27/3/23

LAS FALSAS FOBIAS

Si alguien tiene alguna fobia serían algunos de estos grupos progres: una fobia a la razón y a la libertad.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú


Estoy seguro que todos ustedes han tenido un episodio embarazoso por las últimas transformaciones en el uso del lenguaje. Cada día nos encontramos un nuevo edicto de la Santa Inquisición ‘progre’ prohibiendo algún adjetivo, modificando un pronombre o censurando expresiones de uso popular. 

El problema no es nuevo. De hecho, una de mis primeras columnas publicada en esta prestigiosa revista (agosto 2015) fue precisamente sobre la suplantación del lenguaje en la sociedad por una especie de “neolengua” al estilo Orwelliano. 

En aquel momento argumentaba que para muchas personas, la vida parece ser muy cruda para describirla de manera directa; y que por esta razón, se habían  inventado un idioma descafeinado para maquillar la realidad. Dejen les comparto uno de los párrafos escritos en aquel primer texto: 

“En el México contemporáneo hemos dejado de tener ancianos o viejos, y en su lugar convivimos con “personas de la tercera edad”. Todos los ciegos se han convertido en gente “con impedimentos visuales”; los diabéticos, en “personas que viven con diabetes”; y los sordos, en “personas con discapacidad auditiva” (...) Nos percatamos también que vivimos en un país sin pobres, pues ahora México tiene “miembros de las clases sociales desfavorecidas”. Los vagabundos se fueron de la ciudad, y ahora quedan “personas en situación de calle”. Y ni hablar de los paralíticos, ellos también huyeron del país, dejando en su lugar a “personas con capacidades especiales”.

A ocho años de distancia, uno podría argumentar que no es precisamente equivocado suplantar conceptos y palabras por otras más ‘sensibles’ para referirnos a minorías, personas con discapacidad o grupos históricamente discriminados. Estoy de acuerdo, el idioma evoluciona junto con la sociedad y es bueno que seamos menos crudos y más civilizados.

Pero como bien indica el escritor John McWhorter (y antes lo dijo el comediante George Carlin), cambiar el lenguaje no cambia la realidad. Podemos desgarrarnos las vestiduras por aquellos que transgreden este nuevo lenguaje ‘sanitizado’, pero nada de esto sirve para ayudar a los grupos desfavorecidos a los que nos referimos. Cambiar el lenguaje no elimina el racismo, ni el clasismo, ni el machismo, ni nada. Quizás nos sintamos mejor al momento de hablar, pero las personas afectadas verán su realidad permanecer exactamente igual.

Un tema que ha tomado preponderancia últimamente es el del sobrepeso y la obesidad. Si nos basamos en el diagnóstico de la OMS llegamos a esto: “el sobrepeso y la obesidad son importantes factores de riesgo de algunas enfermedades crónicas, incluidas enfermedades cardiovasculares y los accidentes cerebrovasculares, que son las principales causas de defunción en todo el mundo.” 

Estos son hechos, no opiniones. Y con esta evidencia, uno podría argumentar que el sobrepeso es -en esencia- malo para la salud. ¡Pues no! Atreverse a decir esto en público es motivo inmediato para ser acusado de “gordofobia” y en una de esas ser ‘cancelado’ por las buenas conciencias de la sociedad.

Esto es síntoma de un problema aún mayor: la prohibición de siquiera poder discutir abiertamente ciertos temas. A la obesidad pueden sumarle temáticas que afectan a mujeres, minorías raciales o personas del colectivo LGBT. Si no formas parte de estos grupos, entonces hablar de temas relacionados a sus causas está absolutamente prohibido.

Sobra decir que en una sociedad abierta, esto es inaceptable. Todas las opiniones deben de ser escuchadas y todos los temas merecen ser debatidos con racionalidad y respeto. Habrá opiniones buenas y otras malas, pero silenciar a cualquiera de ellas con acusaciones de “fobia” es una actitud autoritaria.

De hecho, la RAE describe a las fobias como una “aversión obsesiva a alguien o a algo” o un “temor irracional compulsivo”. Pero si alguien tiene alguna fobia serían algunos de estos grupos progres: una fobia a la razón y a la libertad.

