21/11/22

¿EL FIN DEL FIN DE LA HISTORIA?

Todos los regímenes autoritarios se vuelven ineficientes y terminan por cometer gravísimos errores. En cambio, la democracia liberal es el modelo mejor equipado para sobrevivir las turbulencias sociales, económicas y políticas. 


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú


Cuando uno ve el panorama internacional no puede más que palidecer. La democracia liberal, ascendente desde 1990, está hoy contra las cuerdas; y una nueva camada de líderes autoritarios se posicionan como la nueva propuesta para navegar el turbulento siglo XXI. En todas las latitudes vemos el auge del “hombre fuerte” que pretende crear un nuevo orden global a base de la autocracia, la brutalidad y la reducción de libertades. 

Pero en medio de esta crisis, regresa al escenario un viejo campeón del liberalismo para restaurar la esperanza en los hombres de poca fe: Francis Fukuyama, quién publicó en The Atlantic: “Más pruebas de que éste es realmente el Fin de la Historia”.

Si no recuerdan, el concepto del “Fin de la Historia” de Fukuyama es una interpretación libre de las rumiaciones de Hegel, quién ideó este concepto en el siglo XIX para explicar la dialéctica del progreso humano a través de la razón. Fukuyama después argumentó que tras la derrota del marxismo soviético no cabía duda que la democracia liberal era la opción más elevada para la organización social. O sea, que el liberalismo democrático marcaba el Fin de la Historia.

Pero los últimos 30 años fueron muy tercos con Fukuyama, llevando a burlas y acusaciones de arrogancia en su contra. ¿Cómo podemos hablar del “fin de la historia” cuando enfrentamos el auge del nacionalismo, del islamismo político y del terrorismo? ¿Cómo celebrar el triunfo de la democracia con la resiliencia de la teocracia iraní, el neozarismo en Rusia, o el auge del totalitarismo chino y de otros tantos regímenes similares? 


Pero Fukuyama se mantiene firme, reconociendo que aún cuando existe un retroceso democrático, esto no cancela su hipótesis. De hecho, argumenta que la fortaleza que exhiben los regímenes autoritarios es una fachada, y que ninguno de ellos se encuentra en una mejor posición que las democracias.

El caso de Rusia es ilustrativo. Lo que comenzó como una demostración de fuerza imperial se ha convertido en una pesadilla para Vladimir Putin. Su invasión a Ucrania ha develado la crueldad de su régimen, la debilidad de su ejército y la falta de legitimidad hacia su aventura militar. Más de 700,000 rusos han huído del país y hoy Putin es el hazmereir del mundo. 

Lo mismo ocurre en Irán, donde el asesinato de una joven demostró que el régimen teocrático es odiado por la mayoría de la población y hoy pende de alfileres. La población está exhausta de la opresión religiosa, la falta de oportunidades y la brutalidad del régimen. 

Y luego está China, donde la concentración de poder en Xi Jinping ha llevado a toda clase de errores estratégicos: desde los encierros para combatir el covid hasta la masiva intervención estatal en la economía. Todo esto deja a China con su peor crecimiento económico en décadas y serios problemas estructurales y existenciales; donde la propia legitimidad del Partido Comunista comienza a ser cuestionada. ¿Autoritarismo fuerte y eficiente? ¡De ninguna manera!

Como indica Fukuyama, todos los regímenes autoritarios se vuelven ineficientes y terminan por cometer gravísimos errores ya que la toma de decisiones está concentrada en pocas personas. En cambio, la democracia liberal se basa en la distribución de poder y el consentimiento de los gobernados, haciendo a este modelo el mejor equipada para sobrevivir las turbulencias sociales, económicas y políticas. 

Y esta fortaleza del liberalismo se demuestra cada año con millones de personas que votan con sus pies, escapando de países pobres y corruptos para buscar una mejor vida. ¿Cuál es su destino? Nunca una de estas supuestas autocracias poderosas como China, Rusia o Irán; sino siempre algún país del Occidente democrático.

Hasta hoy ningún gobierno autoritario ha logrado presentar a una sociedad que sea -en el largo plazo- más atractiva que las democracias liberales. Pero esto no significa que debamos confiarnos. Quizá conozcamos el camino para llegar al Fin de la Historia, pero no olvidemos que siempre es posible retroceder.