¿Cómo sobrevivirán millones de personas con escasa educación digital al entrar de madrazo al universo digital repleto de juegos, porno, y videos idiotas? ¿Cómo se adaptarán con su escasa preparación a este mundo que ni siquiera nosotros entendemos o controlamos?
Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú
¿Les ha pasado que van tranquilos por la vida cuando de pronto una pieza de información les cambia su visión del mundo? Pues algo así me sucedió hace poco. Iba yo campante leyendo mi dotación diaria de artículos cuando me sale The Economist con este dato: ¡La mitad de la población mundial ya se encuentra conectada a Internet!
¿No les parece sorprendente? Pues entonces ahí les va otro dato igual de fregón: la humanidad tardó 5,000 años en volverse mayoritariamente urbana, pero sólo nos tomó 25 años para que la mitad de la raza esté conectada al Internet.
No los juzgaría si permiten que su imaginación fantasee con utopías. ¡Imaginen el potencial de incluir a la segunda mitad de la población en el infinito proyecto civilizatorio del Internet! ¡Los millones de nuevos comercios que se van a crear! ¡El vasto conocimiento para mejorar incontables vidas! ¡Millones de nuevas historias y cosmovisiones que se compartirán con todo el planeta!
¡Ah, qué muchachos tan cándidos! ¡Como si las cosas fueran tan bonitas! Pero al igual que todo en la vida, las consecuencias de esto son más bien ominosas y turbias. Les explico, pero vamos por partes.
De entrada, The Economist menciona un gran problema: que incluso si surgen miles de nuevas empresas digitales, éstas difícilmente podrán competir contra los enormes conglomerados consolidados (Amazon, Google, Facebook, et. al). El peligro es una expansión agresiva y brutal de estos hegemones, en detrimento de la pluralidad de opciones en el mercado digital.
Segundo problema: la creencia de que el Internet mejorará a la segunda mitad de la humanidad puede ser exagerada. ¿Por qué? Porque probablemente no entrarán al universo digital para profundizar en teorías filosóficas o científicas y harán lo mismo que nosotros en Occidente: buscar porno, socializar en Facebook o ver videos por Youtube. Si les va bien, quizás revisen de vez en cuando la Wikipedia.
¿No me creen? Hagan entonces una búsqueda en Google Trends y verán que en los últimos 12 meses, las palabras más buscados en Google a nivel global son las siguientes: Facebook, Google (¿?), Youtube, Sex y XXX. Pocos conceptos se acercan remotamente a estas búsquedas.
Un peligro mayor al porno son las fake news. Si nosotros en Occidente -dizque con mucha experiencia en Internet- seguimos siendo víctimas fáciles de desinformación y mentiras… ¿Cómo reaccionarán los novatos que ingresan por primera vez a este mundo de espejismos? Nada bueno se presagia: ya hemos visto cómo mensajes de texto enviados por Whatsapp o Facebook han causado oleadas de pánico y violencia contra minorías étnicas en diversos países de Asia; incluido el genocidio en Myanmar.
Y por si fuera poco, numerosos estudios han ligado el uso intensivo de redes sociales con el incremento de ansiedad y depresión en amplios sectores de la población.
Van las preguntas espinosas: ¿Cómo sobrevivirán millones de personas con escasa educación digital al entrar de madrazo al universo digital repleto de juegos, porno, y videos idiotas? ¿Cómo se adaptarán con su escasa preparación a este mundo que ni siquiera nosotros entendemos o controlamos?
Yo no apostaría por un panorama optimista.
Así que en vez de una comuna global viviendo en armonía y compartiendo sabiduría, la segunda mitad de la humanidad probablemente nos dará sólo más pornografía de la India; más videos de gatos de Uganda; fotos de bebés de Paquistán; millones de selfies de peruanos; y fotos de comida uzbekistana.
A los nuevos integrantes del Internet les digo: “Bienvenidos al futuro: ¡Dios los agarre confesados!”