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5/6/23

THE GREATEST SHOW ON EARTH

Si Joe Biden pierde su reelección y nos encontramos a Donald Trump o a Ron DeSantis en la Casa Blanca, a México le tocará la Ley de Herodes. 


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

Mientras en México seguimos con la eterna (y aburrida) telenovela de las corcholatas en perpetuo estado ‘semi destapado’, nuestros vecinos del norte no se andan con fregaderas y ya echaron a andar su circo de tres pistas. Señores y señoras, bienvenidos a las campañas presidenciales de Estados Unidos: el mayor espectáculo del mundo.

Creo que es imposible negar el morbo que generan las elecciones gringas; un morbo que proviene de las enormes consecuencias de toda esta rebambaramba. A diferencia de cualquier democracia en el mundo, quien resulte vencedor aquí será la persona más poderosa del mundo. Nos guste o no, el futuro del planeta depende de lo que ocurra el próximo noviembre en el Imperio Yanqui.

Debo admitir que los Demócratas se han visto muy blandengues esta temporada. Sólo un par de contendientes -totalmente desconocidos- estarán dizque retando a Joe Biden. Bueno, tan soporífero está el lado Demócrata que Biden va de nuevo a la guerra con su actual vicepresidenta, Kamala Harris, que durante dos años ha sido menos interesante e igual de eficiente que una pantufla vieja.

¡Ah! Pero los Republicanos sí saben de diversión. Oscura, retorcida y racista, pero diversión finalmente. Este bando está hoy liderado por Donald Trump, pero con la reciente entrada del gobernador de Florida, Ron DeSantis, me parece que tenemos asegurado un absoluto y reverendo relajo de aquí a noviembre 2024. 

Todo esto me lleva a la pregunta del millón: ¿Qué diablos vamos a hacer si gana alguno de estos candidatos Republicanos? Porque podemos amar u odiar a Andrés Manuel López Obrador, pero reconozcamos que este señor es un viejo lobo de mar que logró navegar (y sobrevivir) a la presidencia de Trump y ha toreado de manera eficiente a Biden, particularmente en temas de comercio, democracia y las recientes crisis de migrantes y fentanilo.


Pero imaginemos un futuro próximo donde Biden termine derrotado y donde Trump 2.0 o DeSantis sean el nuevo presidente de Estados Unidos.

El primer factor novedoso es que para noviembre del siguiente año ya tendremos nuevo presidente en México. En este escenario, quizás la única corcholata que inspira algo de consuelo es Marcelo Ebrard, quien al frente de Relaciones Exteriores ha negociado diversos acuerdos con Trump y Biden. ¿Pero se imaginan a Claudia Sheinbaum negociando con alguno de estos dos misóginos? ¿O creen que Adán Augusto demuestre genialidad diplomática? ¡Dios nos libre!

El segundo factor es aún más terrorífico: la radicalización que ha sufrido la derecha en Estados Unidos. Cuando Trump lanzó su campaña en junio de 2015, todo su discurso fue causa de escándalo. A ocho años de distancia, podemos ver el cambio que se ha dado en la Ventana de Overton, donde llamar “violadores” a los migrantes ya no ruboriza a nadie; ahora hay que amenazar con invadir militarmente a México para crear impacto.

A esto sumemos que la era trumpista evidenció que sólo basta un poco de inteligencia, metodología y capacidad para quebrar a una democracia. En su tiempo, la ignorancia e improvisación de Trump evitó este escenario, pero hoy parece haber aprendido de sus errores. Por su parte, DeSantis lleva años jugando con las fuerzas oscuras del etnonacionalismo, y todos lo ven como un personaje inteligente, metódico y calculador. La victoria de cualquiera representaría una amenaza letal para la República norteamericana, con todas las consecuencias imaginables para México.

Ahora bien, me queda claro que falta demasiado tiempo para que esto quede definido; y en numerosas ocasiones hemos visto a candidatos fuertes desmoronarse y caer por el despeñadero democrático.

Pero algo es absolutamente seguro: si Joe Biden pierde su reelección y nos encontramos a Trump o DeSantis en la Casa Blanca, a México le tocará la Ley de Herodes. Así que vayan por palomitas y abróchense sus cinturones porque esto se va a poner bueno. Welcome to the greatest show on Earth!

8/5/23

LOS VECINOS DE LA DISCORDIA

Cada día se suman más voces que piden a Washington tomar medidas más fuertes contra México.

Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

Como buen regiomontano siempre he creído que la vecindad con Estados Unidos nos ha servido para mejorar a México. Lo digo sin remordimientos: desde pequeño he considerado que -al menos en cuestiones culturales- los gringos son infinitamente… mejores. O díganme… ¿Prefieren ustedes a The Doors o a Luis Miguel? ¿A Francis Ford Coppola o a René Cardona? ¿Ver Rebelde o Breaking Bad? ¡Caso cerrado!

La gran noticia es que después de numerosas décadas,  el “soft power” de los gringos parece haber permeado a todo el país, sea en la ropa que usamos, la gastronomía, y el entretenimiento. Hoy nadie podría negar que los lazos entre México y Estados Unidos se encuentran más estrechos que nunca. 

Lo paradójico es que justo cuando nuestra cercanía cultural es tan fuerte; y justo cuando existe la posibilidad de dar un gran paso hacia la integración de Norteamérica -donde exista el libre tránsito de productos, trabajadores y capitales- nos encontramos en una de las peores épocas en la relación bilateral. En ambos lados de la frontera diversos funcionarios públicos se encuentran atrincherados en una guerra de palabras. Una espiral de destrucción diplomática que ha llegado a las amenazas de una invasión militar.

Para los gringos, el principal problema es la epidemia del fentanilo; una droga sintética que mata a cerca de 80,000 personas al año y que ingresa desde México. De nuestro lado, la respuesta ha sido digna de Juan Escutia: nos hemos envuelto en la bandera del patrioterismo y la soberanía para denunciar el supuesto injerencismo del Imperio Yanqui. 

El problema es que ambas posturas han comenzado a ampliar las grietas que ya existían desde el inicio de la actual administración. Hace un par de meses, la directora de la DEA, Anne Milgram, sin tapujos dijo que  México “no coopera” en las acciones contra los cárteles de la droga, agregando que·no están obteniendo información sobre decomisos de fentanilo. Sumado a esto, un informe de la DEA indicó que los cárteles de Sinaloa y Jalisco son ahora las principales amenazas globales contra los Estados Unidos. ¡Lo que nos faltaba!



Pero esto es apenas el principio. El Secretario de Estado, Anthony Blinken, comentó recientemente que no existe duda que el narco controla partes de México; y bajo cuestionamientos del Senador Lindsay Graham, aceptó que el gobierno de Biden estudiará calificar a los cárteles como organizaciones terroristas. El mismo Graham también declaró que “México es un narco Estado-terrorista”. 

Quizá para algunos esto sea mera politiquería. Que estando aquí y allá en las precampañas presidenciales para el 2024, uno podría esperar este tipo de retórica.

