20/11/23

NUESTRO FUTURO TORMENTOSO

Debemos aceptar que con el imparable calentamiento de los océanos, Otis muy probablemente se convertirá pronto en la regla y no en la excepción.


Texto: Juan Pablo Delgado Cantú

A un mes de la destrucción de Acapulco, los responsables no han hecho más que salir con una sarta de letanías para excusarse y evadir responsabilidades. Revisen las declaraciones de cualquier funcionario de gobierno (local, estatal y federal) y verán que todos se han lavado las manos diciendo que el huracán Otis fue algo “sorpresivo” y “sin precedentes”, como si fuera un castigo divino o una catástrofe imprevista que nos golpeó por única y última vez. Nada podría ser más lejano a la realidad. 

Porque entre todo el ruido, no ha existido ningún político que salga a realizar un análisis serio de lo que un evento como Otis representa para el futuro de nuestro país. Porque aún cuando haya sido algo insólito -y lo fue, porque nunca antes una tormenta había pasado a categoría 5 en tan poco tiempo- es urgente aceptar que con el imparable calentamiento de los océanos, Otis muy probablemente se convertirá pronto en la regla y no en la excepción.

Claro, nunca faltan aquellos que aleguen que el cambio climático -por sí solo- no puede explicar el incremento en la intensidad de los desastres naturales. A esas opiniones yo les respondo diciendo: “no nos hagamos gueyes”. La correlación entre el incremento de las temperaturas globales y el incremento en la destrucción por fenómenos naturales es innegable. 

Para no perdernos en discusiones bizantinas, veamos lo ocurrido en el presente año: de acuerdo con un estudio publicado a inicios de noviembre por Climate Central, la humanidad acaba de vivir el período de 12 meses más caluroso “en al menos 125,000 años”. Por su parte, el Servicio de Cambio Climático Copernicus de la Unión Europea, informó que es “prácticamente seguro” que 2023 será el año más caluroso registrado.



¿Y cuáles son las consecuencias? Un 2023 repleto de catástrofes en la forma de incendios forestales sin precedentes en Canadá y Grecia (el más grande registrado por la UE); inundaciones devastadoras en Libia tras el colapso de dos presas; olas de calor inauditas en India, China y EE.UU, entre muchas otros desastres.

Y bueno, si siguen creyendo que esta evidencia es inconclusa, hablemos de algo más concreto: la lana. De acuerdo con datos de la NOAA en su estudio “Billion-Dollar Weather and Climate Disasters”, el número de desastres que generan costos superiores a los 1,000 millones de dólares se han incrementado de manera exponencial. Pelen los ojos y pongan mucha atención:

Entre 1980-1989 hubo 33 eventos que causaron daños superiores a los 1,000 millones de dólares (un promedio de 3.3 eventos por año), con un costo total de 214 mil millones de dólares. Para 1990-1999 el número se incrementó a 57 (5.7 por año) con un costo superior a los 327 mmdd. Ya en la década de 2000-2010 hubo 67 eventos (6.7 por año) con costos arriba de los 606 mmdd. Entre el 2010 y el 2019 hubo 131 eventos (13.1 por año), costando más de 971 mmdd. Si quieren considerar sólo los últimos cinco años (2018-2022), entonces tenemos 90 eventos (18 por año) con un costo superior a los 624 mil millones de dólares. 

Yo sé, disculpen… fueron muchos números. Pero para aquellos que no llevan la cuenta, el número de desastres naturales se incrementó en un 297% entre 1980 y 2019; y los costos de éstos subieron en un 353 por ciento. ¿Y qué otra cosa ha llegado a niveles máximos en el mismo tiempo? Claro… la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera.

Pero no hay que lamentarnos por lo que no podemos cambiar. Nos guste o no, esta es la nueva realidad a la que nos enfrentamos: un mundo azotado por fenómenos naturales cada vez más poderosos y costosos. Lo que resulta urgente es prepararnos para enfrentar a este nuevo mundo, algo que nuestros políticos han decidido ignorar o desestimar por completo. ¿Será por ignorancia, indolencia o valemadrismo? ¿O una combinación de las tres?

Sea como sea, Otis fue la primera advertencia de este nuevo futuro tormentoso; y lamentablemente, no estamos preparados para lo que se nos viene.

