17/7/23

MOBURENA: MOVIMIENTO BUKELISTA DE RENOVACIÓN NACIONAL

¿Es México terreno fértil para importar el modelo de seguridad de El Salvador? ¿Estamos en vísperas de un Movimiento Bukelista de Renovación Nacional?



Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

No sé en qué momento nos malacostumbramos, pero la violencia que padece México no es normal. Entiendo por qué ya nada nos sorprende: todos los días -desde hace casi 20 años-, hemos tenido que navegar con un estupor anestesiante para sobrevivir a los homicidios, agresiones, secuestros, extorsiones y amenazas que son el pan de cada día en nuestra dantesca cotidianidad.

Y a estas alturas del sexenio, también queda claro que el tema de inseguridad ha sido uno de los principales fiascos. Ni la Guardia Nacional, ni los programas sociales, ni los “abrazos”, ni la expansión de los poderes del Ejército o la Marina han logrado una reducción sustancial de la violencia. 

Lo peor de todo es que el futuro inmediato tampoco se ve prometedor. Ninguna de las ‘corcholatas’ que participan en las pre-pre-pre-pre campañas parece tomar el tema de la seguridad como prioridad, prefiriendo pasearse por el país proponiendo ideas asnales y otras tonterías. 

Esta coyuntura ha llevado -lógicamente e inevitablemente- a considerar soluciones radicales. Parte de la sociedad pide mano dura. Puño de hierro. Guerra sin tregua. Pide mandar al diablo a los derechos humanos de aquellos que no respetan los derechos humanos; o como lo dijo en su momento Louis de Saint-Just, “ninguna libertad para los enemigos de la libertad”.

Entra en escena Nayib Armando Bukele Ortez. 

Como seguro lo saben, desde su llegada a la presidencia de El Salvador en 2019, Nayib Bukele ha gobernado con un enfoque inamovible: retornar la paz a la sociedad. A través de una serie de políticas radicales, ha encarcelado a miles de pandilleros y ha reducido el número de homicidios a niveles históricos. De acuerdo con cifras oficiales de su gobierno, El Salvador registró en 2022 una tasa de homicidios de 7.8 por cada 100,000 habitantes. Como contexto, la tasa era de 106.30 en el año 2015, la más alta del hemisferio Occidental.

A pesar de las numerosas denuncias sobre atropellos y violaciones a los derechos humanos, el “modelo Bukele” sigue sumando feligreses. Más aún cuando su gobierno goza de una popularidad superior al 90% (la más alta del mundo). Bukele es ahora -como él mismo bromea- “el dictador más cool del mundo” y su estilo personal de gobernar se ha convertido en un codiciado producto de exportación.

Aquí llegamos al meollo del asunto: ¿Es México terreno fértil para importar este modelo de seguridad? ¿Estamos en vísperas de un Movimiento Bukelista de Renovación Nacional? Si vemos las cifras del INEGI, la respuesta es un rotundo “sí”. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Cultura Cívica (ENCUCI, 2020), el 77% de la población está de acuerdo o muy de acuerdo con tener un gobierno encabezado por un líder fuerte. Más sorprendente, el 40.1% estaría de acuerdo o muy de acuerdo con un gobierno encabezado por  militares. ¡Pácatelas!

Recientemente debatía con mis colegas Lucy Bravo, Nina Andrade y Leo Arriaga en el El Atole (podcast disponible en todas las plataformas), sobre las consecuencias de importar el modelo bukelista a nuestro país. El consenso fue casi unánime: México necesita urgentemente la paz para prosperar social, política y económicamente; y continuar con las actuales políticas (o las pasadas) no sólo es estupido, sino criminal. 

Pero hay un problema en esta ecuación, porque la estrategia de El Salvador nos va a quedar debiendo. Piénsenlo así: una cosa es combatir y arrestar a pandilleros, pero otra muy distinta es combatir a los ejércitos del crimen organizado que ostentan un poder de fuego similar al de la Sedena o Marina. ¿Cómo podemos aplicar el modelo de Bukele contra sicarios que tienen tanquetas, lanzagranadas, coches bomba y ametralladoras calibre .50?

Peor aún… si Bukele ya nos quedó corto ¿Quién podrá rescatarnos? ¿Un Vladimir Putin? ¿Un Kim Jong-un? Hagan sus apuestas, pero la respuesta no quiero ni imaginarla.