Pero a mí me parece que aquí hay algo más destructivo. Cada día se suman más voces que piden a Washington tomar medidas más fuertes contra México. El congresista de Texas, Dan Crenshaw, consideró que el ejército de Estados Unidos debe intervenir en México para combatir a los cárteles de la droga. El ex secretario de Estado, Mike Pompeo, propuso usar drones para atacar a los cárteles. Incluso Donald Trump, que seguro será el candidato presidencial Republicano el próximo año, ha pedido que se elaboren planes bélicos para eventualmente atacar a México y terminar con el problema del fentanilo.

Digan lo que quieran, pero esto no es normal. Desde que tengo memoria siempre han existido desencuentros entre ambos países, pero nunca se había visto un escenario tan descompuesto. 

Quizá lo más trágico es que ahora, cuando resulta fundamental profundizar la unión de Norteamérica para hacer frente a China y otros retos geopolíticos, estemos hablando de guerra entre vecinos.

No hay duda que estamos perdiendo una oportunidad histórica para crear una verdadera unión norteamericana que traiga prosperidad para todos. Pero bueno… por lo menos podremos ir a dormir tranquilos sabiendo que podremos ser un país cada día más pobre y aislado, pero por lo menos somos “soberanos”. ¡Faltaba más!

24/4/23

UN MUNDO “MADE IN CHINA”

La visión de China para el mundo es muy clara: una reescritura de las reglas creadas por Occidente para dar paso a un mundo regido por la competencia entre países, arreglos transaccionales, y la ausencia de valores y principios universales.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

Todo el mundo parece celebrar la aparente decadencia de Estados Unidos. Quizá sea la resaca de la presidencia de Trump, la inhabilidad de Biden para hilar un enunciado sin trastabillar, o quizá sean viejas rencillas arrastradas desde la invasión a Irak. La razón no es relevante: lo importante es festejar cualquier tropiezo de los gringos en el escenario global. ¡Muerte al imperialismo yanqui!

Yo creo que pensar así es una estupidez. A ver, no niego que los Estados Unidos hayan cometido errores enormes y múltiples crímenes. Pero si algo me queda claro es que la hegemonía gringa es el mejor tipo de imperialismo que pudimos pedir. Revisemos la historia para entender cuáles eran nuestras opciones.

A inicios del siglo XX, el imperialismo británico y francés no eran más que una enorme empresa mercantilista enfocada en la explotación de los recursos naturales de sus colonias. Quizá algo bueno dejaron en esos países, pero fue mucho más el saqueo y el desprecio a las poblaciones locales; muchas -principalmente en África Subsahariana- que hoy no han logrado algún tipo de estabilidad. 

Luego vino la Alemania nazi y el imperialismo japonés. ¿Quién en su sano juicio hubiera preferido a dos de los regímenes más racistas y genocidas de la historia? ¡Yo paso!

Otro candidato para la dominación mundial fue la Unión Soviética: un adefesio burocrático, ultra represivo y antidemocrático que causó pobreza y miseria en todo lugar donde logró imponerse, sino pregúntenle a los cubanos, los norcoreanos o a cualquier ciudadano de Europa del Este.

Mientras tanto, los gringos podrán caernos mal, pero han regido sobre la etapa más pacífica de la historia humana; una etapa que vio la mayor reducción de la pobreza; con una expansión de derechos universales; por no hablar de los impresionantes avances en tecnología y salud.

Y no me vengan la fregadera de que “bien podríamos tener un mundo de paz y armonía, sin la dominación de un país hegemónico”. Bien sabemos el principio básico de la geopolítica (y de la física): todo vacío tiende a llenarse. Así que el espacio que deje Estados Unidos en el mundo será tomado por otro país.  



¿Quién es el candidato predilecto para lograr esto? ¡No los rusos! Ese es un petroestado fracasado con una economía que ni siquiera supera al estado de Texas. El nuevo actor que amenaza en el ala del escenario es China.

Ellos mismos lo saben. Desde el ascenso de Xi Jinping a la presidencia en 2013, se ha iniciado una campaña asertiva de dominación global. Como explica la revista The Economist, actualmente China está implementando esta estrategia en tres ejes:

1. Iniciativa de Seguridad Global: una propuesta que busca evitar los conflictos globales pero que en realidad significa oponer cualquier esfuerzo para contener la amenaza militar de China en su región.

2. Iniciativa de Desarrollo Global: una supuesta alianza económica que en realidad sólo busca promover el modelo industrial chino que permite comerciar con regímenes autocráticos sin considerar derechos humanos o laborales.

3. Civilización Global: una visión que considera la promoción de los derechos humanos como una nueva forma de colonialismo que no debe ser impuesto en otros países.

Al final, la visión de China para el mundo es muy clara: una reescritura de las reglas creadas por Occidente para dar paso a un mundo regido por la competencia entre países, arreglos transaccionales, y la ausencia de valores y principios universales.

¿Esto hará más seguro al mundo? Muy probablemente no. Ya vimos la anuencia que Xi le mostró Vladimir Putin en su visita a Moscú; o los ejercicios militares chinos en la frontera con Taiwán. Lo único que logrará, como dice The Economist, es hacer el mundo más seguro para el Partido Comunista Chino.

Así que sigan celebrando la decadencia del Imperio Yanqui: Yo sólo les pregunto: ¿Prefieren vivir en el nuevo orden global “made in China”?

16/1/23

FILIAS Y FOBIAS: EDICIÓN 2023

A pesar de mi recurrente desencanto, este 2023 lo empiezo con una sana dosis de optimismo. La razón es muy sencilla: el 2022 no fue tan calamitoso como pudo haber sido y éste podría ser igual.

Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú



¡Estamos de vuelta! Otro inicio en esta carrera sisífica que a muchos nos llena de esperanza y a otros de pavor (o una combinación de ambas). ¿Qué debemos pensar de este año que inicia? 

A pesar de mi recurrente desencanto, este 2023 lo empiezo con una sana dosis de optimismo. La razón es muy sencilla: el 2022 no fue tan calamitoso como pudo haber sido y éste podría ser igual. ¡Pero no hay que confiarse! Así que antes de aventarse como el Cándido de Voltaire a esta nueva vuelta al Sol, veamos qué cosas podrían salir terriblemente mal y cuáles quizá no tan mal:

1. COVID EN CHINA. Algo preocupante es la nueva epidemia en China. No es un deja-vu… hoy China está teniendo sus peores cifras de SARS-CoV-2, tras terminar su absurda y alucinante política de “cero-covid” (que involucraba encerrar a millones de personas por largos periodos de tiempo). Esta política era insostenible, pero al dejar libres a millones de personas sin vacunación habrá nuevas mutaciones del virus que después podrían llegar a Occidente y arruinarnos la fiesta. ¡Aguas!

2. SUFRIMIENTO EN UCRANIA. El improvisado ejército de Ucrania ha sorprendido por su valentía y resiliencia en el campo de batalla; pero la maquinaria bélica de Rusia está lejos de agotarse. Tras numerosos reveses y retrocesos, Vladimir Putin cambió de estrategia y ahora se enfoca en dejar en ruinas a una nación que no permitió dominarse. Esta campaña de terror está causando enorme sufrimiento al destruir toda clase de infraestructura. Sumen a los 300,000 soldados que Rusia agregó a su ejército y la cosa no parece que terminará pronto.

