¿Realmente podemos hablar de “normalidad” en la era post-Covid? No lo sé, pues todo indica que el mundo de hace apenas unas semanas no estará esperándonos cuando salgamos de casa.
Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú
Para aligerar estos estériles días, empecemos con una frase de nuestro amigo Voltaire: “Todos buscamos la felicidad, sin saber dónde encontrarla, como los borrachos buscan su casa sabiendo que tienen una”.
Así me imagino a millones de personas que deben estar enredadas en espesas telarañas tras mes y medio de encierro. “¿Existirá la felicidad?”, quizás se pregunten en la oscuridad. “Sí…” -responden murmurando- “sólo que está perdida, como esas casas de los borrachos” (y borrachas, no discriminemos).
Pero si la felicidad está extraviada, el futuro también parece estarlo. Nadie puede planear su porvenir en medio de tanta incertidumbre; sin saber cuándo terminará esta pesadilla ni cuándo seremos libres de nuestras propias paredes.
Por fortuna, ya existe algo de claridad frente a estas dudas: la normalidad -dicen los que saben- regresará en un par de meses.
¿Normalidad? ¿Realmente podemos hablar de “normalidad” en la era post-Covid? No lo sé, pues todo indica que el mundo de hace apenas unas semanas no estará esperándonos cuando salgamos de casa.
Primero la economía. En pocas semanas, millones de personas regresarán a las calles para… quedarse en las calles. Jonathan Heath, subgobernador del Banxico, comentó que la tasa de desempleo en México puede superar el 10.7% por la crisis que se avecina. Sumen a esto el cierre de miles de empresas, una estrepitosa recesión económica y que Pemex tendrá que ser regalado a esas personas que piden fierro viejo.
A nivel global, hablé en otra columna sobre el nuevo auge de las fuerzas autoritarias. Dictadorzuelos que utilizan la crisis para promover medidas de represión política y control social. Esto se complementa con la capacidad que tienen los gobiernos para espiarnos a través de nuestros propios celulares (ahora bajo la excusa de monitorear a los enfermos) que pronto podrían ser abusada con intenciones más perversas y Orwellianas.
El proceso de la globalización también se verá afectado, particularmente con la caída del comercio internacional (-32% para finales del año). A esto agreguen la visión de algunos países como EUA que ahora ven al proteccionismo económico, al cierre de fronteras y al fin de la inmigración como respuestas y modelos a seguir.
“¡Pero eso no importa” -dirá algún cándido, “lo importante son los cambios personales que lograremos en la cuarentena”.
Y claro, hoy es común encontrar en las redes sociales a soñadores melosos expresando cómo el encierro los enseñó a valorar a los amigos nuevamente; a meditar su relación con la naturaleza; a repensar su alimentación y su consumismo.
¿Será esta la felicidad extraviada? ¿Una especie de “transformación” humanista? ¡Ni lo crean! Porque si algo difícilmente cambiará será nuestro comportamiento como civilización.
Bien indicó el filósofo Fernando Savater, que a pesar de la actitud moralizante que vemos en muchas personas, al final absolutamente nada cambiará tras la pandemia. “Estaremos encantados cuando esto acabe y simplemente querremos recuperar nuestra vida anterior”.
Porque las epidemias han existido durante milenios y nunca han cambiado nuestra actitud como especie. Tal como sentencia Savater: “los individuos seguían siendo iguales. Y ahora pasará lo mismo. ¡Todos volveremos a ser una panda de individualistas!”
¿Entonces cuál es la moraleja? Pues quizás el error sea creer que hay una lección en esta pandemia. Si acaso, el mundo cambiará pero nosotros seguiremos siendo exactamente iguales.
Y puede ser que ante esta “normalidad” nos podamos librar de esa angustia por el futuro y en una de esas… hasta encontremos un poco de felicidad y consuelo.
Publicado originalmente en Vértigo