El pesimismo defensivo involucra tener bajas expectativas de la realidad; imaginar siempre los peores escenarios; pero también considerar y resolver todo lo que pueda salir mal.
Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú
El filósofo Roger Scruton indicó que para las personas optimistas la esperanza suele ser más importante que la verdad. Los optimistas avanzan hacia el futuro con un sentido de propósito –dice él- y evitan opiniones disidentes que puedan arruinarles su ciega ilusión por el porvenir.
Si el optimismo es la mentalidad preferida por la sociedad como argumenta Scruton, el pesimismo suele ser una forma de pensar vapuleada o incluso proscrita por las personas: nadie quiere tener a su alrededor amigos pesimistas que les agüen sus ánimos, mucho menos al inicio de un nuevo año.
Pero es justo ahora cuando debemos abandonar ese optimismo ciego y comportarnos como personas realistas, mucho más cuando hablamos de un hecho indiscutible: que pocos de nosotros vamos a cumplir con nuestros propósitos de año nuevo.
Porque bien lo dijo el comediante John Oliver: los propósitos de año nuevo son el punto medio entre mentirnos a nosotros mismos y mentirle a otras personas. Y si somos honestos, aceptaremos que incluso si iniciamos el año con grandes expectativas, seguramente terminaremos algo decepcionados.
Es por esto que quiero ir en contra del optimismo generalizado que abunda en estas fechas y recomendarles una nueva estrategia para no caer en los desfiladeros de las promesas incumplibles: el pesimismo defensivo.
Jackson Pollock - Autumn Rythm
¿De qué trata esta idea? Pues de acuerdo con Julie Norem, profesora de sicología en el Wellesley College y creadora de este concepto, el pesimismo defensivo es una estrategia que involucra tener bajas expectativas de la realidad e imaginar siempre el peor de los escenarios. Sin embargo, esto no significa que el pesimismo defensivo sea una mentalidad catastrofista, pues cada vez que imaginemos una situación negativa, también debemos considerar de manera vívida y concreta cada una de las cosas que puedan salir mal. Sólo así podremos prepararnos y tomar acciones para prevenir el fracaso.
Les comparto un ejemplo real. Yo estoy pensando en ahorrar una cantidad importante de dinero para viajar a La Habana en los próximos meses. Sin embargo, esto será muy complicado ya que suelo dilapidar mis finanzas en parrandas y alcohol. ¿Voy a dejar de tomar alcohol en este 2016? ¡Faltaba más!
Así que comienzo con bajas expectativas, pero prosigo a realizar una lista de todos los elementos que me ayuden a prevenir el fracaso: podría separar de antemano el dinero exacto para gastar en vino tinto y whisky con soda; evitar llevar mi tarjeta de crédito a las cantinas, o incluso optar por licores más económicos a los que comúnmente consumo. Acepto que tengo poca fuerza de voluntad para dejar el alcohol, pero hago todo lo posible por reducir las consecuencias que este comportamiento tienen en mis finanzas.
Porque nadie podría negar que una mentalidad optimista generalmente nos lleva a sentirnos bien con nosotros mismos. Pero pretender que el nuevo año será uno repleto de éxitos y triunfos es una mentalidad muy cándida, al igual que suponer que nuestra fuerza de voluntad es suficiente para lograr todas las cosas que nos proponemos.
Es por esto que una sana dosis de pesimismo defensivo es la mejor medicina para iniciar el año nuevo: pues así podemos prevenir todos los peligros en el camino y no dirigirnos como esos sonrientes optimistas hacia el barranco del fracaso y el desengaño.
Este texto se publicó originalmente en Vértigo