3. RECESIÓN. Empezando el año con optimismo, la directora del FMI, Kristalina Georgieva, advirtió que una tercera parte de la economía global podría caer en recesión debido a que EE.UU, China y la UE se “están ralentizando simultáneamente”. ¡Qué manera de motivar al mundo!

4. CAMBIOS DEMOGRÁFICOS. Algo que no es bueno ni malo, solo curioso. De acuerdo con las predicciones de la ONU, en abril la India se convertirá en el país más poblado del mundo, superando a China. Aunque si me preguntan, con tantas broncas en el mundo yo diría que ya urge reducir la población global. ¡Pero desde ayer!

5. NO HABRÁ GUERRA NUCLEAR. La firma Good Judgment (que se jacta de tener a los mejores “super-predictores” en sus filas), afirma que sólo el 17% de sus expertos creen que las tensiones entre China y Taiwán escalen este año; y sólo un 5% dicen que Rusia pueda detonar un arma nuclear en Ucrania. ¡Son buenos números!

6. POLÍTICA MEXICANA. Este año será clave. Más allá de las elecciones en el EdoMex y Coahuila, las “corcholatas” de Morena tendrán un año ajetreado. Seguro veremos toda clase de chicanadas, descalificaciones y jugarretas en su camino por ser el “elegido” para la elección del 2024. El peligro: una fractura profunda al interior de Morena que lleve a una guerra fratricida en búsqueda del poder. 

7. TRUMP REGRESA. Tampoco podemos ignorar que nuestro vecino tiene elecciones presidenciales el próximo año. Donald Trump ya se destapó como contendiente, pero sus problemas legales podrían descarrilar su plan de retomar la Casa Blanca. ¿Estamos viendo el final de la Era Trump o sólo un breve paréntesis? De pronóstico reservado.

8. HAMBRUNA EN SOMALIA. Cerramos con la noticia más trágica. Como indica el International Rescue Committee, Somalia se encuentra en medio de su quinta temporada de lluvias fallida. Agreguen la crisis política y al terrorismo de Al-Shabab y para mediados del 2023, más de 8 millones de personas -casi la mitad de la población- vivirán niveles críticos de inseguridad alimentaria y una hambruna generalizada a nivel nacional. ¡Hay que ayudar!

Pues ahí lo tienen. Un vistazo a la bola de cristal de Walter Mercado para que anden a las vivas este año. Quizá no moriremos en una guerra nuclear, pero hay que ahorrar unos pesos porque la cosa viene dura (no empiecen). Les deseo mucha suerte, y como dijo Echeverría: ¡Arriba y adelante!

21/11/22

¿EL FIN DEL FIN DE LA HISTORIA?

Todos los regímenes autoritarios se vuelven ineficientes y terminan por cometer gravísimos errores. En cambio, la democracia liberal es el modelo mejor equipado para sobrevivir las turbulencias sociales, económicas y políticas. 


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú


Cuando uno ve el panorama internacional no puede más que palidecer. La democracia liberal, ascendente desde 1990, está hoy contra las cuerdas; y una nueva camada de líderes autoritarios se posicionan como la nueva propuesta para navegar el turbulento siglo XXI. En todas las latitudes vemos el auge del “hombre fuerte” que pretende crear un nuevo orden global a base de la autocracia, la brutalidad y la reducción de libertades. 

Pero en medio de esta crisis, regresa al escenario un viejo campeón del liberalismo para restaurar la esperanza en los hombres de poca fe: Francis Fukuyama, quién publicó en The Atlantic: “Más pruebas de que éste es realmente el Fin de la Historia”.

Si no recuerdan, el concepto del “Fin de la Historia” de Fukuyama es una interpretación libre de las rumiaciones de Hegel, quién ideó este concepto en el siglo XIX para explicar la dialéctica del progreso humano a través de la razón. Fukuyama después argumentó que tras la derrota del marxismo soviético no cabía duda que la democracia liberal era la opción más elevada para la organización social. O sea, que el liberalismo democrático marcaba el Fin de la Historia.

Pero los últimos 30 años fueron muy tercos con Fukuyama, llevando a burlas y acusaciones de arrogancia en su contra. ¿Cómo podemos hablar del “fin de la historia” cuando enfrentamos el auge del nacionalismo, del islamismo político y del terrorismo? ¿Cómo celebrar el triunfo de la democracia con la resiliencia de la teocracia iraní, el neozarismo en Rusia, o el auge del totalitarismo chino y de otros tantos regímenes similares? 


Pero Fukuyama se mantiene firme, reconociendo que aún cuando existe un retroceso democrático, esto no cancela su hipótesis. De hecho, argumenta que la fortaleza que exhiben los regímenes autoritarios es una fachada, y que ninguno de ellos se encuentra en una mejor posición que las democracias.

El caso de Rusia es ilustrativo. Lo que comenzó como una demostración de fuerza imperial se ha convertido en una pesadilla para Vladimir Putin. Su invasión a Ucrania ha develado la crueldad de su régimen, la debilidad de su ejército y la falta de legitimidad hacia su aventura militar. Más de 700,000 rusos han huído del país y hoy Putin es el hazmereir del mundo. 

Lo mismo ocurre en Irán, donde el asesinato de una joven demostró que el régimen teocrático es odiado por la mayoría de la población y hoy pende de alfileres. La población está exhausta de la opresión religiosa, la falta de oportunidades y la brutalidad del régimen. 

Y luego está China, donde la concentración de poder en Xi Jinping ha llevado a toda clase de errores estratégicos: desde los encierros para combatir el covid hasta la masiva intervención estatal en la economía. Todo esto deja a China con su peor crecimiento económico en décadas y serios problemas estructurales y existenciales; donde la propia legitimidad del Partido Comunista comienza a ser cuestionada. ¿Autoritarismo fuerte y eficiente? ¡De ninguna manera!

Como indica Fukuyama, todos los regímenes autoritarios se vuelven ineficientes y terminan por cometer gravísimos errores ya que la toma de decisiones está concentrada en pocas personas. En cambio, la democracia liberal se basa en la distribución de poder y el consentimiento de los gobernados, haciendo a este modelo el mejor equipada para sobrevivir las turbulencias sociales, económicas y políticas. 

Y esta fortaleza del liberalismo se demuestra cada año con millones de personas que votan con sus pies, escapando de países pobres y corruptos para buscar una mejor vida. ¿Cuál es su destino? Nunca una de estas supuestas autocracias poderosas como China, Rusia o Irán; sino siempre algún país del Occidente democrático.

Hasta hoy ningún gobierno autoritario ha logrado presentar a una sociedad que sea -en el largo plazo- más atractiva que las democracias liberales. Pero esto no significa que debamos confiarnos. Quizá conozcamos el camino para llegar al Fin de la Historia, pero no olvidemos que siempre es posible retroceder.

24/10/22

EL TRÓPICO DE TRUMP

La elección en Brasil recuerda a lo que vivió Estados Unidos en 2016, donde dos candidatos defectuosos eran considerados similares.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

Brasil está al borde del abismo. La elección presidencial a inicios de octubre demostró nuevamente lo inexactas que puedan ser las encuestas y las opiniones de los dizque expertos. El expresidente Lula da Silva no arrasó; el actual mandatario Jair Bolsonaro se refuerza para ganar la segunda vuelta; y lo que ocurra el a finales de este mes determinará no sólo el futuro de la mayor democracia en América Latina (y la cuarta a nivel global), sino del planeta entero. 

