23/10/23

EL VOTO EN LOS TIEMPOS DEL CHATGPT

¿Podemos confiar en que el electorado global tenga la suficiente inteligencia y el suficiente criterio para discernir entre propaganda falsa y legítima?


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

Dejen que les comparta un dato que seguro no traían en su radar: el próximo año se llevará a cabo el proceso democrático más grande de la historia, donde más de la mitad de la población mundial -cerca de 4,000 millones de personas- tendrán elecciones para cambiar a sus gobernantes. ¿Quiénes participan? Países como la India, Estados Unidos, Finlandia, Indonesia, Taiwán, El Salvador, obviamente nosotros en México y algunos otros más. 

Pero ahí les va otro dato igual de interesante pero más preocupante: este megaciclo electoral marcará un nuevo paradigma en la historia, porque será el primero que se realice en la Era de la Inteligencia Artificial.

Miren, quizá ustedes tengan una opinión muy elevada de la humanidad y este último dato no les cause ruido. Pero no debemos engañarnos: la disponibilidad masiva de la Inteligencia Artificial -sí, fascinante y revolucionaria, sin duda- debe obligarnos a reflexionar sobre todos los tipos de disrupciones que debemos sortear al enfrentar a esta tecnología con los caóticos procesos democráticos. Pero antes de continuar, tomemos una breve desviación para viajar al pasado:

Nuestro primer destino es la democracia más grande del mundo: India. Es el 2019 y hay elecciones generales. En este ciclo electoral, los principales partidos se han volcado a Whatsapp para crear miles de grupos que les permitirán conversar directamente con el electorado y enviar toda clase de propaganda política. El principal operador de esta estrategia es el Partido Popular Indio (Bharatiya Janata Party), liderado por Nerendra Modi. ¿Cuál es el problema? Que gran parte del contenido que enviaron son noticias falsas, desinformación y retórica de odio contra las minorías religiosas. Al final, este tipo de campaña sucia termina en violencia y asesinatos.

Ahora viajemos a Estados Unidos, la segunda democracia más grande del mundo. El año es 2016 y Hillary Clinton compite contra Donald Trump. ¿Qué fue lo que ocurrió en esta elección? Un diluvio de noticias falsas, memes, venta de datos para propaganda microdirigida (Cambridge Analytica) y granjas de bots operadas por gobiernos extranjeros. El resultado fue un absoluto congal que -algunos argumentan- le costó la elección a la señora Clinton.


Ahora bien, la desinformación no es nada nueva, y quizá sea tan antigua como la democracia misma. Pero como indica The Economist, existen tres enormes diferencias entre el 2016 y el 2019, comparado con lo que veremos el año próximo. 

Primero, la automatización. En cualquiera de los ejemplos anteriores debemos considerar que cada contenido, cada mensaje, cada meme y cada noticia falsa debió ser creada por un ser humano. Las granjas de bots también fueron operadas por humanos. Lo que veremos en pocos meses es otra bestia: programas de IA vomitando material tóxico incesante e incansablemente. Como indica The Economist, los avances en la inteligencia artificial “hacen posible la propaganda sintética”.

El segundo problema es la cantidad y masificación. Antes uno debía considerar las “horas hombre” para generar desinformación, pero con la IA el output podría multiplicarse por “1,000 o por 100,000 veces”. Basta con dar un simple comando a esta tecnología para que una computadora genere toda clase de propaganda tóxica.

El tercer problema es la calidad: si antes la desinformación debía hacerse manualmente, ahora tenemos deepfakes hiperrealistas tanto en imágenes, audio y video. Sumemos a esto el microtargeting y los votantes pueden verse inundados con propaganda altamente personalizada a gran escala. 

La pregunta final es muy sencilla: ¿Podemos confiar en que el electorado global tenga la suficiente inteligencia y el suficiente criterio para discernir entre propaganda falsa y legítima? Yo no lo creo. Basta con pasar un día en cualquiera de las plataformas de redes sociales para ver que nos enfrentamos a un absoluto y reverendo desmadre el año que viene. 


¡Que los dioses tecnológicos y la diosa de la democracia nos agarren confesados!

9/10/23

FROM GUATEMALA TO GUATEPEOR

Los temas de la inseguridad, violencia y el tráfico de fentanilo son tres herencias malditas para los próximos presidentes, tanto gringo como mexicano. 


