26/5/19

STALIN UPDATE 3.0

 Los chinos no solo han estado ocupados espiando a su gente sino que han direccionado su atención a exportar y compartir su tecnología dictatorial con el resto del mundo.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú
Pues bien, muchachos, tras un tortuoso camino llegamos al tercer acto de esta tragicomedia sociopolítica que bien pudo haberse titulado “Big Brother fue un taquero o de cómo aprendí a despreocuparme y amar a los chinos”.

En dos columnas anteriores les hablé del autoritarismo digital impulsado por China; en concreto sobre el Sistema de Crédito Social (SCS) y la Plataforma de Operaciones Conjuntas Integradas (IJOP, en inglés).

¿Qué aprendimos en el camino? Pues que en ambos casos el gobierno utiliza aplicaciones en los celulares de sus ciudadanos para monitorear sus actividades privadas: el SCS otorga una calificación o nivel de confianza mientras que el IJOP puede llevarte a terminar en las mazmorras de un campo de “reeducación” (léase: concentración).

Ahora entramos al tercer —y quizá más oscuro— acto de esta obra. Porque de acuerdo con un oportuno reportaje de The New York Times (Made in China, exported to the world: the surveillance state) nos enteramos que esos chinos no solo han estado ocupados espiando a su gente sino que han direccionado su atención a exportar y compartir su tecnología dictatorial con el resto del mundo.

El reportaje se centra en Ecuador, donde el gobierno del ex presidente Rafael Correa se fue al lado oscuro siguiendo los cantos de sirena del autoritarismo digital chino. De acuerdo con el reporte durante el mandato de Correa se instalaron cuatro mil 300 cámaras en todo el país para monitorear a sus ciudadanos bajo el argumento de combatir al crimen cotidiano.

Sin embargo la perversidad del sistema ecuatoriano radicaba en que toda la información la compartía con la temida Secretaría Nacional de Inteligencia (Senain), que utilizaba los datos para perseguir a opositores del gobierno y profundizar las tendencias autoritarias de Correa.

Pero aquí no acaba la bronca. Bien indica el NYT que sistemas prácticamente idénticos se instalaron también en Venezuela, Bolivia y Angola (puras fichitas). Otros sistemas similares los compraron 18 países, incluyendo a Zimbabwe, Uzbekistán, Kenia, Alemania y Pakistán. Por si fuera poco se capacitó a cerca de 40 naciones en temas como “direccionamiento de opinión pública”, lo cual —dice el NYT— no es más que un eufemismo de “censura”.

Ahora la pregunta obligada: ¿qué diablos pretende China al propagar este tipo de tecnología por el mundo?

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24/5/19

LA IGLESIA Y SUS PREJUICIOS CONTRA LA ADOPCIÓN HOMOPARENTAL

Ante el extenso y opaco currículum de abuso sexual contra miles de infantes, ¿qué clase de autoridad moral tendría la Iglesia para sermonear sobre este tema?


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

[FROM THE ARCHIVES: Publicado originalmente en agosto 2015]

Siempre he sido muy escéptico cuando una institución tan desprestigiada como la Iglesia Católica quiere opinar sobre derechos humanos. Más sospechoso aún (y mucho más perverso) resulta cuando la Iglesia aconseja sobre los derechos de los niños.

Recientemente, el infame cardenal Norberto Rivera decidió expresar su rechazo al derecho de adopción homoparental –es decir, la que se lleva a cabo por parejas homosexuales–, como respuesta a la decisión de la Suprema Corte de permitir precisamente esto en el estado de Campeche. En un editorial para el semanario Desde la Fe, nuestro ilustradísimo cardenal volvió a mostrar lo más oscuro y retrógrado de la institución que representa: acusa al lobby gay (sic) de querer destruir a las familias mexicanas “normales”, y de buscar imponer “una dictadura ideológica en cuyo trasfondo actúa el mismo maligno”. ¿¡El maligno!? Parecería broma, pero esas fueron sus palabras exactas. No conforme con esto, agrega que la decisión de la Corte vuelve a los niños en simples “objetos”. ¡Mira quién habla!

Sobra decir que nos encontramos frente a un tema que no tendría por qué causar polémica. Las parejas del mismo sexo, al igual que el resto de la sociedad, poseen una serie de derechos humanos enlistados desde el primer artículo de la Constitución, comenzando por la igualdad de todos ante la ley sin importar las preferencias sexuales. Por lo tanto, no existe controversia alguna al hablar de la adopción: si una pareja heterosexual tiene este derecho, una pareja homosexual lo posee también.