13/3/23

LA ESTUPIDEZ MALVADA

La estupidez no puede ser tolerada como un asunto privado o de divertimento. Debemos crear conciencia de que la estupidez representa un peligro para las sociedades, para nuestra democracia y para la supervivencia de nuestra especie. 


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú


“Piensa en lo estúpido que es el individuo promedio, y date cuenta de que la mitad de las personas son más estúpidas que eso”.
- George Carlin

Empecemos con una provocación gratuita: la gente cada día es más estúpida. Basta con escuchar la música simplona (sí, el maldito reguetón) que domina la radio; o ver cómo los mayores éxitos del cine son películas de superhéroes con fórmulas y desenlaces agonizantemente predecibles; o cómo las teorías de conspiración pululan en las redes sociales y manipulan a millones de individuos. No leemos libros; nos informamos a través de memes; votamos por personajes claramente incompetentes…


Esta evidencia debería llevarnos a concluir que vivimos en la era más estúpida de la historia. ¡Pero alto! Que la situación es un poco más complicada de lo que parece. 

La evolución nos ha programado para detectar ciertas cualidades humanas. Todos identificamos a personas o acciones malvadas o bondadosas. ¿Pero alguien sabe realmente qué significa ser estúpido? ¿Qué tipo de personas clasifican para este adjetivo? Cuando lo piensan, la estupidez se convierte en un concepto escurridizo y subjetivo. ¿Cómo podemos señalar a la estupidez si no la comprendemos? 


A pesar de estas dificultades, resulta fundamental entender, detectar y denunciar a los estúpidos por una simple razón: la estupidez es destructiva y sumamente tóxica para una sociedad.

Esta es la hipótesis del teólogo alemán Dietrich Bonhoeffer (1906-1945), quien argumenta en su ensayo “Sobre la estupidez” que esta condición no es sólo es una falta de inteligencia o conocimiento, sino una fuerza viva que influye en las acciones y decisiones de las personas.



¿Cómo detectar entonces a un estúpido? Para Bonhoeffer, algunos aspectos claves de estas personas son la complacencia, la conformidad y la indiferencia hacia la sociedad y el mundo. Dicho de otra forma, un estúpido no piensa de manera crítica, es insensible y no se relaciona con su entorno de manera reflexiva y responsable. 

Tomen nota de que -según Bonhoeffer- cualquier persona inteligente también puede ser un estúpido cuando no utiliza su intelecto para comprender y responder a las necesidades de los demás. Visto de esta manera, podemos ir detectando que la estupidez está más relacionada con la apatía que con la ignorancia.

¿Pero por qué nos debe de importar todo esto? Porque en el centro de la teoría de Bonhoeffer se encuentra una advertencia sobre los peligros de la estupidez. En concreto, que las personas estúpidas son más peligrosas que las malvadas.

Bonhoeffer argumenta que la maldad no solo es resultado de una acción intencionada a causar daño. El mal también puede surgir de la falta de conciencia, empatía y responsabilidad, rasgos que -como hemos visto- también son característicos de la estupidez.

Otro peligro es que la gente estúpida es fácilmente manipulable por alguien malvado. Ante la ausencia de pensamiento crítico, los estúpidos son ideales para aceptar narrativas falsas y seguir acríticamente a quienes están en el poder. De esta manera, se pueden convertir en cómplices involuntarios para toda clase de actos de crueldad e injusticia. El mismo Bonhoeffer lo experimentó cuando sus compatriotas decidieron encumbrar a los nazis, un régimen que terminó por enviarlo a un campo de concentración donde fue asesinado.

Si de algo puede servir esta reflexión es para comprender que la estupidez no puede ser tolerada como un asunto privado o de divertimento. Debemos crear conciencia de que la estupidez representa un peligro para las sociedades, para nuestra democracia y para la supervivencia de nuestra especie. 

Todos tenemos la responsabilidad de denunciar y atacar a la estupidez en cada momento. Tenemos la responsabilidad de apostar por la empatía y la responsabilidad. Ahora ya lo sabes… ¡Sólo tú puedes detener a un estúpido y salvar al mundo!