¿Quién debe estar a cargo de vigilar el Internet? ¿Quién debe decidir qué clase de “arte” o tipo de “expresión” está permitido compartir en una plataforma?
Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú
Ahí les va una retadora: ¿Saben ustedes quién controla la industria del porno en internet?
Quizá su primer instinto sería pensar en algún heredero del extinto Hugh Hefner u otro de esos magnates excéntricos. ¡Nada más lejano de la realidad! “Bueno”, dirán, “seguro se trata de algún empresario desconocido que controla esos grandes sitios de streaming pornográfico”. ¡Pues tampoco!
Lo curioso es que entre más se piensa en esta cuestión, más nos damos cuenta que nadie conoce mucho de esta gigantesca industria que forma parte intrínseca de nuestras vidas privadas (no se hagan gueyes). Porque claro, todos sabemos quién manda en otras empresas ubicuas en nuestras vidas cotidianas como Tesla, Apple, Microsoft o Meta; pero la realidad es que no tenemos ni idea sobre quién está detrás de esta maquinaria que manipula la lujuria de millones de personas en todo el planeta, aún cuando todos hemos consumido sus productos (nuevamente… no se hagan).
De ahí mi sorpresa de encontrarme con un podcast que apunta al corazón de este enigma: “Hot Money”, realizado por Patricia Nilsson y Alex Barker, ambos periodistas del Financial Times. Durante ocho episodios, esta investigación nos lleva desde California hasta el bajo mundo de Europa Oriental para conocer a los misteriosos individuos detrás del monstruo multimillonario de la pornografía.
Bueno... ¿Y entonces quién controla el porno? Pues la respuesta sencilla sería decirles que existe un conglomerado con sede en Luxemburgo llamado MindGeek, el cual es dueño de los sitios porno más famosos como Pornhub, YouPorn y otros; y que detrás de MindGeek hay un empresario casi desconocido llamado Bernard Bergemar.
Pero esta no sería la historia completa. Porque la realidad es que los verdaderos dueños del porno -o seamos más ambiciosos, ¡Los verdaderos dueños del Internet!- son dos empresas que seguro reconocerán al instante: Visa y Mastercard.
Porque al final la industria del porno se basa en el cochino dinero; y al igual que cualquier vendedor o influencer en Internet, una plataforma de pornografía necesita tener un sistema de pago para ser redituable. Hoy la enorme mayoría de las transacciones en Internet se realizan con tarjetas de crédito, y éstas son controladas por el duopolio antes mencionado.
De esta manera, Visa y Mastercard se han colocado en el centro no sólo de la industria del porno, sino del debate sobre libertad de expresión y libertad artística. Porque como se explica en “Hot Money”, son los códigos de ética de estas empresas los que terminan por decidir y filtrar el tipo de contenido que alguien puede realizar para poder utilizar su sistema de pagos.
Por ejemplo, Visa y Mastercard han tomado ya decisiones que impactan en los contenidos que pueden ser producidos y exhibidos en los portales porno más famosos. ¿Sexo rudo?, permitido. ¿Sexo donde se involucra alcohol o drogas?, prohibido. ¿Sexo con personas maniatadas? ¡Permitido! ¿Sexo con alguien inconciente? ¡Prohibido! Sobra decir que todo lo explícitamente ilegal no puede ser colocado en Internet si se pretende usar una tarjeta de crédito.
Un caso reciente del poder de estas empresas sucedió con Pornhub, que tras revelarse la existencia de miles de videos de “porno venganza” (donde un usuario sube un video sexual sin autorización de la otra persona) llevó a que se suspendiera la monetización por varias semanas, con pérdidas multimillonarias.
Todo esto nos lleva a la pregunta más importante: ¿Quién debe estar a cargo de vigilar el Internet? ¿Quién debe decidir qué clase de “arte” o tipo de “expresión” está permitido compartir en una plataforma?
Durante años políticos, activistas y CEOs de numerosas empresas han buscado una respuesta que satisfaga a todos. La realidad es que hoy ya tenemos esta respuesta: quién controle al sucio y cochino dinero tendrá la última palabra.