que surgieron de la prisión de Abu Ghraib causaron asco y furia en el mundo; destruyendo la credibilidad de EE.UU; y erosionando la confianza en la sociedad americana hacia su supuesto proyecto ‘democratizador’.

Bien dice aquella famosa frase: “Cuando te enfrentes a un monstruo, asegúrate que tú no te conviertas en uno”. Y esto fue precisamente lo que sucedió. En los primeros años de su “guerra global contra el terrorismo”, Estados Unidos se convirtió en el enemigo que buscaba combatir: un país que causa terror en el mundo.

Hasta aquí esta primera parte de la historia. En mi siguiente columna continuaré con este relato para contarles como la invasión de Irak inició una irreversible erosión en la confianza de la clase política y los medios, llevando eventualmente a la distorsión misma de la realidad y la verdad.


¡Salud!