La tragedia más inmediata es que -como suele suceder en numerosos procesos electorales- la sociedad brasileña se enfrenta a una disyuntiva entre dos candidatos corruptos, polarizantes y controversiales. Como solemos decir en México: tienen que elegir al menos pior.




Pero así como hasta en los perros hay razas y hasta la basura se separa, debemos de entender que las diferencias entre Lula y Bolsonaro no son menores y que elegir a uno sobre otro tiene consecuencias trascendentales. Veamos:

Lula dirigió Brasil en una época de bonanza debido a los altos precios del petróleo y de las materias primas. Con el viento a favor, su presidencia vio una reducción notable de la pobreza y un alza en los indicadores sociales y económicos. ¿Sus errores? Amiguismo y corrupción. Lula fue señalado en la masiva operación anticorrupción “Lava Jato”, de nexos inconfesables entre Petrobras (la paraestatal petrolera), diversas empresas constructoras y su persona. Al final, fue condenado a 12 años de prisión, una sentencia que fue derogada al poco tiempo por fallas al debido proceso.

Pero Bolsonaro es de otra estirpe y de otro calibre. Este señor no sólo es un misógino y un nostálgico por la cruenta dictadura militar de Brasil, sino que parece dispuesto a hundir a la democracia brasileña en aras de mantenerse en el poder. 

Las señales existen desde hace tiempo. En 2018, antes de ganar su primera elección, comentó que no aceptaría “un resultado electoral que no sea mi propia victoria”. Tres años después, en plena campaña por su reelección,  indicó que “existen aquellos que piensan que pueden quitarme la presidencia (...) A ellos les digo que sólo tengo tres destinos: arresto, muerte o victoria. Y díganle a esos bastardos que nunca seré arrestado (...) sólo Dios puede quitarme de la presidencia”.

Pero esto no es lo peor. Porque aún dejando a la democracia de lado, Bolsonaro representa un peligro para la supervivencia del planeta. Desde que asumió el poder, el ritmo de deforestación en el Amazonas ha incrementado en un 60%, de acuerdo con el analista Jams Bosworth. Sumado a esto, mantiene una relación cercana con el gigantesco sector ganadero y minero, a quienes ha dado carta blanca para deforestar, quemar y destruir enormes zonas de reserva natural. Sumado a lo anterior, Bolsonaro ha eliminado gran parte del presupuesto de las agencias enfocadas en la protección del ecosistema, hostigando a los activistas ambientales e incluso minimizando cuando alguno de ellos es asesinado.

El daño causado al Amazonas no será fácil de revertir incluso si la mismísima Greta Thunberg fuera la presidenta de Brasil. Numerosos expertos ya advierten que estamos muy cerca de un “punto de no retorno”, momento en el cual la devastación será tan profunda que la selva pierde la capacidad de recuperarse. Pero una reelección de Bolsonaro sería el último clavo en este ataúd, llevando al mundo a una verdadera catástrofe ecológica.

La elección en Brasil me recuerda a la que vivió Estados Unidos en 2016, donde dos candidatos defectuosos eran considerados similares. Lula -como Hillary Clinton- quizá traiga consigo amiguismo y corrupción a su presidencia; pero Bolsonaro -al igual que Donald Trump- representa un verdadero peligro para su democracia, para su sociedad y para la civilización humana.

De Trump logramos librarnos en el 2020, esperemos que Brasil haga lo propio con Bolsonaro a finales de este mes. De lo contrario… ¡Que Dios nos agarre confesados!

9/10/22

MÉXICO Y LA URSS: ¿ORIGEN ES DESTINO?

Al final, México y Rusia se vuelven hermanos de un mismo padecimiento: para ciertos países, origen es destino.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú




La muerte de la Reina Isabel II vino a poner el último clavo en el ataúd del siglo XX; el penúltimo, -si no llevan la cuenta- lo había puesto Mikhail Gorbachev cuando murió a finales de agosto. Visto de lejos, el deceso de ambos mandatarios marca el final de dos regímenes que dominaron gran parte del mundo durante los últimos 100 años: el comunismo internacional y el imperialismo británico.

Ríos de tinta se han escrito ya sobre Isabel II: sobre las rabietas del nuevo rey, sobre la supervivencia de la monarquía, sobre el futuro del Reino Unido… Pero una reflexión más jugosa nos ofrece el deceso Gorbachev, que a pesar de recibir decenas de obituarios, no obtuvo toda la atención necesaria porque la Reina Chabela lo alcanzó en el más allá apenas 8 días después. 

En concreto me llama la atención el tema de las oportunidades históricas perdidas. En el caso soviético -quizá por idealismo, quizá por ineptitud- Gorvachev buscó liberalizar el sistema político de su imperio comunista y terminó por causar su implosión. Lo que siguió fue una década turbulenta que sacudió la política de la Federación Rusa y destruyó su economía. 

Dentro de este caos que marcó a la década de 1990, pudimos ver el nacimiento, crecimiento y muerte del proceso democratizador en Rusia, el cual concluyó finalmente con el auge de Vladimir Putin, un autócrata que mantiene un control férreo del poder 22 años después.

Toda proporción guardada, creo que existe un paralelismo con México. Habiendo pasado también 70 años de dictadura (distinta a las siete décadas de autoritarismo soviético, sin duda), aquí en México iniciamos nuestra transición democrática justo cuando Putin ascendía al poder. Muy similar al caso ruso, las ilusiones democráticas para México también fueron desbordadas.

Pero también similar al destino de Rusia, aquí nuestros políticos igualmente malbarataron esta oportunidad histórica. Rápidamente caímos en cuenta que la democracia no era ninguna panacea, sino un proceso caótico al que no estábamos acostumbrados. Los poderes arcaicos (mafias, sindicatos, etcétera) seguían paralizado al país; los partidos políticos se volvieron una clase oligárquica y repartieron el poder entre ellos; el crimen organizado arrasó con miles de vidas y comercios. Y así, a 22 años de la transición democrática, México vuelve gradualmente a su origen centralista y autoritario. 

¿Qué fue lo que ocurrió? Más allá de la ineptitud política que caracterizó a esta etapa democrática, todo parece indicar que nuestra sociedad -al igual que la rusa- simplemente no tenía las bases culturales adecuadas para hacer florecer una democracia liberal. 

Cuando se le pregunta hoy a los mexicanos sobre este tema, parece que transitamos por un momento esquizofrénico. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Cultura Cívica del INEGI (2020) los mexicanos en su mayoría (65.2%) prefieren un gobierno democrático por encima de cualquier otro. Sin embargo, un 31% considera que un gobierno no demorático puede ser mejor o que simplemente les “da lo mismo”. 

A esto sumemos que un 77.5% aceptan de un gobierno “encabezado por un líder político fuerte” (¿Tipo Vladimir Putin?) y un 40.1% aceptaría vivir bajo un régimen encabezado por militares. ¡40 por ciento!

Esto deja en claro que la cultura democrática no logró permear en estas dos décadas. De hecho, sólo el 73.4% de los mexicanos dice saber qué significa la democracia… ¡En pleno siglo XXI! También deja en claro que ante la falta de prosperidad y soluciones, la población regresa a lo que conoce: a un poder centralizado y protector que ponga orden.

