21/6/21

¡YO QUIERO CREER!

Vayamos con la pregunta del millón: ¿Aceptará el gobierno la existencia de alienígenas? ¿Aceptará que siempre tuvieron marcianos escondidos en el Área 51? 


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

¡De rodillas, paganos! El 2021 está resultando ser un año cósmico y el tema del momento tiene aires conspiracionista. Eso sí, les juro que es tan serio como cualquier asunto geopolítico. ¿A qué me refiero? Pues a los mismísimos OVNIs.

Antes de que cuestionen cómo una publicación con el prestigio de Vértigo permitiría que se publicara una opinión posiblemente reservado para el mamarracho de “Alienígenas Ancestrales”; quisiera adelantar que no pretendo hablar de marcianos ni seres de otros planetas.

Ahora bien… ¿Por qué tanto alboroto? Porque por primera vez en la historia el gobierno estadounidense se prepara para emitir un reporte donde acepta que realmente existen objetos extraños en el cielo que simplemente no tienen una explicación. Estos “fenómenos aéreos no identificados”, como se les conocen ahora en la jerga gubernamental, son reales y su entendimiento desafía a la ortodoxia científica y aeronáutica.

El origen de esta controversia comienza hace un par de años, cuando The New York Times publicó un par de videos grabados por cámaras de aviones militares donde se mostraban objetos extraños en el aire y el audio de pilotos sorprendidos por lo que observaban. Tiempo después el Pentágono confirmaría su autenticidad. 

Esto rompe con décadas de secretismo por parte del gobierno. Como explica Gideon Lewis-Kraus en su excelente artículo en The New Yorker (How the Pentagon Started Taking U.F.O.s Seriously), el comienzo de la Guerra Fría a mediados del siglo pasado marcó un cambio en la mentalidad del gobierno estadounidense hacia los reportes de fenómenos voladores no identificados.

Si previamente el Ejército se interesaba por los reportes de sus pilotos sobre objetos inexplicables en el cielo; con la amenaza nuclear de la Unión Soviética, las ramas militares de EE.UU. no podían continuar aceptando en público que objetos extraños estuvieran entrando en su espacio aéreo y que su Fuerza Aérea fuera incapaz de reaccionar con efectividad. La lógica es que esto demostraría debilidad e incompetencia frente a los rusos, algo imperdonable en un momento de alto riesgo geopolítico.

La segunda razón para ignorar estos avistamientos era que llegaban tantos los reportes que el Pentágono temía que entre todo este “ruido” se perdiera alguna señal de peligros reales (digamos, un avión ruso o un misil). Por lo tanto, desde la década de 1960, el gobierno de Estados Unidos decidió ridiculizar cualquier reporte de OVNIs, y desprestigiar a quienes afirmaban haber visto algo.

Pero ya no estamos en la Guerra Fría, y ahora altos mandos del gobierno civil y militar de EE.UU. consideran a estos fenómenos como un peligro directo para su seguridad nacional. Es por esto que a finales del 2020, dentro del paquete de créditos valuado en 2.3 billones impulsado por Donald Trump, ciertos congresistas incluyeron una cláusula donde pedían al Secretario de Defensa y al Director de Inteligencia Nacional la presentación de un informe (desclasificado) sobre todo lo que el gobierno sabe de los OVNIs. ¿La fecha de publicación de dicho reporte? ¡El 25 de junio! ¡Esta misma semana! 

Vayamos con la pregunta del millón: ¿Aceptará el gobierno la existencia de alienígenas? ¿Aceptará que siempre tuvieron marcianos escondidos en el Área 51? Por desgracia, no.

The New York Times ya recibió información exclusiva de los involucrados en la redacción del reporte, quienes indican que el gobierno sí aceptará que existen objetos voladores sin explicación, pero que no puede confirmar ni negar que sean seres fuera de este planeta.

Esto es un paso importantísimo para alumbrar un tema que ha causado fascinación por más de 80 años. Así que por lo pronto…¡Sigan mirando al cielo! 


7/6/21

DICTADORES À LA MODE

Aquí se encuentra el mayor peligro de las nuevas dictaduras: ¡Se han vuelto más aburridas!


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú


Hace tiempo escribí en estas páginas (“La Secta Democrática”; Vértigo 1041) sobre la decadencia de la democracia liberal a nivel global. Recapitulo rápidamente: The Economist Intelligence Unit, que revisa y califica el estado de la democracia en 167 países, reveló que durante el 2020 sólo el 8.4% de la población mundial vivía en una “democracia plena”. Por su parte, Freedom House concluyó que tres cuartas partes de la humanidad vive en un país donde la libertad está en declive, agregando que en los últimos cuatro años, más de 100 países se han vuelto “menos democráticos” incluyendo a Canadá, Estados Unidos y la mayoría de Europa Occidental. ¡Pácatelas! ¡Ni hablar!

No quisiera aparentar cinismo, pero nada de esto es sorpresa. A donde sea que miremos, observamos cómo gobiernos erosionan diariamente los andamiajes democráticos, práctica que se amplió y profundizó con la pandemia de la covid-19 y las medidas draconianas implementadas en numerosas latitudes.

Lo interesante aquí es analizar cómo en una era de apertura económica, integración comercial, y libre circulación de información, tantos países se estén volviendo más nacionalistas, iliberales y dominados por hombres fuertes. En plena globalización, los gobiernos autoritarios están teniendo un día de campo. ¿Cuál es el secreto de su éxito? 

De acuerdo con un análisis de Max Fisher y Amanda Taub en The New York Times, la razón es que los gobiernos autoritarios están evolucionando para adaptarse a la nueva realidad social y política. Atrás quedaron los líderes revolucionarios mesiánicos, las dictaduras totalitarias genocidas o las juntas militares (claro, todavía hay algunas por ahí, pero muy pocas). Ahora, los hombres fuertes se presentan como civiles, realizan elecciones con fachada democrática, y se han vuelto más astutos para contrarrestar cualquier protesta en su contra. Si antes un dictador asesinaba a quienes se rebelaban, ahora “no imponen su voluntad por la fuerza o aterrorizan a sus ciudadanos para someterlos; más bien buscan superarlos con astucia”, apuntan los autores.

Tomemos en concreto el caso de la represión violenta. Fisher y Taub indican que al analizar el golpe de estado en Myanmar en febrero del 2021 (el cual ha dejado más de 800 muertos) supusieron que este tipo de actos represivos serían comunes en el mundo. ¡Pues no! 

Tomando la información de Uppsala Conflict Data Program, una base de datos que muestra todos los actos de violencia en el mundo, descubrieron que en la década de 1990, hubo 23 casos donde un gobierno asesinó a 500 o más de sus propios ciudadanos; en la década de los 2000, hubo siete casos; y en la década de 2010, sólo seis.

“Bueno”, dirán algunos, “seguro los gobiernos matan a menos personas pero en más ocasiones”. ¡Tampoco! Al revisar los eventos de violencia gubernamental que causaron 100 muertes, se encontraron 80 casos en la década de 1990, 46 en la de 2000 y 31 en la de década  2010. Episodios con más de 1,000 muertos: 14 en la década de 1990, cinco en la de 2000 y cuatro en la de 2010.

Estos números demuestran que la represión violenta en contra de ciudadanos va a la baja, aún cuando el número de gobiernos autoritarios va a la alza. Y aquí se encuentra el mayor peligro de las nuevas dictaduras: ¡Se han vuelto más aburridas! Si antes un gobierno autoritario podía generar indignación internacional después de una masacre (pensemos en Tiananmen) ahora los dictadores son menos dramáticos y escandalosos, pero no necesariamente menos peligrosos. 

