Observando la manifestación de este entusiasmo político, surgen tres posibilidades: o todos han perdido la razón, o todos son idiotas, o todos están cegados momentáneamente por la excitación electoral.
Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú
Con la transmisión del infame video de Invisible Children titulado “Kony 2012”, se volvió evidente la aparición de un fenómeno social que parece afectar a grandes sectores de la población, pero particularmente a los jóvenes: el entusiasmo.
Concretamente, la idea o implicación que las manifestaciones de entusiasmo colectivo pueden transformar la realidad.
Con "Kony 2012", el entusiasmo se
manifestaba al comprar una caja de productos inútiles que incluía pulseras,
pósters y otras trivialidades. Claro… eso sin duda acabará con los
problemas de Uganda.
En el caso de México, el presente ciclo electoral no ha sido ajeno a estas muestras
de entusiasmo y de frenesí. El enorme número de personas que, sin haber mostrado
antes el mínimo interés por entender las cloacas donde se forja la política
nacional, se desenvuelven ahora como analistas expertos en política, o peor
todavía, como activistas de la democracia mexicana.
Las redes sociales sólo han agravado
el problema. La nueva generación de autoproclamados militantes y
revolucionarios se dedican a vomitar comentarios, en su gran mayoría majaderos y
mal escritos, que no tienen ningún impacto en la realidad. Existen incontables entradas de texto o fotografías
de candidatos donde una horda de bárbaros se abalanza para opinar sobre lo
mentiroso, corrupto o sinvergüenza que es el candidato en cuestión.
Sí… eso sin duda hará “despertar a México”.
Creo que es momento de aceptar que a
nadie le importan los comentarios que se escriben en las redes
sociales. No van a tener efecto sobre la elección y seguramente no cambiarán la
intención de voto de ninguna persona.
Pero esto no es lo importante por el
momento.
Lo interesante de la elección presidencial en México es el nivel de entusiasmo mostrado por un gran número de personas. De
todos esos comentarios ruidosos y estorbosos, surge un
elemento que raya en el surrealismo: el frenesí a favor de los candidatos. Insólito, sí… pero verdad.
Los mexicanos, quienes no tienen mayor
pasión que criticar a su gobierno, ahora no sólo claudican a su intelecto, sino
a su individualismo, y los entregan sin objetar a los candidatos presidenciales.
Observando la manifestación de este entusiasmo
político, surgen tres posibilidades: o todos han perdido la razón, o todos son idiotas, o todos están cegados momentáneamente por la excitación electoral.
Espero que la tercera opción sea la
correcta.
Porque no hay duda que el entusiasmo
multitudinario por los políticos debe de ser una ceguera colectiva. Todo
ciudadano de un país democrático sabe perfectamente que la mayoría de
los políticos, una vez en el poder, van a terminar por hacer lo que ellos decidan
y no lo que prometieron en campaña. La gran mayoría que ahora aplaude a
un candidato, terminan por abuchearlo al término de su mandato. Basta con recordar la elección anterior, y la anterior a esa, y la anterior, etcétera, etcétera...
Surge entonces la pregunta obligada: ¿de dónde
viene este entusiasmo?
En ciertos estratos sociales de pobreza,
la respuesta ya ha sido documentada ampliamente. El entusiasmo es producto de
apoyos materiales y económicos instantáneos: una gorra, una camiseta, comida
chatarra o quizá un billete.
Más interesante aún es que otros sectores
de la población, aquellos que se proclaman ser “informados” y
“educados”, muestran una excitación similar. Lo trágico es que socavan estos títulos
que se confieren al cometer el error humano más repetido en la historia: confiar ciegamente en los políticos.
Esta situación es tan lamentable que se vuelve una mala broma. Una broma que dejó de causar gracia poco tiempo después
que Clístenes reformó el sistema político de Atenas.
Los argumentos en su defensa son siempre
los mismos: “este candidato sí es distinto”, “él sí va a cumplir”, “su programa
político logrará cambiar al país”. ¿Cuántas veces no se han escuchado idénticos argumentos? En verdad les pregunto, ¿qué edad tienen? ¿acaso cinco años?
Una gran ironía se presenta cuando
aquellos que acusan a las televisoras o al régimen de manipular al electorado, hacen entrega total de su espíritu a un candidato mesiánico. Es verdad que si alguien quiere un ejemplo de
manipulación, nunca hay que buscar muy lejos.
La deplorable realidad es que para el presente
ciclo electoral, el sistema político ha obligado a los mexicanos a elegir entre
cuatro zopencos. No hay alternativa a esto y uno de los candidatos será el próximo
presidente.
No obstante, es de maravillarse el nivel
de amnesia que se percibe. No una amnesia hacia el pasado autoritario del
régimen del PRI. Esto es algo más perverso y más severo. Es volver al
recurrente error de creer que el juego ahora no está en nuestra contra, de creer que ahora sí, los candidatos serán honestos, comprometidos y solucionarán nuestros problemas.
El origen de esta creencia: los candidatos así lo han dicho.
El origen de esta creencia: los candidatos así lo han dicho.
Una verdadera tragicomedia…
Pero como la historia humana lo ha
demostrado desde sus orígenes, para todos ellos, así como miembros de una secta, la decepción es inevitable. No obstante, esto será uno de los aspectos más interesantes a analizar durante la elección:
el auge y la caída del idealismo… una vez más, hasta la próxima elección.