Al final, México y Rusia se vuelven hermanos de un mismo padecimiento: para ciertos países, origen es destino. Sólo queda preguntarnos si la Historia nos ofrecerá una segunda oportunidad para democratizar y liberalizar a nuestras sociedades.

25/9/22

LA POTENCIA DESINFLADA

México ha claudicado a tener un lugar en la mesa para resolver asuntos que afectan a nuestra economía.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

El título de esta columna no pretende ser ningún albur. Más bien es una descripción de la flácida realidad que experimenta México en su proyección global y en su manejo de su política internacional, sin duda una de las áreas más ninguneada por el régimen actual. 

Porque igual y con tanta bronca que cargamos no se acuerdan, pero México es hoy la decimoquinta potencia económica mundial. O dicho de otra manera, México es un país con el peso político y económico suficiente para placearse como potencia media en el escenario global; y esto -al menos en la teoría- nos debería motivar a tomar un papel más activo en los acontecimientos geopolíticos. Esto claramente no está sucediendo.

Hoy nuestra agenda internacional reduce a todo el mundo exterior en tres parcelas:  Centroamérica (por los migrantes), Estados Unidos (por el T-MEC y los migrantes) y un puñado de dictaduras latinoamericanas sin importancia internacional (¿por afinidad? ¿por amiguismo?). O sea… somos un país de vecindad.

Nada se dice sobre el conflicto en Ucrania, el calentamiento global, la crisis alimentaria, las políticas económicas globales, o incluso la reconfiguración del poder económico en el Pacífico (del cual formamos parte). ¿Por qué? Porque volvimos a escudar nuestra diplomacia en la arcaica Doctrina Estrada (no intervenir en asuntos de otros países), la máxima de Don Benito (“respeto al derecho ajeno…”) y si nos va bien… en algunas votaciones simbólicas dentro de organismos multilaterales. 




¡Y así no se puede, señores! Esta es la actitud de un país débil e inseguro, no de una potencia regional. Y claro… en el pasado este tipo de actitudes era entendible e incluso necesario. En el siglo XIX, México nació como un país débil y durante 50 años sufrimos diversas amenazas de reconquista, invasiones, pérdida territorial e incluso la imposición de un monarca extranjero. ¡Claro que teníamos una visión paranoica frente al mundo! ¡Todos nos querían chingar!

Ya en el siglo XX cargamos con los platos rotos de la revolución y la subsecuente reconstrucción del país bajo una política de aislamiento y sustitución de importaciones. Y si esta perspectiva cambió radicalmente en 1970 -cuando Luis Echeverría quiso reivindicar al Tercer Mundo- hoy resulta absolutamente urgente seguir dinamizando nuestras relaciones con el resto del mundo e intervenir activamente en la resolución de problemas globales.

Porque una cosa es clara: todo lo que ocurre en este mundo hiperconectado e hiperglobalizado nos afectará de una y otra manera. Simular que esto no es cierto significa claudicar al juego y permitir que otros decidan por nosotros el rumbo de la geopolítica. 

Un caso ejemplar es Ucrania. Para millones de mexicanos, lo que ocurre hoy a 11 mil kilómetros de nuestro país es absolutamente intrascendente, pero todos estamos sufriendo las consecuencias de ese conflicto: alza en los precios del petróleo, mayor inflación, mayores costos de alimentos a nivel mundial, más disrupciones en las cadenas de suministros.

Claro que no abogo por el envío de tropas o algún tipo de intervención bélica, pero simplemente con denunciar el conflicto nos vuelve parte de la conversación alrededor de estos temas. Aquí hemos decidido enterrar nuestra cabeza en la arena. Y así, claudicamos a tener un lugar en la mesa para resolver estos asuntos que afectan a nuestra economía.

Queda claro que no habrá un cambio en nuestra política internacional durante este sexenio. Pero es imperativo retomar la posición y proyección nacional que la decimoquinta potencia requiere. De no hacerlo, el mundo nos dejará fuera de todas las decisiones importantes. Y esa potencia no se recuperará ni con un Cialis.

15/8/22

LA REVOLUCIÓN DE LOS FLOJOS

Si antes los derechos se ganaban en las calles, ahora el feminismo se expresaba en un slogan, en un hashtag o en un comentario en redes sociales


Texto por: Juan Pablo Degado Cantú

Ninguna revolución puede realizarse sin ensuciarse las manos. Si no me creen, pregúntenle a Robespierre, Carranza, Mao o Castro. Yo diría que la misma lógica aplica para los cambios sociales menos violentos: si queremos transformar cualquier factor social debemos -por lo menos- salir a las calles para luchar y exigir dichos cambios. 

Esto podría parecer lógico, pero viendo la realidad actual es evidente que no lo es. ¿A qué me refiero? A que hoy estamos experimentando una tendencia sumamente dañina para la sociedad civil. Algo que los gringos se refieren como “slacktivism”, que bien podría traducirse al castellano educado como “activismo de huevones”; o de “flojos” si quieren ser todavía más correctos.

Uno encuentra por lo general este tipo de “activismo” en redes sociales, usualmente en respuesta a algún evento coyuntural. Por ejemplo, cuando Rusia atacó a Ucrania, millones de “activistas” flojos agregaron un emoji de la banderita ucraniana a su perfil de Twitter para mostrar su apoyo al país invadido. O si ocurre un sismo en Haití, nos volcamos a utilizar el hashtag “#RecenPorHaití”. Y así muchos etcéteras. 

Al final, este tipo de “activismo” no funciona para absolutamente nada y no logra ningún cambio sustantivo en la realidad. Les puedo jurar que Vladimir Putin no tendrá una crisis de conciencia tras ver mensajes en Twitter; y los haitianos tampoco tendrán alimento o refugio por obra y gracia de un hashtag.
Pero bueno, aquí no busco criticar de manera gratuita una actitud sangrona de la sociedad. Porque mi verdadero problema con el slacktivism es que éste sí tiene consecuencias graves en la sociedad, en particular cuando millones de personas consideran que -efectivamente- sus acciones en el mundo virtual se traducen en efectos en el mundo real. 



Como caso concreto apuntemos hacia el feminismo en Estados Unidos. Durante décadas las mujeres habían salido a la calle para exigir sus derechos más fundamentales: el derecho al voto, a la independencia económica, al aborto, a la igualdad laboral y salarial…

Pero con la cuarta ola del feminismo (que inició alrededor del 2010) el movimiento feminista cambió de actitud y de tono. De acuerdo con la periodista Susan Faludi, éste fue el momento en el que gran parte del movimiento feminista fue cooptado por las marcas comerciales, por los influencers y por los slacktivistas.

Si antes los derechos se ganaban en las calles, ahora el feminismo se expresaba en un slogan, en un hashtag o en un comentario en redes sociales, dice Faludi. Las superestrellas del pop y las actrices de Hollywood se declaraban abiertas feministas y el mundo las amaba por eso, pero nadie tomaba ninguna acción concreta. Todas las marcas de ropa producían camisas con frases como “El Futuro es Femenino”, pero no se avanzaba ninguna legislación que asegurara ese futuro. El feminismo estaba en todas partes y era abrazado por todos (¡Y qué bueno!), pero nunca de una manera tan superficial… y tan frívola.