Pero no nos engañemos. Todos los días miles de millones de personas viven en países que reprimen sus derechos y libertades: lo malo es que esa realidad no es ni escandalosa ni dramática. ¿Y quién quisiera ver un programa así de aburrido en la televisión?


24/5/21

LA RELIGIÓN NO SE DESTRUYE, SÓLO SE TRANSFORMA

El peligro ahora es que los debates políticos comienzan a transformarse en discusiones metafísicas; algo letal para las democracias liberales.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú


Les confieso algo: durante gran parte de mi adolescencia creí firmemente que la religión debía desaparecer para que la sociedad pudiera avanzar hacia una nueva era de racionalidad e ilustración. Esta cruzada secular fue un fracaso. No logré convencer a nadie.

Para mi fortuna, no era necesaria mi participación. La religión ha ido retrocediendo en gran parte de Occidente, incluso en nuestro México, por numerosas y muy diversas causas que no vale la pena discutir ahora.

Tomemos el caso de Estados Unidos. De acuerdo con Gallup, durante gran parte del siglo XX el 70% de las personas en promedio asistían a alguna iglesia de manera periódica. Pero en su medición del 2020, esta participación tuvo una caída brutal, terminando en un alarmante 47 por ciento.

En México las cosas son algo similares. El censo del 2010 mostraba a poco más de 84 millones de católicos y 10 millones de “otras” religiones. Los no creyentes apenas sumaban 4.6 millones de personas. Para el censo del 2020, se contaban 9.1 millones de no creyentes (un incremento de 96%); mientras que los feligreses subieron sus números de manera más marginal, 7%  para católicos y 59% para otras religiones.

Estas cifras debieron alegrar al ateo beligerante que aún vive dentro de mí. Sin embargo, el académico Shadi Hamid avanza una hipótesis que complica este panorama. La pérdida de religión -argumenta- no genera una sociedad racional y científica, sino que engendra un mundo de polarización, radicalismo y división. Les explico. 



En su artículo publicado en The Atlantic (America Without God), Hamid alude al académico Samuel Goldman y su “ley de la conservación de la religión”. Esta teoría indica que en toda sociedad “existe una oferta relativamente constante y finita de convicción religiosa” y que lo único que varía “es cómo y dónde se expresa esta convicción”. Esto significa que entre más se diluye la religiosidad en una sociedad, más incrementa la intensidad ideológica; porque el fervor que antes se canalizaba hacia la religión ahora se expresa en pasiones políticas. En otras palabras, la religión no se destruye, sólo se transforma.

Las expresiones polarizantes en EE.UU. son muy claras. En la derecha, la religión ha dado pie a un movimiento mesiánico centrado en Donald Trump y el etnonacionalismo. En la izquierda, la cultura “woke” ha reimaginado el concepto de pecado, penitencia y excomunión para aquellos que transgreden sus normativas culturales o discursivas.

Lo preocupante es que las convicciones religiosas y políticas no comparten la misma esencia. Las religiones tienden a crear una realidad externa compartida por la sociedad (un nomos, diría Peter Berger), pero las ideologías políticas tienden a fragmentarse rápidamente. Por su naturaleza mundana la política genera división y antipatía entre los ciudadanos. “A nadie sorprende que las ideologías ascendentes en Estados Unidos, teniendo que llenar el vacío dejado por la religión, sean tan divisivas. Están destinadas a ser divisivas”, argumenta Hamid.

El retroceso del cristianismo ha comenzado a erosionar el terreno común donde la sociedad norteamericana podía coincidir y respaldarse. El peligro ahora, argumenta Hamid, es que los debates políticos comienzan a transformarse en discusiones metafísicas; algo letal para las democracias liberales, que toma las diferencias públicas como negociables, pero nunca como dogmas intransigentes.

En México este proceso avanza de manera más lenta, pero gradualmente vemos nuevos niveles de polarización al tiempo que retrocede la religiosidad. ¿Estaremos también frente a una radicalización política ante la ausencia de creencias religiosas? 

Ante esta posibilidad, sólo basta recordar la máxima de los teólogos antiguos: ¡Que Dios nos agarre confesados!


10/5/21

HAY TRANSFORMACIONES MÁS IGUALES QUE OTRAS

Al final, queda claro que tanto nosotros como los gringos estamos pasando por una Cuarta Transformación. La de ellos es una Cuarta Transformación tecnológica. La de nosotros es simplemente... una transformación de cuarta. 


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú


Hay que decir las cosas claras: ¡Hay de transformaciones a transformaciones!

A diferencia de las chabacanerías tropicales que nos recetan a diario en este país, nuestros vecinos del norte se dejaron de ocurrencias y propusieron una revolución sin precedentes en la historia de la humanidad: una absoluta transformación tecnológica, económica y social para salvar al mundo de un cataclismo ecológico. 

¿Qué fue lo que ocurrió? El 22 de abril, en el marco de una Cumbre Climática Virtual, el presidente Joe Biden anunció los nuevos compromisos que asumirá Estados Unidos en la reducción de gases de efecto invernadero. Su objetivo: reducir en un 50% las emisiones para el final de la década (comparado con niveles del 2005); casi el doble de lo propuesto por Brack Obama en 2015.

Semejante tarea hercúlea generará enorme escepticismo. ¡Y nadie podría culpar a los incrédulos! De hecho, podríamos decir que a partir de ahora, todas las acciones que tome la administración de Biden deberán estar enfocadas a cumplir este objetivo. Una cosa que falle, y todo el proyecto se descarrila.

Pero estos enormes y agresivos retos no eliminan la urgencia y trascendencia de este compromiso. “Esto es un imperativo moral, un imperativo económico, un momento de peligros pero también de posibilidades extraordinarias”, apuntó Biden al inaugurar la Cumbre. 

¿Qué tienen que hacer para lograr todo esto? De entrada, invertir billones de dólares en infraestructura; reestructurar las reglas del capitalismo; asegurar que miles de industrias y trabajadores puedan transitar a la economía del futuro; transformar la manera en la que millones de estadounidenses se alimentan, se transportan y consumen energía eléctrica. Poca cosa, como pueden ver.

Pero bien indican Coral Davenport, Lisa Friedman y Jim Tankersley en The New York Times, que si Biden logra orquestar esta transición, las ganancias serían inmensas: un menor riesgo de sufrir una catástrofe climática, un renovado liderazgo global para las industrias estadounidenses en los sectores clave que definirán al siglo XXI; y un torrente de nuevos nuevos y mejores empleos para la clase media. The Rhodium Group, una consultora en temas de energía, indicó que el plan Biden podría crear 600,000 nuevos empleos al año en promedio durante el período 2022-2031. ¡Ahí nomás!

Mientras todo esto se debate en el Imperio Yanqui, en nuestro México Mágico las cosas son diametralmente opuestas. Aquí nuestra participación en la Cumbre Climática se trató de nuevos yacimientos petroleros y de cómo fortalecer el mercado interno de gasolinas. Lo equivalente a llegar con un pomo de Bacardí a una reunión de Alcohólicos Anónimos. 

