El orden internacional rara vez ha sido creado bajo una visión optimista de cooperación y negociación. Más bien, ha sido el miedo y el odio hacia un enemigo común el que ha movilizado a grupos de países a unirse y organizarse.
Texto: Juan Pablo Delgado Cantú
“Te vamos a hacer una cosa terrible, te vamos a privar de un enemigo”.
- Georgi Arbatov
La guerra en Europa parece haber despistado a muchos analistas internacionales. Cuando uno revisa la prensa, se encuentra con una incontable cantidad de sesudas opiniones de cómo Rusia, con su invasión militar, está cambiando las reglas del tablero internacional y creando un nuevo orden geopolítico.
Dejen se los digo de una vez: ¡Olvídense de Rusia! Porque aunque nadie puede negar lo dantesco de las imágenes que salen desde Ucrania, ni tampoco que la actitud de Vladimir Putin es por demás temeraria e irresponsable; si lo que en verdad queremos es conocer el verdadero cambio en el orden global, entonces debemos escapar de las gélidas estepas de Ucrania y viajar unos 6,000 kilómetros hacia el Este.
Porque al hablar del nuevo orden internacional el protagonista de esta historia no es Rusia, sino China; y el cemento sobre el cual se construye este nuevo orden es el miedo ante esta enorme potencia emergente. ¿Rusia? ¡Rusia es un anacronismo! China es hoy el epicentro en torno al cual gira el nuevo orden internacional.
Este es el argumento que detalladamente presenta el académico Michael Beckley, en su genial artículo en Foreign Affairs titulado “The Enemy of my Enemy”. Ahí apunta que el orden internacional rara vez ha sido creado bajo una visión optimista de cooperación y negociación en aras de construir un mejor futuro para la humanidad. Más bien, ha sido “el miedo y el odio” hacia un enemigo común el que ha movilizado a grupos de países a unirse y organizarse. Como indica Beckley, los sistemas de orden internacional más fuertes en la historia moderna -desde Westphalia en el siglo XVII hasta el orden liberal internacional en el XX- “fueron alianzas creadas por las grandes potencias para competir contra sus principales rivales”.
Esto explica en parte la decadencia actual del orden liberal creado por Estados Unidos tras la Segunda Guerra Mundial. De acuerdo con Beckley, Occidente necesitaba de la Unión Soviética para mantener su cohesión y unidad. Después de 1991, cuando su némesis por excelencia dejó de existir, EE.UU. y sus aliados perdieron el rumbo y el orden liberal comenzó a desmoronarse. En este proceso, diversas fuerzas que por décadas fueron reprimidas en favor de mantener un frente unido contra los soviéticos -soberanía, nacionalismo, religión- volvieron con venganza para desestabilizar la idea de la inevitabilidad del liberalismo internacional.
En paralelo, Estados Unidos y sus aliados doblaron su apuesta en el sistema que habían construido y buscaron hacerlo global. Pero los nuevos enemigos que pudieron haberle dado una nueva vida a este orden liberal (la lucha contra el terrorismo, la eliminación de dictaduras…) simplemente no dieron el ancho… ¡Hasta ahora!
Hoy el ascenso de una China cada vez más agresiva y combativa ha puesto en jaque al status quo y por primera vez desde la Guerra Fría, “una masa crítica de países enfrenta una amenaza seria a su seguridad, bienestar y modo de vida”, sentencia Beckley.
Sin embargo, no esperen que el nuevo orden internacional sea una simple repetición del combate ideológico que existió contra el comunismo soviético. La principal diferencia es que la pugna contra la Unión Soviética no era tanto una cuestión de modelos políticos (al final, dictaduras hubo en ambos bandos), sino una batalla por imponer la supremacía de un sistema económico en el mundo.
Con China la situación es distinta. China lleva décadas absorbiendo y emulando el modelo capitalista de Occidente; pero ha tomado elementos de este liberalismo económico para torcerlos y crear su perversa versión autoritaria y mercantilista del capitalismo. Hoy es el orden liberal y la economía globalizada la que alimenta la fuerza de este nuevo enemigo.
Pero hasta aquí llegamos hoy. En mi próxima columna veremos la organización de este nuevo orden internacional, para conocer si Occidente vivirá para contarla. ¡Hasta entonces!