6/11/23

LA GUERRA ES LA VICTORIA

“El vencedor no es el lado que mata a más personas, ni el que destruye más casas y ni siquiera el lado que obtiene más apoyo internacional. El vencedor será quien logre sus objetivos políticos”.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

Empecemos sin rodeos: ¿Quién ganará el conflicto en el Medio Oriente? Para la mayoría de los analistas la respuesta resulta obvia: Israel tiene el poder militar para arrasar con Hamás y todas sus huestes terroristas. ¿Suena sencillo, verdad? ¡Pues no tan rápido!

El historiador Yuval Noah Harari escribió recientemente en The Washington Post una columna con un título provocador: “¿Estará ganando Hamas la guerra?”. Su argumento para justificar esta polémica es bastante simple: nos recuerda la máxima de que “la guerra es simplemente la continuación de la política por otros medios”.

Bajo esta óptica, todos los discursos incendiarios y acciones bélicas de ambos bandos se vuelven secundarios, por no decir irrelevantes. Por ejemplo, sabemos que Israel ha prometido destruir por completo a Hamas, lo cual es prácticamente imposible: los grupos terroristas no se destruyen, sólo se transforman; y como ejemplo tenemos a Al-Qaeda, expulsado de Afganistán para ahora dominar grandes áreas del Sahel y el Medio Oriente. Por su parte, Hamas dice que quiere destruir a Israel; algo que resulta completamente absurdo e irrealizable.  

Como indica Harari, “[el vencedor] no es el lado que mata a más personas, ni el que destruye más casas y ni siquiera el lado que obtiene más apoyo internacional. [El vencedor] será quien logre sus objetivos políticos”.

Así que hagamos un análisis de esos objetivos políticos para ver si Hamas se encuentra más cercano a la victoria.

¿Qué quiere Hamas? La respuesta es muy simple: evitar la paz.



En los últimos años, Israel comenzó a normalizar relaciones diplomáticas con diversos países islámicos, principalmente con los Emiratos Árabes Unidos y Bahrein. Previo a los ataques del 7 de octubre, Tel Aviv se encontraba en conversaciones (muy avanzadas) con Arabia Saudita para firmar un tratado de paz y cooperación. Concretar este pacto hubiera significado un reacomodo histórico en el equilibrio geopolítico del Medio Oriente, donde los mayores perdedores serían Irán (enemigo acérrimo de los saudíes) y Hamas, quien mantiene que Israel es una creación espuria y una aberración histórica. 

Así que desde un punto de vista exclusivamente político, el ataque de Hamas es una jugada maestra. En el corto plazo, no sólo ha descarrilado la normalización diplomática con Arabia Saudita; también ha hecho sobrerreaccionar a los israelíes causando una pesadilla diplomática con la comunidad internacional. En el largo plazo ha sembrado “semillas de odio” en las mentes de millones de palestinos y musulmanes en general, impidiendo lograr algún tipo de paz “para las futuras generaciones”.

¿Y qué podemos decir de los objetivos políticos de Israel? Aquí encontramos el mayor problema. ¡No existen! Todas las acciones del gobierno de Benjamín Netanyahu juega en las manos de Hamas: la invasión causará más destrucción y muerte, lo cual creará mayor resentimiento y alejará aún más un proceso de paz.

Y aún cuando logre Israel al cien por ciento sus objetivos militares (que sería una victoria táctica, más no política), surgen muchas dudas importantes en el corto plazo: ¿Quién se hará cargo de gobernar Gaza? ¿Quién garantizará la paz social y la gobernabilidad? ¿Quién se encargará de los cientos de miles de refugiados?

Pero los problemas aumentan en el mediano plazo: ¿Tiene Israel algún plan para rescatar el acuerdo de paz con Arabia Saudita? ¿Existe algún plan para lograr una paz integral con los palestinos? ¿Existe alguna estrategia para normalizar las relaciones con el mundo árabe?

Hasta el momento, todas estas preguntas se están respondiendo en negativo. El gobierno de Tel Aviv parece enfocado sólo en exterminar a Hamas, algo que -ya establecimos- difícilmente podrá lograr. Por lo tanto, cuando las últimas bombas terminen de caer y cuando se cuenten las últimas víctimas, veremos que Hamas -aún con su debilidad y cobardía- habrá ganado esta guerra.