Esta no es la primera vez que nuestros gobernantes prefieren promover ideología a costa de la ciencia. Pero es precisamente esta mentalidad “anticlimática” (en ambos sentidos de la palabra) la que nos dejará fuera de la verdadera transformación que se avecina en los siguientes 10 años: inteligencia artificial, computación cuántica, nanotecnología, el internet de las cosas, biotecnología, realidad virtual, robótica, tecnología espacial, materiales inteligentes. 

Esta Cuarta Transformación Industrial requerirá de enormes apoyos e incentivos gubernamentales para lograrse, pero terminará por generar millones de empleos y muchos más millones de dólares. Estados Unidos ha entendido esto. Aquí no tenemos siquiera un plan para aprovecharla, mucho menos para liderarla.

Al final, queda claro que tanto nosotros como los gringos estamos pasando por una Cuarta Transformación. La de ellos es una Cuarta Transformación tecnológica. La de nosotros es simplemente... una transformación de cuarta. 

Bien dijeron los sabios de la antigüedad: todas las transformaciones son iguales, pero algunas son más iguales que otras.


26/4/21

CRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA

El problema del neoliberalismo es global. A donde sea que volteemos, el viejo paradigma se percibe malherido y desahuciado, dando tumbos y retrocediendo. Cuatro largas décadas de teoría y acción económica se desmoronan frente a nuestros ojos. ¡De rodillas, paganos!


Texto: Juan Pablo Delgado Cantú

No me importa sonar hiperbólico: estamos viviendo los tiempos finales del neoliberalismo. 

El responsable de esto no es  -naturalmente- el presidente de México. Porque aunque todas las mañanas arroje burlas, escarnios e insultos contra el espectro neoliberal, al final esto es -si acaso- un espectáculo parroquial que no genera eco más allá de nuestras fronteras.

El problema del neoliberalismo es global. A donde sea que volteemos, el viejo paradigma se percibe malherido y desahuciado, dando tumbos y retrocediendo. Cuatro largas décadas de teoría y acción económica se desmoronan frente a nuestros ojos. ¡De rodillas, paganos!

Quizá esto era inevitable. Desde hace años existe una gran inconformidad ante un sistema que muchos perciben como cruel, poco regulado, e incapaz de contrarrestar las grandes desigualdades que se han generado en las sociedades. 

Si la crisis del 2008 abrió las primeras grietas, el golpe mortal vino con la pandemia del Sars-CoV-2, donde el doble shock (de oferta y de demanda) causado por los cierres económicos dejó expuesta la absoluta incapacidad de este modelo para contener los peores efectos del desempleo, la quiebra de negocios y el aumento de la pobreza. 

Ahora bien, si el neoliberalismo muere, ¿qué es lo sigue? De acuerdo con numerosos analistas, estamos frente a una nueva época donde el Estado tendrá un papel más preponderante en la conducción de la economía. 

Desde mediados del 2020 ya doblaban las campanas por la muerte del neoliberalismo. En abril, el consejo editorial del diario británico The Financial Times -nunca conocido como amigo del estatismo- escribió que debido a la pandemia serían necesarias “reformas radicales” que revirtieran “la dirección política predominante de las últimas cuatro décadas”, las cuales deberán de promover “un papel más activo en la economía” por parte de los gobiernos para invertir en servicios públicos y proteger el mercado laboral.

También el Fondo Monetario Internacional (FMI) -paladín excepcional del neoliberalismo- dejó atrás su ortodoxia y desde el año pasado recomendó a los países incrementar su gasto público e incluso endeudarse (con “responsabilidad”) para aminorar los efectos de la crisis.

A comienzos de abril del 2021, el reporte “Fiscal Monitor” del FMI reconoció que la pandemia había exacerbado las desigualdades en educación, salud y otras esferas, lo que podría causar que las brechas de ingresos persistan por varias generaciones en el futuro. Ante esto, recomendó a las economías avanzadas impuestos más progresivos sobre la renta, las herencias, la propiedad; e incluso a incrementar impuestos sobre las ganancias corporativas "excedentes" para ayudar a reducir estas desigualdades. ¡Válgame dios!

Por su parte, el gobierno de Joe Biden, sin haber cumplido siquiera 100 días en el poder, ha trastocado la ortodoxia económica que definió a Estados Unidos por 40 años. Su administración ya gastó 1.9 billones de dólares en cheques para millones de ciudadanos (algo que inició Trump); y ahora, Biden busca incrementar los impuestos corporativos (del 21% al 28%) para recaudar $2.5 billones en los próximos 15 años y gastarlos en infraestructura. 

Por si fuera poco, su secretaria del Tesoro, Janet Yellen, propuso un impuesto mínimo global para las corporaciones, para detener la "carrera hacia el fondo", donde los países bajan sus tarifas para competir por empresas, permitiendo a las multinacionales trasladar ganancias y evitar pagar impuestos en su país de origen. Por lo pronto, Francia, Alemania y Jeff Bezos (Amazon) ya anunciaron su apoyo a Yellen.

¿Debemos lamentar la muerte del neoliberalismo? Yo creo que no merece ni una sola lágrima. El detalle ahora es construir un nuevo paradigma que realmente sea más justo, incluyente y responsable.

12/4/21

LA CUMBRE DE LOS AGRAVIOS

La “Cumbre en Anchorage” nos coloca frente a un futuro incierto y repleto de despeñaderos. China ha abandonado completamente la máxima de Deng Xiaoping -"Esconde tus fuerzas y espera tu momento”- mostrando en cambio asertividad, agresividad y soberbia. 


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú


Para todos los amantes del orden internacional, los hechos ocurridos a mediados de marzo debieron ser vistos como el primer capítulo de una historia de terror.

El día 18, el equipo diplomático de élite del presidente Joe Biden se reunió con sus contrapartes chinas en Anchorage, Alaska. Según la postura oficial del gobierno americano, era una oportunidad para detallar “nuestros intereses, intenciones y prioridades, y adquirir algo de conocimiento sobre la posición de los chinos”. O como dice el periodista Alex Ward de VOX, la reunión podría considerarse la primera cita entre dos exnovios tras una fuerte ruptura. 

Con este preámbulo, los aficionados de la geopolítica esperaban que la reunión significara el relanzamiento cordial y armónico de la relación más importante del planeta. Todos esperaban tensión -sin duda-, pero pocos previeron la discusión explosiva que terminó aconteciendo.

El Secretario de Estado, Antony Blinken, abrió la cancha con una letanía de quejas y agravios: el genocidio de Xinjiang; la represión en Hong Kong; las amenazas hacia Taiwán; los ciberataques contra Occidente, la coerción económica contra países aliados; y el desprecio por las normativas globales. 

Si cada interlocutor tenía dos minutos para exponer comentarios iniciales; Yang Jiechi, principal diplomático chino, se agandalló sus buenos 18 minutos para enumerar todo aquello que China desaprueba del Imperio Yanqui: la desconfianza que los propios gringos tienen hacia la democracia; que EE.UU es el “campeón” en ciberataques; los abusos de derechos humanos y los asesinatos de afroamericanos; las guerras que han iniciado en el mundo y la inequidad económica rampante. ¡Crista Jesusa! Eso no salió como esperábamos.

Lo peor de todo, es que a diferencias de otras reuniones bilaterales, aquí ambos países decidieron convertir su intercambio en un reality show, sacando los trapos sucios frente a las cámaras de televisión, las cuales transmitieron en vivo al mundo entero este afable y ameno soirée.