En la conciencia pública, las cosas parecían ir bastante bien. De acuerdo con Pew Research, en el año 2020 el 61% de las mujeres estadounidenses decían que “feministsa” era una palabra que las definía; mientras que el 61% de la población total (Pew Research, 2022) aprobaban el aborto. 

Pero al final este tipo de slacktivism no sirvió para mucho. Porque a diferencia del movimiento feminista actual, los conservadores de Estados Unidos no estaban portando camisetas con slogans o retuiteando a sus artistas favoritas. Ellos estaban colocando a jueces, alcaldes, gobernadores y legisladores en posiciones claves, y estaban cambiando las leyes de su país… logrando al final eliminar de un plumazo un derecho que por medio siglo fue fundamental para tantas mujeres.

En otras palabras, los reaccionarios y conservadores ganaron porque se ensuciaron las manos.

1/8/22

GUERRA, HUH, YEAH ¿PARA QUÉ ES BUENA?

En los últimos 70 años, ninguna superpotencia logró ganar definitivamente una guerra. Ahí tenemos el fracaso de Estados Unidos en Vietnam, Afganistán e Irak, pero también sus retiradas humillantes de Somalia y el Líbano. La Unión Soviética también fracasó en Afganistán. Hoy Rusia está fracasando en Ucrania.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú


Ahí les va una declaración que quedará grabada en mármol para la posteridad: la guerra es una reverenda y absoluta estupidez. ¡Ay goey!

No digo esto desde una óptica pacifista o siquiera ética. Esta observación es meramente pragmática. Hoy en día, la guerra simplemente no paga como antes.

Tomemos el caso de Rusia. A estas alturas del juego creo que es evidente que su invasión a Ucrania ha resultado ser un fracaso. Al momento de escribir esto, estamos terminando el quinto mes de conflicto. Pero aunque Vladimir Putin resulte el ganador y logre quedarse con un pedazo de territorio ucraniano, esto no necesariamente dejará a su país en una posición más fuerte. 

La razón de esto es que los conflictos ya no funcionan como antes. Todos sabemos que por siglos diversos imperios se enriquecieron a través de conquistas y campañas militares. Los Romanos se merendaron al mundo helénico; los españoles a los mexicas, y así un largo etcétera. Pero si revisamos la historia a partir del siglo XX nos daremos cuenta que ningún país que ganó una guerra se enriqueció directamente de la misma. 


Este es un argumento que rescata el economista Paul Krugman en The New York Times. Krugman nos refiere a “La Gran Ilusión”, una obra de 1909 del autor británico Norman Angell, donde se establece que la guerra para ese entonces ya se había vuelto obsoleta. Angell no se refería a que no hubiera futuras guerras (hubiera sido un error garrafal), sino simplemente que los vencedores no podrían obtener ganancias de su victoria, y por lo tanto, la guerra no tenía sentido.

Esto fue evidente con los grandes vencedores de la Segunda Guerra Mundial. Al finalizar la guerra, Francia y Gran Bretaña quedaron en quiebra y su poder imperial hecho pedazos. Estados Unidos -el gran ganador- tampoco recibió una bonanza por derrotar a Hitler, y en los años subsecuentes vivió una inflación por encima del 20 por ciento.

¿Pero por qué la guerra ya no es redituable? De acuerdo con la teoría de Angell esto se debe a la “interdependencia vital” que existe entre los países; algo que la globalización y la tecnología han profundizado a niveles imposibles de imaginar en 1909.  Porque como bien apunta Krugman, en una economía global es sumamente difícil conquistar a otro país sin afectar la “división de trabajo internacional” y el sistema financiero del mundo. O sea… que una guerra termina por desmadrar la maquinaria económica global, afectando al invasor, al invadido y a todos los espectadores.

Esto lo hemos visto en tiempo real durante los últimos meses. La invasión a Ucrania llevó a una escasez de trigo y petróleo, que incrementó sus precios y que terminó por afectar los niveles de inflación a nivel mundial. En mayo del 2022, el nivel de inflación en Rusia era 17.1% más alto que un año anterior, de acuerdo con cifras oficiales. A esto sumen todos los estragos que la guerra le ha causado al pueblo ruso.

Y conquistar territorio tampoco deja mucha lana. Claro, antes un ejército podía robar tierra y ganado, pero hoy los activos fijos son de distinta índole. Claro que puedes confiscar una fábrica o un complejo industrial, pero Krugman indica que esta confiscación destruye los incentivos y la seguridad que todo trabajador requiere para ser productivos y eficientes. Incluso con todo el territorio que conquistó la Alemania Nazi, la producción que pudo extraer de ellos no llegó a financiar ni del 30% de su maquinaria bélica. 

Se los repito… la guerra no paga como antes; y por si fuera poco, tampoco se ganan. 

En los últimos 70 años, ninguna superpotencia logró ganar definitivamente una guerra. Ahí tenemos el fracaso de Estados Unidos en Vietnam, Afganistán e Irak, pero también sus retiradas humillantes de Somalia y el Líbano. La Unión Soviética también fracasó en Afganistán. Hoy Rusia está fracasando en Ucrania.

Putin dice ser un fanático de la historia, pero al parece le pasó de noche esta lección tan importante.

18/7/22

LIBERTAD: UNA PELÍCULA DE MICHAEL BAY

Creo que todos los defensores del liberalismo debemos mirar con atención lo que ocurre hoy en el Este de Europa. Porque por primera vez en décadas, el conflicto entre Rusia y Ucrania ha permitido el surgimiento de un súper héroe liberal.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

Si tienen buena memoria sabrán que en mi columna pasada (“La Soledad Radicalizadora”; Vértigo #1109) les expuse un breve sumario sobre algunas ideas de Hannah Arendt. En particular, sobre cómo el sentimiento de soledad en las sociedades modernas es esencial para el éxito de todo proyecto populista o autocrático.

El argumento era el siguiente: millones de personas viven hoy aisladas de sus vecinos, sus comunidades y de las instituciones. Sus vidas se perciben sin rumbo. Este factor es explotado por el líder autoritario, quien les hace protagonistas de una narrativa épica (recuperar un pasado idílico o llegar a un futuro utópico), lo que otorga sentido a los ciudadanos e incrementa la fuerza del autócrata. 

Y seamos honestos, no es fácil tachar de idiotas a millones de personas que escuchan estos cantos de sirena. Porque en el fondo, la gente quiere sentirse importante. Sentir que forman parte de la Historia (con mayúscula); que son parte de un movimiento que sacudirá al status quo; que sus acciones responden a un gran cambio; que ellos son la vanguardia de una renovación política, social y económica. 

¿Y acaso ofrece esto la narrativa liberal? ¡Ni madres! Y quizá aquí encontramos uno de los principales conflictos entre el liberalismo y el populismo. ¡El liberalismo es muy pinche aburrido! 


Claro que es sumamente loable hablar de la autonomía del individuo, de la libertad y de los derechos. Pero seamos honestos… al final esto termina siendo de flojera. ¿Qué prefieren ustedes? ¿Una cátedra sobre la libertad o una épica que los pone en pie de guerra contra “los enemigos históricos” que buscan negarnos un paraíso perdido? ¡La respuesta es obvia!

