16/10/16

IN GOD WE TRUST

Dios parece estar muerto o por lo menos desaparecido de un escenario donde solía ser un rockstar: la campaña presidencial de los Estados Unidos.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú

Seguro que todos conocen la frase de Nietzsche sobre la muerte de Dios. En una de sus obras icónicas, un hombre enloquecido enfrenta a un grupo de personas y sentencia: "Dios está muerto (…) Y nosotros lo hemos matado”.

Interpretaciones varían sobre el significado de esta frase y quizá para muchos -todavía creyentes en un ser superior- todo lo que diga Mr. Nietzsche les sea irrelevante.

Sin embargo, hoy esta frase resulta clave para entender una anomalía: Dios parece estar muerto o por lo menos desaparecido de un escenario donde solía ser un rockstar: la campaña presidencial de los Estados Unidos.

De hecho, su ausencia se siente todavía más pesada sobre el Partido Republicano, por décadas el portavoz de la Derecha Cristiana.

Noah Silvas blog

Esta mezcla entre política y religión no es reciente. Basta recordar que en 1920 fueron los grupos conservadores los que promovieron la prohibición del alcohol. Para 1960 -consecuencia de la liberación sexual- la religión y la moral se colocaron en primer plano de la vida política norteamericana. Más aún en los 70s, cuando la cuestión del aborto (legal tras Roe vs. Wade en 1973) se volvió prioridad para los cristianos. En la era de Reagan, el cristianismo y los Republicanos ya dormían en la misma cama.

Esta estrategia continuó sirviendo en los 90s cuando Bill Clinton estuvo cerca de ser destituido por su dudosa moral. Siguió en el siglo XXI con la creencia de Bush Jr. sobre su “misión divina”, declarando que Dios le había ordenado invadir Irak y Afganistán para llevar la paz al Medio Oriente.

En este tiempo los Republicanos aprendieron que al atizar las pasiones conservadoras podían ganar prácticamente cualquier elección, pues la demografía WASP (White Anglo-Saxon Protestant) les daba una tremenda cantidad de votos.

Hoy la cosa es distinta: Dios parece haber tomado vacaciones o sencillamente aplicó para una jubilación temprana de la política. Porque tanto Clinton como Trump han ignorado magistralmente a lo sacro durante la campaña.

De Clinton se sabe que no le gusta discutir su fe en público. Pero resulta llanamente increíble el apoyo que los cristianos han dado al magnate neoyorquino. Porque Trump no sólo ha mentido, engañado y presumido que no suele pedir perdón a Dios. También promovió por un tiempo el aborto, no cumple con el ideal de “la familia tradicional” y contradice la principal enseñanza sobre sexualidad que tanto pregonan los conservadores (sexo monógamo dentro del matrimonio). Bien menciona el periodista Collin Hansen que si algo define a Trump es su devoción a “la impía trinidad del dinero, el sexo y el poder”.

¿Cómo explicar esto? La respuesta nos llevaría por múltiples senderos de la sociología y la antropología, algo imposible de recorrer en una columna tan breve.

Aún así, yo quiero ofrecer una respuesta: que Dios ha sido derrotado por el capitalismo. Porque el estrés económico que resienten millones de norteamericanos los hace voltear hacia un nuevo Mesías que hará de nuevo grande a su país. Visto de otra manera, el poder del dinero ha sustituido a la fe; y el evangelio de un millonario misógino se volvió más atractivo que el de un judío empobrecido que habla de misericordia.

Así, creo que por fin entendemos de qué va la frase “In God We Trust” en el dinero gringo. Se refiere al único Dios verdadero de los yankees: el billete verde.

Una versión de este texto se publicó originalmente en Vértigo