La situación siguió empeorando. Pocos días después, EE.UU, la Gran Bretaña y Canadá se unieron a la Unión Europea para imponer sanciones contra cuatro altos funcionarios chinos acusados de violaciones de derechos humanos contra los uigures en Xinjiang (ver “Un Genocidio Sin Importancia” en Vértigo #1045); quizás las sanciones más severas impuestas contra China desde la masacre de Tiananmen. Y si pusieron atención, notarán que los países involucrados son los mismos que integran a la OTAN -antiguamente el equipo anti-soviético- que ahora buscan poner en jaque a los chinos.

Obviamente, Beijing no tardó en responder con sus propias sanciones contra personas e instituciones de la UE, aprovechando para decir que Europa “debe dejar de sermonear a otros sobre derechos humanos, y de interferir en sus asuntos internos”. ¡Qué bonita relación!

Esto no es un asunto menor. Joe Biden lleva poco más de 2 meses en la presidencia y este primer (des)encuentro con China nos revela turbulenta ruta que nos depara por lo menos durante los siguientes cuatro años. ¡Y ojo! Hablamos de las dos economías más importantes del planeta, las cuales ni siquiera pueden ponerse de acuerdo en cómo debería de funcionar el mundo. 

La “Cumbre en Anchorage” nos coloca frente a un futuro incierto y repleto de despeñaderos. China ha abandonado completamente la máxima de Deng Xiaoping -"Esconde tus fuerzas y espera tu momento”- mostrando en cambio asertividad, agresividad y soberbia. Estados Unidos no dejará su posición como principal potencia global sin una batalla. En palabras de Alex Ward, “estamos ante el precipicio de una nueva relación entre China y Estados Unidos”. 

Eso sí… esperemos que no nos arrastren a ese precipicio junto con ellos.


29/3/21

UN GENOCIDIO SIN IMPORTANCIA

¿Cuál creen que es el mayor escándalo global actualmente? ¿Qué les parece “genocidio demográfico” para abrir conversación? 


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú


Ahí le va una retadora: ¿Cuál creen que es el mayor escándalo global actualmente?

Algunos dirán que el trofeo se lo lleva Meghan Markle y sus escandalosas revelaciones sobre la vida privada de la Corona Británica. Otros dirán que es la “cultura de cancelación” descontrolada, que en los últimos días se ha llevado de encuentro a Dr. Seuss (por racista), a Pepe Le Pew (por acoso sexual en caricatura), a Mr. Potato Head (por sexista) y a John Travolta por utilizar el canto y la danza  en “Vaselina” para promover el racismo, el sexismo y la homofobia.

Permítanme entonces poner sobre la mesa otro escándalo que quizá pueda llegar a preocuparlos también. ¿Qué les parece “genocidio demográfico” para abrir conversación? Si no tienen idea de qué hablo por andar despistados con la Duquesa de Sussex, dejen les explico:

Desde hace unos años, el gobierno de China ha emprendido una campaña masiva y sistemática en contra de los uigures. Los uigures, para los nuevos en el tema, son una minoría étnica musulmana que viven en la provincia de Xinjiang (oeste China) que mantienen una cultura más afín a la de Asia Central que a la de Beijing; algo que al régimen de Xi Jinping le parece bastante inaceptable.

Fue entonces que Xi decidió tomar cartas en el asunto, y a partir del 2014 comenzó a internar a  millones de hombres, mujeres, niños y ancianos en campos masivos de “reeducación” (“concentración”, dirían otros), con la dizque excusa de estar combatiendo el radicalismo ideológico de la población. La realidad de lo que ocurrió es pavorosa: adoctrinamiento, separación familiar, tortura y una campaña masiva de esterilización.

A principios de marzo, el Newslines Institute For Strategy and Policy, un organismo independiente y apartidista con sede en Washington D.C., publicó un informe detallando la situación en Xinjiang y su conclusión fue fulminante: el gobierno de China es responsable de cometer genocidio contra los uigures.

El nuevo informe indica que las acciones del gobierno chino han violado "todos y cada uno de los actos" prohibidos por la Convenio para la Prevención y la Sanción del Delito del Genocidio. Entre ellos: asesinato de integrantes de un grupo; causar graves daños corporales o psicológicos;  sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial; traslado forzoso de niños a otro grupo; e imposición de medidas destinadas a prevenir nacimientos dentro del grupo.

En este último punto, algunos expertos hablan en particular de un “genocidio demográfico”. La periodista Sigal Samuel en VOX indica que entre 2015 y 2018, la  población uigur en la provincia de Xinjiang se redujo en un 84%, y las cifras de esterilización “son drásticamente más altas que la tasa nacional china”. De acuerdo con las cifras presentadas por la Associated Press, “en 2014 se insertaron un poco más de 200,000 dispositivos intrauterinos (DIUs) en Xinjiang, número que aumentó a casi 330,000 DIUs en 2018, un aumento de más del 60 por ciento”.

Esta es la situación actual para millones de personas: una destrucción sistemática de su capacidad reproductiva con el objetivo de exterminar a la etnia a la que pertenecen.

Y como bien indica el comediante Bill Maher: ¿Saben a quién le importa un verdadero carajo que Dr. Seuss haya dibujado a unos chinos de manera racista? Exacto: ¡A los propios chinos!

Mientras nosotros nos peleamos por cancelar libros, películas o personajes de caricatura, China está rehaciendo al mundo a su imagen y semejanza, comenzando por su propio patio trasero. 


15/3/21

EL REGRESO DE IL DUCE

La pregunta relevante ahora es: ¿Qué forma tomará el movimiento de Donald Trump en el corto o mediano plazo?

Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú


El domingo 28 de febrero, tras un periodo que los historiadores recordarán como “El Breve Silencio”, Il Duce en el exilio regresó triunfante.

Saliendo de un pantano (Mar-a-Lago) para arribar a otro (Orlando), Donald Trump se volvió a coronar con laureles de miedo y odio durante su participación en la Conservative Political Action Conference (CPAC). Ahí, el ogro naranja subrayó que el camino que inició hace cuatro años “está muy lejos de terminar”. Su discurso inició y terminó entre aplausos y vítores, eliminando cualquier sospecha sobre su muerte política.

No les diré más de su discurso, en parte porque no quiero aburrirlos y en parte porque no se dijo nada nuevo. Fue una colección de los ‘grandes éxitos’ que vimos durante sus dos campañas electorales y su presidencia; melodías como “seguiremos ganando”, “luchar contra el radicalismo de los Demócratas”, “derrotar al establecimiento político”, y otras tantas. Sorprendió, eso sí, por una confesión: “No comenzaré ningún partido político nuevo, [pero no hay necesidad] ya tenemos al Partido Republicano”.

¡Así las cosas, señores! No duramos ni dos meses y ahora el monstruo aparece de nuevo para amenazar otra vez al mundo. Les recuerdo que no llega solo: detrás de él hay un partido político secuestrado y millones de seguidores fanáticos.

La pregunta relevante ahora es: ¿Qué forma tomará el movimiento de Donald Trump en el corto o mediano plazo? Para esto, quisiera compartirles las opciones que nos señala la periodista Yasmeen Serhan en The Atlantic:

1. El caso Berlusconi: Silvio Berlusconi fue “el Trump antes que Trump”. Un empresario multimillonario, estrella de la TV, populista en contra del “establishment” y mujeriego irredento. Al igual que Trump, su carrera política se definió por escándalos, juicios e investigaciones judiciales, algo que nunca le quitó sus altísimos niveles de aprobación. Esta popularidad le permitió tener varios regresos triunfales al escenario político de Italia. ¿Logrará Trump emular a su compadre italiano? ¿Mantendrá ese culto de personalidad que también tuvo Silvio? ¿Mantendrá el control del Partido Republicano como Silvio dominó a Forza Italia? Sea como sea, una  gran diferencia entre ambos es que Berlusconi siempre reconoció sus derrotas electorales sin grandes incidentes.

