21/4/25

LA CORTE DEL REY LOCO

Por más que el rey loco nos pinte panoramas oscuros y alucinantes a diario, la realidad es que durante las últimas tres décadas Estados Unidos ha logrado prosperar de una manera incomparable con otros países del mundo.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú



“Un neurótico construye castillos en el aire, un psicótico los habita y el psicoanalista les cobra alquiler a los dos”.
- Chiste popular


Vamos al grano: ¡Ya me estoy cansando de los moditos de Donald Trump! