El COVID se ha convertido en el opio del pueblo. ¿Acaso olvidamos que existe una mundo más allá del virus. ¿Olvidamos que existen otros temas de igual o mayor importancia? ¿Que hay historias que incluso ofrecen mayor morbo o polémica?
Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú
Seré sincero: ya estoy hasta la fregada del COVID-19. Pude usar otra palabra para describir mi estado de ánimo, pero esta revista tiene que un prestigio que cuidar y jamás publicaría semejante lenguaje.
Seamos serios… ¿No están ustedes en la misma situación? Porque desde que inició esta pandemia, no podemos pasar una hora sin escuchar algo sobre el mentado coronavirus: que si la curva aplanada; que si los respiradores; que si las vacunas; que si la hidroxicloroquina sirve; que si más bien te mata; que si la catástrofe económica; que si el desempleo; que si López Gatell y sus cifras fraudulentas. ¡Basta!
Esta situación es patética y aterradora: todos caímos en una espiral informativa de la cual no podemos escapar. Porque incluso cuando ya no existen actualizaciones relevantes sobre el tema, pedimos migajas cual Oliver Twist: «Por favor, señor, quiero un poco más». Esta trampa afecta también a los medios de comunicación, que ante la insaciable demanda de noticias sobre el COVID, su oferta se volvió también monotemática. Si la audiencia pide coronavirus, le damos su coronavirus.
En resumen, el COVID se ha convertido en el opio del pueblo.
¿Acaso olvidamos que existe una mundo más allá del virus. ¿Olvidamos que existen otros temas de igual o mayor importancia? ¿Que hay historias que incluso ofrecen mayor morbo o polémica?
Hace poco parecía que la fortuna nos ofrecía una tregua. Las redes sociales vibraron ante la posible de muerte del dictador Kim Jong-un. ¡Ah! Pero la fortuna es caprichosa, y el miserable coreano panzón seguía vivo y listo para torturar un día más a los norcoreanos.
De pronto, otros dos eventos con el potencial de sacarnos de nuestro letargo traspasaron el ruido de la pandemia, aunque al final -como todo hoy en día- fueron sepultadas por el virus.
1. Vespa mandarinia. Lo que nos faltaba, la aparición de los Avispones Gigantes Asiáticos, a.k.a “las Avispas Asesinas”. Más allá de que su físico sea una colección de pesadillas, lo peor de su llegada a territorio americano no es su gigantesco aguijón (media pulgada) sino que su única misión es decapitar y comerse a las abejas mieleras. De acuerdo con expertos, unas 20 avispas asiáticas pueden destruir a una colonia de 40,000 abejas en pocas horas. Si no detenemos su invasión podríamos ver el exterminio de nuestras abejas; y si se van ellas, se va la polinización y toda la agricultura. Olviden al COVID-19, ésta sí es una plaga infernal.
2. Bahía de Cochinos Venezolanos. Una historia más sorprendente que los OVNIs de Maussan fue la invasión fallida para derrocar a Nicolás Maduro y terminar con su régimen maníaco. Organizada por una empresa de mercenarios gringos y apoyada por el gobierno de Juan Guaidó, la invasión fue una tragedia de tres pistas. Los soldados no lograron ni desembarcar cuando ya estaban capturados. Al final, Venezuela sigue viviendo una catástrofe económica, política y humanitaria. ¿A alguien le importó? ¡Nah!
El peligro frente a nosotros es que estemos perdiendo perspectiva sobre la realidad por estar profundamente dopados por del COVID. Eventos que afectan nuestro futuro de manera directa hoy nos pasan desapercibidos. ¿Alguien se acuerda que EE.UU. está en plena campaña para sacar a Trump de la Casa Blanca? ¿Alguien puso atención a la cancelación de energías renovables por parte del gobierno federal en México? ¡Para nada!
Como adictos al opio, sólo queremos disfrutar los efectos de la adormidera: si no es COVID, nada nos interesa. Y así se derriten los días, entre el desinterés, la apatía y la indiferencia. Mientras tanto, las avispas asesinas se acercan y Maduro sigue su reino del terror.
¡Dulces sueños!
Publicado originalmente en Vértigo Político