2. El Caso Perón: El arquetipo de todo populista contemporáneo, Juan Domingo Perón creó en la década de 1940 una fuerza política que traspasó fronteras y sobrevivió incluso a su muerte. ¿Cuál fue su secreto? Que al haber sido derrocado y exiliado en un golpe de estado, Perón pudo crearse una “narrativa de victimización”. Un sentimiento de agravio similar ya permea a los seguidores de Trump, quienes insisten en que la elección del 2020 fue robada. Incluso si Trump no compite en el 2024, la ideología del “trumpismo” (como la del “peronismo” en Argentina) seguramente definirá a los candidatos que surjan del bando Republicano.

3. El Caso Fujimori: Otro tipo de populismo que sobrevivió la pérdida de su líder. Al igual que el peronismo en Argentina, la ideología del expresidente Alberto Fujimori sigue siendo una fuerza política dominante en Perú. ¿La principal diferencia? Que el fujimorismo se mantuvo dentro de la familia del fundador; y hoy los hijos de Fujimori, Keiko y Kenji, lideran facciones rivales del movimiento. Algo muy similar ocurre con el trumpismo, donde Don Jr. e Ivanka han tomado banderas divergentes, aunque ambos buscan ser los herederos del trono que dejó su padre.

Queda claro que el trumpismo actual muestra características de todos estos modelos. Aunque bien indica Serhan que el movimiento de Trump seguramente será más similar al fujimorismo que al peronismo. Eso sí, sea cual sea el estilo que adopte, una cosa es totalmente segura: el trumpismo llegó para quedarse.


1/3/21

LA SECTA DEMOCRÁTICA

Hoy quiero referirme a una secta de creyentes que -contra toda evidencia- continúan pregonando la invencibilidad de la democracia liberal en el mundo. Llamémoslos, por decir algo, “La Iglesia del Liberalismo Triunfante”


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú


Si algo he entendido en mi breve investigación sobre cultos, es que la participación en uno de ellos nunca fue exclusiva de personas delirantes o con tendencias milenaristas. 

Como expliqué en mi columna anterior [“El Síndrome de Estrumpcolmo”, Vértigo #1039], incluso cuando las creencias de un grupo sean ilógicas o disparatadas, la mayoría de los seguidores suelen ser personas funcionales, con educación, y provenientes de familias estables. Esto lo hemos visto en las últimas décadas, desde individuos que pertenecen a QAnon, NXIVM, o Heaven's Gate.

Con esto en mente, quisiera expandir un poco mi muestra de análisis para buscar tendencias cultistas en otros sectores de la sociedad que generalmente suelen ser considerados ilustrados y racionales. En particular, explorar las manías que subsisten en los círculos más altos de la academia y de la filosofía política. Por esto, hoy quiero referirme a una secta de creyentes que -contra toda evidencia- continúan pregonando la invencibilidad de la democracia liberal en el mundo. Llamémoslos, por decir algo, “La Iglesia del Liberalismo Triunfante”.

El credo central de su catecismo es la idea de que la globalización llevará invariablemente a un mundo más democrático y con mayor respeto a las libertades políticas, económicas y sociales. Que frente al incremento en el intercambio comercial y cultural, el liberalismo terminaría por permear a las naciones de todos los continentes; culminando con la destrucción de todas las barreras autoritarias y dictatoriales.

¿Les suena muy familiar, verdad? ¡Y cómo nos gustaría que todo esto fuera cierto! Por desgracia, toda la evidencia apunta en contra de esta gran ficción. Lo peligroso del asunto es que, de no abandonar nuestra ceguera religiosa, quizá un día despertemos y ya sea demasiado tarde para salvaguardar algo del naufragio democrático.

Veamos la evidencia: Por un lado, The Economist Intelligence Unit, que revisa y califica el estado de la democracia en 167 países, reveló que el año pasado sólo el 8.4% de la población mundial vivía en una “democracia plena”; mientras que más de un tercio de la humanidad vivía bajo un régimen autoritario. En su puntaje sobre salud democrática, el promedio mundial obtuvo una calificación de 5.37 de 10, el más bajo desde que The Economist comenzó sus mediciones en 2006. 

También están las mediciones de Freedom House, que en su último informe concluyó que el estado de la democracia y los derechos humanos había empeorado en 80 países desde que inició la pandemia del covid-19. De acuerdo con Freedom House, en los últimos cuatro años, más de 100 países se han vuelto “menos democráticos” incluyendo a Canadá, Estados Unidos y la mayoría de Europa Occidental. ¡Terribles noticias!

Esto debería ser la alarma que despierte a todos que deseamos un mundo regido por los principios de una democracia liberal. Que algo quede claro: el liberalismo no goza de buena salud, está perdiendo la batalla en todo el mundo y revertir esta tendencia no será nada sencillo.

¿Qué podemos hacer? Lo primero sería reconocer que estamos en graves problemas. Lo segundo, dejar de pensar que la democracia es inevitable en un mundo globalizado. ¡Nunca lo fue! Lo tercero es comprender que toda acción anti-liberal que tome un gobierno -por más pequeña que sea- ayuda a erosionar la estructura democrática de un país; algo evidente con las numerosas medidas iliberales tomadas durante la pandemia del covid-19.

Es momento de escapar de La Iglesia del Liberalismo Triunfante y defender las últimas libertades que nos quedan. La luz al final del túnel no parece ser el paraíso prometido, sino un tren acercándose a toda velocidad.

15/2/21

EL SÍNDROME DE ESTRUMPCOLMO

Uno esperaría que cuando algo tan calamitoso sucede en un culto, los seguidores escapan en desbandada humillados o en shock. Pero esto no es necesariamente lo que está sucediendo. 


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú


Va una pregunta: ¿Qué clase de persona se vuelve parte de un culto? Seguramente pienses que sólo los imbéciles, los altamente manipulables o los perdedores podrían renunciar a la cordura para formar parte de un grupo de lunáticos.

De entrada, esto es incorrecto. La socióloga Janja Lalich indica que no existe una personalidad arquetípica susceptible a caer en estos espirales, apuntando que “las personas que se unen a un culto tienen en lo general un alto grado de educación, provienen de buenas familias y no tienen problemas psicológicos previos”.

Lo anterior importa porque estamos viendo en tiempo real un profundo cisma en el mayor culto de las últimas décadas, donde millones de personas que han sido manipuladas y engañadas por un charlatán ahora enfrentan la cruda realidad. ¿A quién me refiero? Naturalmente a la pseudorreligión conocida como QAnon.

QAnon es una teoría de conspiración/culto que cree que Donald Trump era el héroe esperado para derrotar a un sórdido grupo de liberales pedófilos y caníbales. “Q” -un dizque insider con información privilegiada- se comunicaba de manera anónima (de ahí el “Anon”) en foros como Reddit y 4chan, revelando pistas sobre el plan maestro de Trump. 

Primero lo obvio: todo esto es una retorcida fantasía sin sustento en la realidad. Pero esto no evitó que millones siguieran religiosamente a “Q” y que surgieran apóstoles para descifrar sus enigmáticos comunicados. Tal fue el arrastre que para 2019 los fanáticos aparecían en mítines de Trump portando parafernalia de Q. Hoy incluso tienen a una representante en el Congreso (Marjorie Taylor Greene, de Georgia).

Todo esto viene al caso porque -evidentemente- todas las predicciones fallaron. Q había prometido que Joe Biden jamás sería inaugurado. Que Donald Trump declararía Ley Marcial para permanecer en el poder. Que Joe Biden sería arrestado. Que habría un “Gran Amanecer” cuando se revelara al grupo satánico que operaba tras las sombras. Al final… Biden es presidente; no hubo pedófilos caníbales; y Trump es un perdedor viviendo en Florida.

¿Y ahora? ¿Qué sucede con estos individuos tras una ruptura tan grave en sus creencias? Uno esperaría que cuando algo tan calamitoso sucede en un culto, los seguidores escapan en desbandada humillados o en shock. Pero esto no es necesariamente lo que está sucediendo. 

De acuerdo con el neuropsicólogo Vaughan Bell, mientras algunos abandonarán un culto, -generalmente los adherentes más nuevos o menos comprometidos- “la gran mayoría experimenta poca disonancia cognitiva y sólo hace pequeños ajustes en sus creencias. Seguirán hacia adelante, generalmente sintiéndose espiritualmente más enriquecidos”.

Por ejemplo, algunos seguidores de QAnon están recurriendo a grupos de apoyo en línea e incluso a terapia para ayudarlos a salir adelante. Algunos entrevistados por The Associated Press dicen que el proceso de dejar QAnon es similar a dejar una adicción de drogas.

Pero los fanáticos persisten, como lo revela The Atlantic. Un seguidor aferrado dice: “Yo creo con cada gramo de mi cuerpo que el presidente Trump ganó la elección; pero el ‘pantano’ es mucho más profundo, más amenazante, más corrupto y malicioso de lo que imaginamos”. ¡Típico! La profecía no falló, simplemente las fuerzas enemigas eran más fuertes de lo que creíamos.

Todo esto es análogo para México. Aquí, millones de ciudadanos creen fervientemente en la retórica que emana de Palacio Nacional. Creen en una transformación histórica de la vida pública. Creen en la misión divina de un presidente. Creen en su mítica batalla contra las fuerzas oscuras de la corrupción y el neoliberalismo. ¿Qué sucederá con ellos si -o cuando- sus expectativas no sean cumplidas?

(Publicado originalmente en Vértigo)

31/1/21

IMMORTAN JOE Y LA NUEVA DÉCADA

Según los puristas y los dueños del tiempo, la llegada del 2021 marca oficialmente el inicio de la tercera década del siglo XXI. Así que analicemos algunas de las temáticas más turbulentas que marcarán el futuro próximo.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú


Según los puristas y los dueños del tiempo, la llegada del 2021 marca oficialmente el inicio de la tercera década del siglo XXI. Y como bien dice el pueblo sabio: década nueva, suegra nueva, presidencia nueva. 

Porque cuando lean esto, la pesadilla de Donald Trump (mas no del Trumpismo) habrá llegado a su patético final. Pero ni la nueva década, ni el estreno de la Era de Biden nos traerán un respiro. Recuerden siempre esta máxima: “¡No hay tregua, raza!”

Así que analicemos algunas de las temáticas más turbulentas que marcarán el futuro próximo, cortesía de The Washington Post:

1. Cambios demográficos. De acuerdo con la ONU, para el 2030 se espera que la población global ascienda a 8,500 millones de personas; un incremento del 15% en tan sólo 15 años. Para entonces, la India habrá sobrepasado a China como la nación más poblada; África subsahariana será hogar de las poblaciones más jóvenes; y más de 1,000 millones de personas tendrán más de 65 años, causando graves estragos en los programas de seguridad social en Europa, Asia, y ahora, América Latina.

2. Cambio climático. El año 2030 representa el punto de no retorno en temas del cambio climático. La mayoría de los estudios (incluyendo el del IPCC de la ONU) indican que esta década será crucial para saber si lograremos mitigar los efectos del calentamiento global (y evitar que la temperatura planetaria ascienda más de 1.5 grados); o si -por el contrario- dejaremos a la humanidad al borde de un desastre de proporciones jamás vistas. 

3. Ingobernabilidad global. La salida de Trump nos deja un terrible legado: el soft power de Estados Unidos se encuentra en bancarrota. Si antes la democracia liberal era cuestionada por algunos, la nueva década presagia una rebelión en la granja, donde el populismo y el ultra-nacionalismo conservador cobrarán aún más fuerza. Se presagia el regreso de la competencia entre grandes potencias, donde China buscará ser el sucesor y heredero del Imperio Yankee. Los campos de batalla serán la tecnología y, principalmente, la inteligencia artificial, un área que se prevé que sume 16 billones de dólares a la economía mundial para 2030. "Quien sea líder en inteligencia artificial en 2030 gobernará al mundo hasta 2100", indica la Brookings Institution.

¿Y entonces, podemos ser optimistas? Mi respuesta: Más o menos y depende de las decisiones que tomemos.

1. En el tema del tsunami demográfico, ya sabemos que causará enormes estragos para economías de nivel medio como México. De hecho, ya cargamos con una bomba de tiempo en nuestro sistema de pensiones; y la crisis del covid-19 demostró que nuestro sistema de salud sobrevive de puro milagro.

2. En cuestiones del cambio climático, la administración de Biden volvió ya al Acuerdo de París y tiene una ambiciosa agenda climática. China -el mayor emisor de CO2 y otros gases de efecto invernadero- dijo el mes pasado que bajará su huella de carbón en un 65% para el 2030. Pero no podemos ignorar que una clase media ascendente a nivel global se convertirá en un factor altamente destructivo: entre más dinero tengan, millones de personas cambiarán sus patrones de consumo, transporte y alimentación.

3. En cuestiones de gobernabilidad global, las tensiones entre China y EUA apenas inician y podrían convertirse en una nueva Guerra Fría en esta nueva década. Aquí, México tendrá que decidir si nos mantenemos como espectadores irrelevantes o si seremos aliados cercanos de nuestro vecino del norte.

Sea como sea, por ahora amárrense sus cinturones, agárrense bien de sus asientos y déjense llevar en este Magical Mystery Tour. Porque viendo cómo inicia el 2021, podemos imaginar lo que nos deparan los próximos 10 años.



17/1/21

UN MUNDO NOS VIGILA

Hoy tomemos de vuelta el control y escapemos del mundo microbiano para ir al expansivo espacio sideral. Mi objetivo: recordar los grandes logros astronómicos que ocurrieron en el annus horribilis. 



Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú


No sé cómo le hicimos, pero ganamos los Juegos del Hambre. Así que… ¡Felicidades a los supervivientes!

Ya sabemos sobre la tragedia que fue el 2020. Pero entre el caos y la confusión, tuvimos una pérdida de la cual poco hemos hablado: el secuestro de nuestra atención. Los eventos del 2020 aplastaron nuestros sueños y nuestra capacidad de soñar. Durante meses vivimos obsesionados con el mundo microscópico, hablando interminablemente de un virus y sus mutaciones.


Hoy tomemos de vuelta el control y escapemos del mundo microbiano para ir al expansivo espacio sideral. Mi objetivo: recordar los grandes logros astronómicos que ocurrieron en el annus horribilis. En una de esas y esto nos ayuda a  sobrevivir este nuevo año.

1. SPACEX: Una de las mayores noticias del 2020 fueron las hazañas espaciales de Elon Musk. El 31 de mayo, la nave Dragon 2 de SpaceX realizó su primer vuelo con astronautas a la Estación Espacial Internacional. ¿Lo interesante? Con esto la humanidad inicia una nueva era en la exploración espacial apuntalada por la IP. No conforme, en noviembre Musk repitió su hazaña con una segunda misión tripulada. ¡Perrón!

2. ¿VIDA EN VENUS? Seguro lo olvidaron, pero en septiembre un equipo de astrónomos anunciaron la detección de fosfina en la atmósfera de Venus. ¿Y luego? Pues que en la Tierra, este gas sólo es producido por bacterias. Los científicos aseguran que la cantidad de fosfina detectada es 10 mil veces mayor que la que podría producirse por métodos no biológicos; y que la explicación más plausible es la presencia de microbios en las nubes de Venus. La astrofísica Clara Sousa-Silva, participante en el estudio, sentenció: “si hay vida en Venus, la habrá en muchos lugares”. ¡Ay goey!

3. LA LUNA. En 2020 no sólo confirmamos que existe agua en la Luna; también los chinos enviaron una cápsula espacial para traer de vuelta rocas, la primera vez en más de 40 años que materia lunar regresa a nuestro planeta.

4. ¡BOOM! El año pasado también logramos medir la explosión más grande en la historia del universo. Un agujero negro supermasivo liberó una explosión de energía tan poderosa que creó una agujero en el plasma de su galaxia en el cual podrían caber 15 Vías Lácteas una al lado de la otra. Fue cinco veces más poderoso que cualquier evento que hayamos observado antes.

5. LAGOS MARCIANOS. En Marte no hay agua en la superficie, pero sí bajo tierra. Y durante el 2020, investigadores descubrieron una red de lagos subterráneos en el polo sur de Marte. ¿Vida en Venus y vida en Marte?

6. ¡ASTEROIDES! También en 2020 hubo varios descubrimientos con respecto a los asteroides. El OSIRIS-REx de la NASA recolectó muestras del asteroide Bennu en octubre. Y en diciembre, la nave japonesa Hayabusa2 regresó a la Tierra con muestras del asteroide Ryugu, la segunda vez que una muestra de asteroide es traída aquí. Todo esto ayudará a conocer el origen de nuestro sistema solar y darnos pistas sobre el origen de la vida terrestre.

Queda claro que esta lista es apenas una pequeñísima muestra de todos los avances astronómicos ocurridos el año pasado. Y lo sé… el 2021 empieza igual de terrible que el final del 2020, con el virus destruyendo comunidades, las vacunas llegando a cuentagotas, y la crisis económica causando daño a millones de familias.

Lo único que pido es que no volvamos a caer en la misma trampa. Que nuestra obsesión por lo microscópico no nos aplaste nuevamente. La buena noticia es que este año ya promete nuevas aventuras cósmicas: de entrada, tres misiones espaciales llegarán en febrero a Marte y la instalación del telescopio James Webb, sucesor del Hubble. Y claro... el mundo podrá ser una porquería, pero no debemos perder nuestra imaginación y seguir mirando hacia el cielo. 

20/12/20

EL CORRIDO DE ANDRÉS LÓPEZ Y EL VAQUERO JOE

El peor escenario para AMLO fue, precisamente, el que sucedió: Biden ganó la elección. 


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú


¡Ahora sí, raza! Estamos a un mes de la toma de protesta y nada puede detener lo inevitable: Joe Biden será el próximo presidente del Imperio Yanqui. 

En las últimas semanas hemos visto el rotundo fracaso de Donald Trump y sus múltiples intentos por robarse la elección. Fueron decenas de casos llevados ante tribunales (incluyendo a la Suprema Corte) y en ninguno se estableció algún tipo de fraude o incluso algún error que pudiera cambiar el resultado electoral. Al momento de escribir esto, el Colegio Electoral acaba de ratificar el triunfo de los Demócratas. ¡Boom!

Pero si algo queda claro es esto: el partido Republicano ha abandonado todos sus principios democráticos y ahora sólo se empeña en apoyar las tendencias autocráticas de un Calígula desquiciado. ¡Una vergüenza!

Mejor ni hablar de eso. Pasemos mejor al terreno de la especulación: ¿Qué acciones definirán a la presidencia de Joe Biden? En la columna anterior apunté algunas de las victorias diplomáticas que podría realizar en sus primeros días. Si no las recuerdan, ahí les van: Cambio climático (volver al Acuerdo de París; algo que Joe dijo que hará el “primer día”); Salud Global (Regresar a la OMS); Comercio (Reforzar a la OMC); Derechos Humanos (Reintegrarse al Consejo de Derechos Humanos de la ONU); Occidente (Remendar la relación con Europa y Canadá).

En aquél texto quedó pendiente revisar la agenda del vaquero Joe con nuestro México lindo y querido. De esto hablaremos hoy. Así que, sin más demora, a darle que es mole de olla:

Lo primero que debemos entender es que el peor escenario para AMLO fue, precisamente, el que sucedió: Biden ganó la elección. 

Esto es sumamente grave para nuestro presidente; porque de acuerdo con Duncan Wood, director del Mexico Institute en el Woodrow Wilson International Center for Scholars, el acuerdo tácito entre Trump y López Obrador era muy simple y completamente transaccional: si México controlaba la migración centroamericana, EUA no se metería en los asuntos mexicanos.

Con la llegada de Biden las cosas cambian drásticamente. Bien dice Wood en entrevista con WPR que Biden es un político “institucionalista”. ¿Qué significa esto? Que a diferencia de la diplomacia “personalista” que define tanto a Trump como a AMLO; Joe buscará crear estructuras institucionales para tratar temáticas bilaterales de importancia; algo evidente durante la administración de Peña Nieto, donde fungió como arquitecto de múltiples diálogos económicos de alto nivel.

De entrada ya tenemos broncas. Porque mientras AMLO seguramente seguirá abogando por una soberanía aislacionista, Biden no estará dispuesto a ignorar los desplantes de Morena o los problemas internos de México.

¿A qué nos lleva esto? Sin duda a una relación repleta de tensión y desconfianza. AMLO hará todo lo posible por mantener la cooperación al mínimo con EUA; mientras que Biden buscará un acercamiento más agresivo.

Wood indica que lo ideal para Biden sería enviar un mensaje enérgico a México desde muy temprano en su presidencia. Aquí deberá plantear las nuevas prioridades de EUA, las cuales ya no se centrarán sólo en el tema migratorio; sino que exigirán cuentas en temas como comercio; el respeto a las inversiones económicas de los gringos; el tráfico de drogas; el crimen organizado; el combate a la corrupción; y acciones para contrarrestar el cambio climático. 

¿Cómo se estará preparando la Cancillería para jugar en las Grandes Ligas? Imposible saberlo, aunque seguro la clásica frase de Dorothy ha pasado en algún momento por la mente de AMLO: “Toto, I've got a feeling we are not in Macuspana anymore”.


6/12/20

LA BALADA GLOBAL DEL VAQUERO JOE

El mundo que hereda Biden no es el que dejó en 2016 cuando dejó su chamba en la vicepresidencia. O como dice una frase popular gringa: “We are not in Kansas anymore”.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú


¡America is back, baby! Al final, todo parece indicar que la necedad de Trump para evitar que Joe Biden pudiera ponerse a chambear fue justo eso, una necedad y un berrinche de un pelado perdedor y miserable.

Que quede claro… todo puede pasar de aquí al 20 de enero. Pero al momento de escribir esto, la General Services Administration ya dio autorización para que la campaña de Biden pueda iniciar formalmente la transición; Joe ya nombró de manera oficial a los primeros miembros de su futuro gabinete; y el Trumpetas aceptó que si pierde el Colegio Electoral, abandonará la Casa Blanca; abriendo la puerta para que en mes y medio, el joven y flamante Biden tome las riendas del poderoso Imperio Yanqui.

Hasta aquí todo bien. Pero bien indica Edward Luce, editor asociado del Financial Times, que el mundo que hereda Biden no es el que dejó en 2016 cuando dejó su chamba en la vicepresidencia. O como dice una frase popular gringa: “We are not in Kansas anymore”.

Porque más allá del daño diplomático y el caos que causó el “America First” de Trump, el tablero global se ha modificado radicalmente en los últimos cuatro años. Luce indica que a diferencia de la Era Obama, ahora el panorama mundial está marcado por la “competencia de grandes potencias”.

Inmediatamente nos vendrá a la mente el conflicto entre los Yankees y China, una potencia cada día menos dispuesta a seguir las pautas del orden internacional. Pero las broncas van más allá de los chinos, pues otros high-rollers regionales (Rusia, Irán y Turquía) también buscan mayor injerencia en el escenario global, casi siempre con intenciones sospechosas, por no decir perversas.

Es inevitable que estos países le causen toda clase de dolores de cabeza a Biden. Pero en vez de caer en el pesimismo, mejor veamos algunas victorias que Joe podría lograr en los primeros días del 2021 sin mucha bronca y para gran alivio de la humanidad. Esta lista es cortesía de Stewart M. Patrick, del Council on Foreign Relations. Pongan atención:

1. Cambio climático: Aunque Trump se salió del Acuerdo de París, Biden fácilmente podría reingresar con una orden ejecutiva, considerando que así fue como Obama se suscribió en su momento. ¡Pan comido!

2. Salud global: Trump también abandonó a la OMS, pero Biden también puede firmar una orden ejecutiva y volverse a meter. Ya entrado en materia, podría abandonar el “nacionalismo” trumpiano y enviar recursos a la iniciativa COVAX, para unirse a 170 países que están buscando vacunas del covid-19 para todo el mundo. ¡Fácil! ¡Next!

3. Comercio global: A diferencia de Trump que inició guerras comerciales con medio mundo (incluido aliados), Biden podría inmediatamente unir fuerzas con otras democracias liberales para actualizar las reglas de la OMC y crear un frente unido para contener a China. ¡Conmadre! 

4. Derechos Humanos: De entrada, Biden podría dejar de apapachar a dictadores. Acto seguido, puede volver al Consejo de DD.HH. de la ONU, –por más corrompido que sea este organismo– y trabajar con países afines para que exista rendición de cuentas. ¡Lo que sigue!

5. Occidente: Por último, Biden podría enmendar la relación con Canadá y Europa que Trump dejó por los suelos. Esto es fundamental, pues le guste o no a la gente, los fundamentos más sólidos para un orden internacional abierto sólo pueden lograrse a través de la solidaridad de democracias con intereses comunes. ¡Arre!

Se nos acabó el espacio, así que a la próxima les platico sobre las políticas que podría tomar Joe Biden hacia América Latina y México, un país “aliado” que hasta el momento ni siquiera lo ha felicitado por su victoria. ¡Gulp!


22/11/20

CHURROS SIN VIOLENCIA

Mientras los gringos rechazan la locura populista y una demencial guerra contra las drogas, aquí esperamos superar los 40,000 homicidios este año y nos aferramos a ideas fallidas.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

¡El Imperio Yankee renace! ¡Sacude su estupor populista para volver al camino de la decencia y la normalidad!

Obviamente exagero. Donald Trump perdió por 5 millones de votos, pero aún así 72 millones de gringos pensaron adecuado que este hombre despreciable, repugnante y destructivamente inútil gobernara por otros cuatro años. Por fortuna, 77 millones votaron por Biden y la cosa salió medio bien. ¡Pero ojo! Los cantos de sirena populistas y etno-nacionalistas no han desaparecido… digamos que sólo tomaron un descanso.

Dicho lo anterior, propongo dar vuelta a la página de la elección. Para cuando lean esto, ya nada será novedoso o interesante. Así que...  ¡A otra cosa mariposa!

Pasemos mejor a un tema poco explorado del 03 de noviembre: ¡A los gringos les encanta la mota! ¡Y qué bueno! Yo siempre he creído que el consumo de sustancias estupefacientes -en dosis responsables y sin dañar a terceros- es una actividad recreativa tan aceptable como cualquier otra; y que el consumo de drogas debe siempre ser tratado como un problema de salud pública y no como parte del sistema criminal.

De ahí mi agradable sorpresa al conocer que más allá de la derrota de Trump, otros cinco estados de la Unión Americana (Nueva Jersey, Arizona, Mississippi, Dakota del Sur y Montana) votaron por legalizar la cannabis medicinal o recreativa. También en Oregón (donde ya era legal la mota) la banda aprobó despenalizar el consumo de TODAS las drogas –la venta sigue siendo ilegal– y aprobó la psilocibina (sustancia activa en los hongos alucinógenos) para tratar problemas mentales. Así, la posesión de cualquier droga en Oregón será tratada como una falta civil y los adictos recibirán ayuda. ¡Viva el Imperio!


¿Por qué es importante esto? Porque con estos 5 estados en las filas de la despenalización, solamente quedarían 6 de los 50 estados en EUA donde la marihuana es totalmente ilegal. ¡6 de 50! O sea, que sólo el 12% de los estados gringos siguen penalizando el consumo de esta planta. O dicho de otra manera, la mota ya está despenalizada en el 88% del territorio yanqui; y el consumo recreativo en el 32% del territorio, incluyendo California, la entidad más poblada.

Todo esto viene al caso, porque en México tuvimos 34,582 asesinatos en 2019 –la cifra anual más alta en 20 años de registros oficiales–; y todo parece indicar que en este 2020 vamos a romper ese récord, demostrando que los hampones no se espantan con un virus.

Me queda claro que no todas estas muertes son atribuibles al narcotráfico, pero podemos aceptar que un alto número sí lo están; y esto sin contar las extorsiones, desapariciones y otras violaciones de derechos humanos que cometen las bandas dedicadas a transportar y vender droga.

Mientras esto sucede, MORENA volvió a presentar (ooootra vez) una iniciativa en el Congreso para crear su Instituto Mexicano de Cannabis, un órgano gubernamental encargado de la distribución y venta de la marihuana. Ahí les encargo qué tan efectivo resultará este plan…

Por si fuera poco, un reporte de la Comisión Global de Política de Drogas del 2019 indica que México es el noveno país con el mayor número de personas encarceladas a nivel mundial (204,000 presos). Y aunque no hay cifras recientes, sabemos que miles de ellos se encuentran presos por posesión o consumo de drogas; un crimen que en el 88% de EUA hoy ya se encuentra en el basurero de la historia.

Así que mientras los gringos rechazan la locura populista y una demencial guerra contra las drogas, aquí esperamos superar los 40,000 homicidios este año y nos aferramos a ideas fallidas.

¿Qué nos diría un ciudadano de Oregon? Yo les digo: “¡Qué mal viaje, carnal!”