Después vienen los miedos citados constantemente por las conciencias moralistas. Aquí se aboga que un niño con padres homosexuales crecerá para convertirse también en un homosexual (¡faltaba más!). Estos argumentos, sobra decirlo, no sólo son completamente absurdos, sino igualmente infundados. No creo tener que explicárselos a ustedes.

Sin embargo, llama la atención la forma tan holgada con el que este tipo de ideas –claramente discriminatorias– se siguen vociferando sin consecuencia alguna. La Iglesia argumenta que su objetivo es tratar el tema de la adopción desde la moralidad, y no la legalidad. ¿Pero cómo calificar una acción de “moral” si despoja los derechos de las personas?


Y recuerden que estamos hablando de LA Iglesia Católica, aquella que persiguió durante siglos a judíos y blasfemos con la Inquisición; suprimió la libertad de las mujeres (nada más el 50% de la población mundial); otorgó su bendición al comercio de esclavos africanos; y detuvo el avance científico por varios siglos. Me queda claro que la moralidad no es precisamente su fuerte.

A esta lista de atropellos habría que agregarle el extenso y opaco currículum de abuso sexual contra miles de infantes, que sigue sucediendo actualmente y por el que sólo se han ofrecido medias disculpas y pocas acciones. ¿Qué clase de autoridad moral tendría la Iglesia para sermonear sobre este tema? Ve tú a saber…

En todo este debate se olvida siempre que la homosexualidad no es solamente una forma de sexo, sino una forma de amor, y sólo por eso debe merecer nuestro respeto. Y en el caso particular de los niños, se ha comprobado numerosas veces que poco importa la preferencia sexual de sus padres; lo fundamental es que exista un ambiente de cariño y respeto en su hogar.

Me queda claro que la Iglesia Católica ha mantenido siempre un interés especial en los niños, quizá demasiado especial. Pero como bien lo dijo en su momento el gran Christopher Hitchens: cualquier día permitiría que un amigo homosexual cuidara a mis hijos; pero si un sacerdote me pidiera lo mismo, no sólo me negaría, sino que llamaría a la policía inmediatamente.

¿A poco no?

12/5/19

STALIN UPDATE 2.0

Es un hecho: comparado con los chinos, el Big brother de Orwell era un taquero.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

Los fieles lectores de El árbol de moras sabrán que mis columnas tienen un claro objetivo: salvar a nuestra civilización de las penumbras. ¡Oh, sí!

Pero como nadie sigue mis consejos el mundo sigue siendo un desastre. De hacerme caso ya habríamos solucionado el cambio climático, vencido al populismo y salvado al planeta de la sobrepoblación. Pero bueno, si quieren vivir en un muladar vivan en un muladar.

Entre los temas planteados (y aún irresueltos) sobresale uno por la amenaza inmediata que representa para las democracias liberales y las libertades individuales. Me refiero al auge de las dictaduras digitales.

Si pusieron atención sabrán de esta inquietante realidad por una columna anterior (Stalin update,en Vértigo No. 921). Ahí les conté sobre el Sistema de Crédito Social (SCS) de China: un algoritmo que monitorea las actividades que realizas en tu celular y otorga una calificación que determina si eres un ciudadano confiable. Un puntaje alto otorga privilegios y uno bajo castigos.

Pero nadie hizo nada y desde la publicación de mi ominosa columna los méndigos chinos han estado muy ocupados ampliando su sistema de represión al interior de su país y exportándolo al resto del planeta.

De acuerdo con un reciente reporte de Human Rights Watch (HRW, China’s algorithms of repression) las autoridades gubernamentales en la provincia de Xinjiang (oeste) han construido una enorme base de datos con la información personal de sus 13 millones de ciudadanos musulmanes: la Plataforma de Operaciones Conjuntas Integradas (IJOP, en inglés).

El IJOP es la última monería sacada de la caja de Pandora de la vigilancia masiva; y si el SCS es apenas un programa piloto en algunas ciudades el nuevo IJOP es una herramienta de represión absoluta y total para una minoría étnica y cultural.

La premisa del IJOP es similar al SCS: requiere que todos los ciudadanos utilicen una aplicación en su celular (ligada a su tarjeta de identificación nacional) que después se usa para monitorearlos y espiarlos: “Alerta a las autoridades cuando una persona cruza ‘cercas’ virtuales al pasar por puntos de control o registrarse en un hotel. Realiza un seguimiento de los teléfonos inteligentes, las tarjetas de identificación nacional y los dispositivos GPS en los vehículos instalados por el gobierno”, explica el periodista Gerry Shih en The Washington Post.

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