Si lo ponemos en términos cinematográficos, el mensaje liberal de hoy parece un libreto para una película de Hallmark, mientras que el populismo trae las explosiones y la acción de un blockbuster de Michael Bay.

¿Qué podemos hacer entonces? La estrategia más práctica e inmediata es hacer a la narrativa liberal más atractiva. Porque mientras los populistas tengan a actores como Donald Trump o Rodrigo Duterte, y nosotros sigamos reclutando a pantuflas viejas como Ursula von der Leyen o Joe Biden, simplemente no hay manera de competir.

¡Pues estamos de suerte! Porque desde las planicies ucranianas llega el héroe del liberalismo que todos estábamos esperando: Volodimir Zelensky. 

No se rían. Creo que todos los defensores del liberalismo debemos mirar con atención lo que ocurre hoy en el Este de Europa. Porque por primera vez en décadas, el conflicto entre Rusia y Ucrania ha permitido el surgimiento de un súper héroe liberal.

No importa si Zelensky les cae gordo. Lo importante es que nadie como él para inyectarle fuerza y vitalidad al proyecto liberal en estos tiempos tan aciagos. Es un líder carismático, un verdadero hombre de acción que lucha contra el imperialismo ruso, y también (de acuerdo con amigas y con Twitter) un pelado bastante guapo.  En pocas palabras: tenemos a un jóven apuesto y gallardo que literalmente está poniendo su vida en riesgo para luchar en favor de la libertad. ¿Querían una buena narrativa para el liberalismo? ¡Qué más pueden pedir! 

La cosa es que esto no puede quedarse en sólo un protagonista. Necesitamos que el liberalismo tenga la misma actitud agresiva y bizarra (en su definición original) para poder competir contra los Erdogans, los Bolsonaros y los Orbans del mundo. 

Pero por algo se empieza y con el libreto que hoy se maneja Zelensky, cualquier película de Michael Bay parece haber sido escrita por un taquero. ¡A comprar boletos!

CODA: Un giro verdadero digno de Hollywood sería que al final del conflicto, Zelesnky se autoproclame “héroe del pueblo” y decida perpetuarse en el poder. ¡Ay nanita!

20/6/22

¡AFGANISTÁN YA VALIOMADRISTÁN!

Espero que hayan apreciado este amable recordatorio sobre el sufrimiento que sigue causando el asqueroso régimen Talibán. 


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú


Nadie podría negar que como especie tenemos una severa crisis de atención. En los últimos años hemos sido testigos de numerosos eventos y crisis que monopolizaron nuestra atención sólo para ser descartados y olvidados en cuestión de días o incluso horas. 

C'est la vie. Esta es la naturaleza humana y también la naturaleza misma de las noticias: nos gusta lo nuevo y brilloso, nos gusta la novedad; y lo que hoy es emocionante, mañana es aburrido. ¡Nadie quiere leer el periódico de hace una semana!

Y así hemos pasado los últimos años cambiando de profesiones. Primero fuimos todos epidemiólogos; luego inmunólogos y expertos en vacunas; luego ingenieros expertos en infraestructura del metro; expertos en estrategia militar; expertos en aeropuertos y espacios aéreos; expertos en control de armas; y últimamente, expertos en relaciones maritales con los casos de Johnny Depp y Shakira.

Aún así, creo que esta actitud puede llegar a un extremo cuando está de por medio el sufrimiento de millones de personas. Un caso particular de esto es Afganistán.

Porque incluso desde antes de que Vladimir Putin decidiera invadir Ucrania hace ya más de 100 días (otro evento que rápidamente se esfuma de nuestra atención), el enfoque del público ya se había olvidado del martirio que nuevamente viven los afganos bajo un régimen teocrático y fundamentalista. Claro, todos se rasgaron las vestiduras cuando el Talibán retomó Kabul en agosto del 2021, pero en un santiamén se olvidaron de todo y… ¡a otra cosa, mariposa!

Así que en un intento de reavivar su atención por el tema, pongamos nuestros ojos de nuevo en Afganistán. ¿Cómo van las cosas por allá? Pues en pocas palabras: ¡De la chingada! Veamos…


Crisis económica: El regreso del Talibán significó un colapso absoluto de la economía afgana, la cual dependía en su totalidad del apoyo exterior. Ahora, millones de afganos están desempleados y gran parte de los trabajadores del sector público no han recibido su salario en meses. Por su parte, los gringos decidieron secuestrar las reservas internacionales de Afganistán valuadas en 7,000 millones de dólares, lo que ha contribuido a la implosión del sistema bancario.

Hambruna: De acuerdo Naciones Unidas, casi la mitad de la población (cerca de 20 millones de personas) se encuentra hoy mismo en peligro de sufrir hambruna. De esta población, casi 10 millones son niños y menores de edad. Si esto no los encabrona, nótese que la UNICEF ha reportado que esta situación ha llevado a decenas de miles de familias a vender a sus hijas como esposas o a rentar a sus hijos como trabajadores en condiciones esclavizantes. 

Derechos de mujeres: Como estaba previsto, el Talibán mintió cuando prometió reformas en su política hacia las mujeres. En los meses que lleva en el poder, ha prohibido a las mujeres estudiar más allá del sexto grado; ha vuelto a imponer la burka que cubre por completo el cuerpo de las mujeres; y ha prohibido que las mujeres salgan a la calle sin acompañantes hombres.

¿Ya se escandalizaron nuevamente? ¡Espero que sí! Lo peor aquí es que la situación de Afganistán difícilmente mejorará en el corto plazo. La administración de Joe Biden ha decidido entregar la mitad de las reservas económicas congeladas a las familias afectadas por los ataques del 11-S 2001. Por su parte, el gobierno Talibán sigue sin ser reconocido por la mayoría de los países del mundo, coartando su capacidad para negociar ayuda humanitaria o establecer nuevos tratados comerciales.

Espero que hayan apreciado este amable recordatorio sobre el sufrimiento que sigue causando el asqueroso régimen Talibán. Y claro, entiendo que el mundo sigue girando y la coyuntura evoluciona diariamente. Pero recuerden que un evento no deja de existir simplemente por no estar en los titulares de las noticias.

Dicho lo cual, una cosa es segura: Por ahora, ¡Afganistán ya valiomadristán!

6/6/22

¡LA OBSESIÓN OS HARÁ LIBRES!

Los enemigos de la libertad son sujetos obsesivos; toman su tiempo y organizan sus fichas para atacar en el momento adecuado. Si la misión de estos reaccionarios es restar derechos, trabajarán incansablemente hasta conseguirlo.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú


En el tercera entrega de la saga de Douglas Adams The Hitchhiker's Guide to the Galaxy, los entrañables personajes se encuentran luchando contra la genocida civilización de Krikkit, quienes tras descubrir que existían otras formas de vida en el universo, decidieron que su misión era destruirlas a todas.

En un intercambio sobre cómo salvar al Universo, Ford Prefect -uno de los protagonistas de la obra- comenta sobre la futilidad de combatir a estos enemigos galácticos: "Nosotros no estamos obsesionados con nada. Y ese es el factor decisivo. No podemos ganar contra la obsesión. A ellos les importa, a nosotros no. Ellos ganan."

