La inmensa mayoría de las promesas que venden los productos homeopáticos “no están basadas en métodos científicos modernos y no son aceptadas por expertos médicos actuales”.
Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú
“Los hechos son una cosa muy terca”, dijo John Adams durante el juicio de los soldados británicos acusados en la Masacre de Boston, “y no importa cuáles sean nuestros deseos, nuestras inclinaciones o los designios de nuestra pasión: nada de esto puede alterar el estado de la evidencia y los hechos”, añadió.
¡Ah claro, los hechos! Qué cosas tan bellas serían si no fuéramos nosotros igual de tercos con nuestras pasiones y deseos.
Porque incluso si la evidencia nos grita directamente a la cara, nos toma de los hombros y nos sacude, aun así es complicado dejar de lado el engaño y caer en los brazos de la racionalidad.
Hablo ahora de las tibias reacciones que causó uno de los mayores triunfos de la medicina en los últimos años. ¿A qué me refiero? Pues a que hace un par de días la Comisión Federal de Comercio (CFC) de Estados Unidos arremetió públicamente contra la homeopatía indicando que “la inmensa mayoría” de las promesas que venden los productos homeopáticos “no están basadas en métodos científicos modernos y no son aceptadas por expertos médicos actuales”.
Y sentencia con autoridad: a partir de ahora, los seudomedicamentos de esta estirpe tendrán que informar a los consumidores que “no hay evidencias científicas de que el producto funciona y que las indicaciones alegadas se basan únicamente en teorías de la homeopatía del siglo XVIII”.
¡Ya se habían tardado! Porque la base de la homeopatía es tan extravagante y tan poco científica, que no se requiere de un título en Medicina o un intelecto muy alto para poder refutar sus aseveraciones.
fuente: LiveScience
Por si no están enterados, esta charlatanería asevera que lo “similar cura a lo similar” y que entre menos sustancia activa contenga su “medicamento” mayor será su efecto en el paciente. ¡Mira nada más!
La periodista Lila MacLellan nos ofrece un ejemplo de esto en acción: si una persona busca curar su problema de ansiedad, es posible que un “médico” homeopático le prescriba una minúscula dosis de arsénico, ya que en teoría el arsénico causa ansiedad en sus víctimas envenenadas, por lo que aliviaría los mismos síntomas en una fórmula homeopática.
¡Arsénico en pleno siglo XXI! ¡Lo que nos faltaba!
Para algunos todo esto podrá ser una tontería. Dirán que la gente puede comprar lo que se le venga en gana, total que nadie se ha muerto por la homeopatía. Esto podrá ser verdad cuando se busca un placebo para aliviar un resfriado, pero no cuando se padece de cáncer, Parkinson o diabetes, todos padecimientos que los seguidores de esta seudociencia aseveran que pueden curarse con unas pastillas de azúcar sumergidas en alcohol.
El mayor problema es que la refutación de la CFC causó tan pocas olas en el discurso público y tan pocas reacciones, que hoy los homeópatas siguen practicando su charlatanería como si nada hubiera ocurrido, manteniendo una industria de miles de millones de dólares en el proceso.
¡Oh, sí… muy difícil es que las personas dejen de escuchar a las sirenas de sus designios y deseos!
Pero ya lo decía el gran escritor Christopher Hitchens: “Aquello que puede ser afirmado sin evidencia, puede ser descartado sin evidencia”.
Y para como veo el mundo —lleno de charlatanes, impostores, embusteros y demagogos—, parece que será lo único que nos haga sobrevivir el próximo año.
¡Ay, Cristo, mis chochos!
Texto publicado originalmente en Vértigo.