28/8/23

MÉXICO: VERDE OLIVA, BLANCO Y ROJO

El riesgo de estos escenarios me parece obvio: militarizar a un país para solucionar cualquier problema es fácil de implementar, pero difícil de revertir.

Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

Aunque faltan más de 300 días para la elección presidencial del 2024, muchos pitonisos del círculo rojo ya auguran que el arroz electoral está cocido y que el resultado más probable del próximo año es una victoria del oficialismo.

Yo no pretenderé ser el Walter Mercado de esta prestigiosa revista, así que no entraré en el juego de las predicciones electorales. Pero si algo puedo asegurarles sería lo siguiente: independientemente de quien resulte vencedor en 2024, los grandes ganadores serán las Fuerzas Armadas de México.

¿Por qué lo digo? Porque el modelo establecido en la actual administración -donde los militares obtuvieron patrimonio en la forma de aeropuertos, aduanas y otros contratos de infraestructura- difícilmente podrá ser dislocado en el siguiente gobierno, gane quien gane la mentada elección.

Esta es la misma opinión del Center for Strategic and International Studies (CSIS). En su reciente trabajo titulado “Después de AMLO: Perspectivas económicas, políticas y de seguridad para México en 2024”, los autores Ryan C. Berg,  Sara Fattori y Henry Ziemer incluyen un par de escenarios sobre el papel que jugará el Ejército y la Marina en el futuro próximo:

Caso 1. Gana Morena: “Si un sucesor de MORENA continúa por el mismo camino en 2024, puede incrementar el poder político de las Fuerzas Armadas en los años siguientes. Como tal, el legado de deterioro y alteración institucional persistirá mucho después de la partida de AMLO”.

Caso 2. Gana la oposición: “El papel de los militares en los proyectos de infraestructura presentará un reto al sucesor de AMLO. Un candidato de la oposición enfrentará nuevos intereses burocráticos, especialmente en los sectores de transporte y logística, que podrían verse como competencia de los militares”. 

Al final de cuentas, la permanencia de las Fuerzas Armadas en la vida económica (y por ende, en la política) parece irreversible en nuestro caso. Porque como apunta el informe del CSIS, la instalación del Ejército en funciones de infraestructura y desarrollo económico las convertirá en una fuerza con el poder de “sabotear” a cualquiera que busque revertir el nuevo status quo establecido durante el actual sexenio. 



Yo no sé ustedes, pero en vez de perder tanto tiempo en la grilla electoral, deberíamos de hacer pausa en este tema, quizás el que más transformará el andamiaje y balance institucional de México.

También preocupa que este fenómeno no es exclusivo de nuestro país. Como indica el analista James Bosworth en WPR, la creciente inseguridad en América Latina ha llevado a distintos gobiernos a depender cada vez más de las Fuerzas Armadas para las tareas de seguridad. Muy similar a lo que ha ocurrido aquí, esta aproximación militarizada para controlar a la delincuencia se presenta como el primer paso para que los militares incrementen su influencia en la política.

En Ecuador, el incremento de violencia del crimen organizado (con nexos a cárteles mexicanos) ha llevado a Luisa González -una de las ganadoras de la primera vuelta el pasado 20 de agosto- a prometer una mayor militarización de la seguridad sumado a  cientos de millones de dólares para lograrlo.

En Argentina pasa lo mismo, donde Javier Milei, el candidato que ganó las primarias, ha propuesto militarizar las prisiones y unificar los sistemas de Defensa y Seguridad para que las Fuerzas Armadas tengan un mayor despliegue y presencia en su país.

En Honduras es igual, donde Xiomara Castro ha buscado imitar a las políticas de El Salvador, aplicando políticas militaristas y de mano dura para contener la violencia.

El riesgo de estos escenarios me parece obvio: militarizar a un país para solucionar cualquier problema es fácil de implementar, pero difícil de revertir. ¿Quién será el valiente que se enfrente a los milicos y los obligue a renunciar a su nueva influencia política? O peor aún… ¿Quién los hará devolver su nuevo patrimonio o sus nuevas empresas?

14/8/23

CAMINITO A LOS GULAGS

Existen países que han decidido apostar al futuro: un futuro educativo marcado por la cultura del esfuerzo y la meritocracia.


