No conformes con haber sido el origen del SARS-CoV-2, hoy China regresa para machacarnos dos problemas enormes: uno muy malo y otro mucho peor.
Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú
Y es que en medio de todo el alboroto mundial, resulta que si descuidamos por un segundito a China nos vuelve a armar un despapaye.
No conformes con haber sido el origen del SARS-CoV-2, hoy los chinos regresan para machacarnos dos problemas enormes: uno muy malo y otro mucho peor. Pero vámonos despacio, porque vamos lejos.
Primero lo muy malo: La última vez que les platiqué de China fue para contarles de una nueva ley de seguridad que el gobierno central en Beijing quería imponer a la provincia de Hong Kong. La lógica del presidente Xi Jinping era sencilla: los hongkoneses disfrutan de una serie de libertades que no existen en el resto del país (prensa, justicia, educación) y esto ya no será tolerado. Así que Xi preparó una ley en lo oscurito, se aprobó en el Parlamento a puerta cerrada y el 1 de julio Hong Kong amaneció con un nuevo régimen legal. El resultado: cualquier protesta contra el gobierno será criminalizada. Incluso si ocurre en Internet. ¡Incluso si ocurre fuera de China! Por lo que este artículo sedicioso me convierte en potencial delincuente frente a los comunistas. ¡Qué bueno!
De acuerdo con The Economist, esto representa “uno de los mayores asaltos a una sociedad liberal desde la Segunda Guerra Mundial”. También podemos dar por muerta la noción de “un país, dos sistemas” que subsistió desde 1997, y el estatus de Hong Kong como centro financiero de Asia. ¡Todo un desastre!
Pero aquí no termina la perversidad de Xi. Veamos una situación más trágica que la anterior.
De acuerdo con una investigación de la Associated Press (AP), el gobierno de China ha iniciado una campaña despiadada y sistemática para reducir el número de nacimientos de los uigures y otras minorías en la provincia de Xinjiang, al oeste del país; buscando eliminar por completo su identidad y estilo de vida que no coincide con los lineamientos del régimen central.
¿A qué me refiero exactamente? A la realización de abortos, esterilizaciones y aplicación forazada de anticonceptivos a millones de mujeres; al cobro de altísimas multas por tener más de dos hijos; al encarcelamiento masivo de millones de ciudadanos por violar las reglas impuestas por el gobierno. No estoy siendo hiperbólico. Expertos consultados por AP consideran a estas medidas un “genocidio demográfico”.
La lógica detrás de esta campaña parece ser la destrucción de la cultura uigur en Xinjiang, ya sea reduciendo el número de nacimientos o encarcelando en masa a la ciudadanía para “reeducarlos” a través de trabajos forzados y/o tortura en cientos de campos de concentración.
De acuerdo con cifras de AP, la tasa de natalidad en dos regiones donde predominantemente habitan uigures se colapsaron en más de un 60% entre 2015 y 2018. En toda la provincia de Xinjiang, el descenso ha sido de 24% tan sólo en el 2019, comparado con 4.2% a nivel nacional. El académico Adrian Zenz indica que “esta caída no tiene precedentes… hay un elemento de crueldad en todo esto”.
Joanne Smith Finley, de la Newcastle University del Reino Unido va un paso más lejos: “Es genocidio, punto final. No es un genocidio inmediato, impactante, de asesinatos masivos, pero sí es un genocidio lento, doloroso y progresivo".
Así las cosas: el régimen de Xi Jinping ha resultado ser no sólo autoritario y represivo, sino el responsable del primer gran genocidio del siglo XXI.
Dato curioso: Xinjiang significa “Nueva Frontera” en mandarín. Resulta perversamente irónico que aquí haya decidido Xi trazar su nueva frontera de terror.
Texto publicado originalmente en Vértigo