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

Hace unos meses escribí en esta gustada sección un diagnóstico sobre el desgaste en la relación bilateral México-EUA (“Los Vecinos de la Discordia”; Vértigo #1155). En aquel momento, me mostré ingenuamente sorprendido por la retórica cada vez más agresiva que provenía de ciertos funcionarios estadounidenses.

Citando a la Directora de la DEA (“México no coopera”), al Secretario de Estado (‘el narco controla partes de México’) y al Senador Lindsay Graham (“México es un narco Estado-terrorista”) creía que las cosas nunca habían estado tan descompuestas entre ambos países, pero que todavía era posible enmendar la relación para crear una comunidad norteamericana más fuerte y unida. ¿Y qué creen que ha pasado desde entonces? ¡Obvio! Las cosas sólo se han puesto más de la chingada.

Hoy se ha normalizado que alguno de los precandidatos del Partido Republicano nos amenacen con invadirnos o mínimo lanzarnos un par de misiles dizque para combatir a los narcos. Donald Trump, hasta ahora el puntero en las encuestas, supuestamente pidió la formulación de planes militares para atacar a México en caso de regresar a la presidencia. Pero la misma retórica es pan de cada día con el resto de los precandidatos. Repasemos las declaraciones más notables:

Ron DeSantis (segundo lugar en las encuestas): Al ser cuestionado sobre el uso de las fuerzas armadas contra los narcos, DeSantis dijo que mandaría al Ejército “desde el primer día” de su gobierno a territorio mexicano, y agregó que clasificaría a los cárteles como “organizaciones terroristas”. 

Vivek Ramaswamy (tercer lugar): Este pintoresco candidato (por decir lo menos) indicó que hablaría con Claudia Sheinbaum “o quien sea que gane la elección” para ofrecerle apoyo para eliminar a los cárteles, pero que de negarse su ayuda, intervendría unilateralmente en nuestro país. Concluyó con esta joya: “si tienes un vecino que tiene un perro, entra a tu jardín y sigue mordiendo a los miembros de tu familia repetidamente, puedes tomar una escopeta y dispararle a ese perro, eso es legítimo, legal, moral y éticamente justificable”. ¡Válgame!

Salvo una sorpresa inesperada, uno de esos tres pelados será el candidato Republicano. Y aguas, porque viendo la aprobación que se maneja el presidente Biden (inferior al 50% en todas las encuestas), es muy probable que alguno de esos tres tipos llegue a la Casa Blanca. ¿Y entonces? ¿Qué haría Claudia o Xochitl para lidiar con estos orates?



Y no debemos desestimar este relajo como mera politiquería. Porque la agresividad de los Republicanos contra México no está basada en ideología, sino en un asunto real de seguridad y salud pública. Todos sabemos que cada día mueren cerca de 200 personas por una sobredosis de fentanilo (más que los decesos por armas de fuego o accidentes en automóvil) y todos sabemos que -al menos en la mente de estos candidatos- nuestro gobierno no se está tomando muy en serio este problema.

Apenas hace un par de días, la Cámara de Representantes decidió dejar de enviar ayuda a México con el argumento de que no combatimos el fentanilo. ¿Y cuál fue nuestra respuesta? Llamamos “ridículos” a estos congresistas.

Los temas de la inseguridad, violencia y el tráfico de fentanilo son tres herencias malditas para los próximos presidentes, tanto gringo como mexicano. Todavía estamos a tiempo para evitar una escalada de tensiones, pero para esto es urgente retomar los canales institucionales de comunicación y diplomacia. Dejar de hacer rabietas y sentarnos a solucionar estos problemas.

Y sólo para concluir, vale rescatar otro asunto relevante. Hace un par de semanas el gobierno de Guatemala decidió enviar a miles de tropas a su frontera con México… ¡para resguardarse de la inseguridad del crimen organizado en Chiapas! O sea que ahora tenemos broncas con dos vecinos y en dos fronteras. 

Todo esto me lleva a rescatar aquel refrán de mal gusto que reza: “es como ir de Guatemala a Guatepeor”. Lo que parecemos no entender… ¡es que México hoy es Guatepeor! ¡Lo que nos faltaba!