Creo que hoy nuestra civilización se enfrenta a una situación similar. Ya establecimos en mi columna pasada (“Los Reaccionarios Nunca Duermen”, Vértigo #1005) cómo nuestras libertades nunca están del todo garantizadas; y cómo en cualquier momento -como en el caso del aborto en Estados Unidos- éstas pueden revertirse o eliminarse.

Porque al final del día, muy pocos de nosotros estamos ‘obsesionados’ por mantener nuestras libertades. No es que no nos importen; sino que una vez obtenidas creemos que la batalla está ganada y procedemos a retirar nuestras tropas. Pero los enemigos de la libertad no piensan así. En la mayoría de los casos son sujetos obsesivos; toman su tiempo y organizan sus fichas para atacar en el momento adecuado. Si la misión de estos reaccionarios es restar derechos, trabajarán incansablemente hasta conseguirlo.



Volvamos al caso del aborto en Estados Unidos. La filtración de la Suprema Corte donde se prevé la revocación de Roe v. Wade no fue una ocurrencia del juez Samuel Alito. Más bien es el resultado de décadas de trabajo de fuerzas conservadoras y religiosas, que durante 50 años han buscado la forma de minar y destruir este derecho. 

Para estos reaccionarios la estrategia ha sido clara: secuestrar   poco a poco al Poder Judicial. Bien indica la escritora Margaret Talbot en The New Yorker (“Amy Coney Barrett’s Long Game”), cómo organizaciones como The Federalist Society y otros grupos conservadores han trabajado por años en llenar las cortes federales -incluida la Suprema Corte- con jueces afines a su ideología. 

Donald Trump fue el último eslabón en esta estrategia. Como presidente se dedicó a nombrar jueces que quisieran eliminar a Roe v. Wade, atascando al Poder Judicial con magistrados conservadores y de preferencia jóvenes (para que duren más años). De acuerdo con un análisis de los académicos David Fontana y Micah Schwartzman “los nominados de Trump a las cortes federales de apelaciones fueron los más jóvenes de cualquier presidente al menos desde el inicio del siglo XX”. Si revisamos sus tres nombramientos a la Suprema Corte la situación es similar: Neil Gorsuch (49 años), Brett Kavanaugh (53 años) y Amy Coney Barrett (48 años).

Pero quizá esto les parezca un problema específico de Estados Unidos. Quizá algunos argumenten que en México no hemos llegado a una situación tan extrema, ya que aquí nuestra Suprema Corte ha garantizado el derecho al aborto, al matrimonio igualitario o al consumo de marihuana.

Pero el punto es que nunca estamos a salvo, y las fuerzas reaccionarias se encuentran hoy mismo conspirando para restarnos libertades. Basta con ver la decisión de la ministra Margarita Ríos Farjat, quien argumentando que “ningún derecho es absoluto” nos enjaretó la eliminación del ‘Secreto Bancario’, una de las violaciones más graves a la privacidad e intimidad de todos los mexicanos. Bajo este nuevo paradigma, todas nuestras libertades están ahora en peligro.

Así que debemos aprender en cabeza ajena. Si las libertades están siendo erosionadas en países con una tradición democrática y un Estado de Derecho más sólidos, no queda más que esperar lo peor para México. La complacencia ha demostrado ser una actitud fallida. Los bárbaros ya están ante las puertas y son implacables. 

23/5/22

LOS REACCIONARIOS NUNCA DUERMEN

Así como a las gringas les pueden quitar un derecho que han gozado durante 50 años, lo mismo puede pasar en cualquier país y con cualquier derecho.


Texto: Juan Pablo Delgado Cantú


Seguro que a estas alturas ya todos están enterados del papelazo que aconteció a inicios de mayo en la Suprema Corte de Estados Unidos. Para los despistados, va una breve recapitulación:

El 04 de mayo se filtró el borrador de una opinión del juez Samuel Alito donde pretende anular los dictámenes de Roe v. Wade (1973) y Planned Parenthood v. Casey (1992). Estas resoluciones, respectivamente, son las que legalizan el aborto y colocan límites a la intervención del gobierno sobre las decisiones y el cuerpo de las personas. De acuerdo con el texto de Alito, el aborto simplemente no está protegido por la constitución y por lo tanto, no debería tener una protección jurídica a nivel federal. 

Por ahora el aborto permanece legal en Estados Unidos, ya que la votación final sobre el asunto sucederá seguramente a principios de julio. Pero esta filtración es terrorífica por otras razones, ya que expone cómo ciertos derechos y libertades que muchos creen garantizados en la sociedad, en realidad nunca están completamente seguros.

Y claro que habrá algunos que consideran que este tema es una bronca particular y específica de los gringos; que aquí en México no debemos de preocuparnos. Al final de cuentas, nuestra propia Suprema Corte despenalizó la interrupción del embarazo en septiembre del 2021 (aunque su resolución no asegura que se modificarán las leyes a nivel estatal) y también hemos visto como Colombia y Argentina han legalizado esta práctica.

Pero no debemos enredarnos en el tema del aborto. Porque la temática frente a nosotros es más amplia. Porque así como a las gringas les pueden quitar un derecho que han gozado durante 50 años, lo mismo puede pasar en cualquier país y con cualquier derecho.

Bien lo señala Max Fisher en The New York Times, cuando dice que existe una correlación entre los gobiernos que restringen los derechos de las mujeres y una erosión más amplia de la democracia. Porque claro, restringir los derechos de las mujeres es un síntoma de la erosión generalizada de derechos civiles y políticos que llevan a cabo estos regímenes populistas o iliberales.

¿Y por qué tanta preocupación? Porque en la actualidad son precisamente los regímenes autoritarios o antiliberales los que más están avanzando en el mundo. Basta revisar el reporte de Freedom House sobre el estado de la democracia en el mundo para darse cuenta del tamaño de la bronca. 


De acuerdo con su último reporte publicado en febrero de este año, las libertades a nivel global han sufrido 16 años consecutivos de declive. Durante el 2021, un total de 60 países sufrieron caídas en su calidad democrática, al tiempo que solo 25 mejoraron. Peor aún: sólo el 20 por ciento de la población global vive actualmente en países libres, mientras que ocho de cada 10 personas viven en países no libres o parcialmente libres, la proporción más alta desde 1997. 

Así que no importa la postura que tengas sobre el tema del aborto (un derecho que yo apoyo profundamente, por si a alguien le interesa saber). Porque el problema que ocurre en Estados Unidos es sólo una muestra de cómo los gobiernos alrededor del mundo están eliminando los límites y libertades erigidos entre la vida privada de un individuo y el poder del Estado. 

Pocos lo han plasmado de manera tan clara la problemática que enfrentamos como el comentarista político y cómico John Oliver: “Las libertades nunca están garantizadas; se ganan con esfuerzo pero se pueden perder fácilmente. El progreso requiere una lucha constante y sostenida, al igual que la valentía de las personas que elegimos como líderes”.

Están advertidos: ningún derecho está garantizado. Hoy les tocó a los gringos estar perdiendo un derecho esencial, pero mañana puede tocarnos a nosotros. Sólo nos queda exigir, luchar y nunca bajar la guardia. Recuerden: los enemigos de la libertad nunca duermen.