Text por: Juan Pablo Delgado Cantú

El exministro de Relaciones Exteriores israelí, Shlomo Ben Ami, propone una frase fulminante: “A las naciones casi nunca se las asesina: se suicidan”. Ben Ami habla de la crisis política que se vive hoy en Israel. Pero la misma frase podría aplicarse en México ante un tema igual de grave: la educación de las nuevas generaciones de niños.

A estas alturas del juego, estoy seguro que todos han escuchado algo sobre los cambios que propone la “Nueva Escuela Mexicana” (NEM). La cobertura mediática ha generado toda clase de reacciones en la sociedad; pero quizás ninguna causó tanto revuelo como la reacción hacia la cobertura de Fuerza Informativa Azteca (FIA), que acusó a la NEM de propagar una ideología “comunista”.

Los memes, las parodias y otras burlas no se hicieron esperar. Para muchos, llamar “comunista” a la nueva propuesta pedagógica y a los libros de texto dizque “gratuitos” (que no lo son, pues los pagamos con nuestros impuestos) era hiperbólico por decir lo menos, o de plano, total histrionismo.

¿Pero cuál es la verdad? Tras haber leído todos los libros de primaria con la ayuda del equipo de Investigación de FIA, puedo resaltar algunas cosas: los libros de texto sí contienen lecciones y opiniones que atacan al mérito individual y promueven una mentalidad colectiva (llamar a hacer actividades en “asamblea”, “plenarias”, etcétera). De igual manera se incluyen lecciones contra la libertad de mercado, la propiedad privada y otros temas que van en contra del liberalismo económico. 

Al final, estos libros -más que adoctrinadores- son mediocres y poco aptos para preparar a los niños mexicanos para los empleos del futuro. Se incluyen sólo decenas de páginas sobre matemáticas y ciencias exactas (dentro de miles de páginas totales); se promueven las lenguas indígenas sobre otros idiomas como el inglés; no se considera la informática ni la computación, entre otros temas.

Ahora bien, el problema real se encuentra en los manuales para los docentes (Un Libro Sin Recetas Para La Maestra y El Maestro) donde la ideología de corte marxista se desborda a borbotones. Estos manuales son aquellos que todos los maestros deben leer y estudiar para después llevar esos aprendizajes al aula. 

Sin más rodeos, vayamos a los ejemplos, no sin antes hacer una aclaración: aunque los manuales están totalmente repletos de una ideología trasnochada, por espacio sólo podré compartir algunos pocos detalles sobresalientes. ¡Adelante, pues!




“Debemos entender que (la) libertad individualizada es un concepto que violenta la construcción de comunidad y genera dinámicas de enajenación que deben cuestionarse”. (Fase 3, p.11)

“(Hay) otras maneras de entender la libertad: una libertad colectiva, una libertad social y comunitaria que no centre su atención en una propuesta individualista, meritocrática y clasista que se justifique en la aparente búsqueda de la identidad”. (Fase 3, p.11)

“La educación es un acto político para la transformación social” (Fase 4, p.3)

“¿Desconoce que, bajo un modelo neoliberal, sólo son promesas populistas, proselitistas, las ideas de democracia, movilidad social, estabilidad económica, servicios educativos y culturales equitativos?” (Fase 3, p.34)

“¿Reconoce que es posible una sociedad alternativa y que ésta se puede conseguir a partir de la lucha contra los oponentes de clase?” (Fase 3, p.35)

Lo más lamentable de este asunto es que como mexicanos no deberíamos estar condenados a este tipo de educación. Existen países que han decidido apostar al futuro: un futuro educativo marcado por la cultura del esfuerzo y la meritocracia. Un futuro donde los niños sobresalgan en ciencias exactas y matemáticas. Donde los aprendizajes del mundo y de otras culturas sean la norma para crear un país próspero.

Ahora que México está afilando los cuchillos para realizar un harakiri y asesinar su futuro, sólo hay dos opciones de salvación: Detener a la Nueva Escuela Mexicana… ¡o que los maestros resulten ser tan flojos que ni siquiera lean esos manuales!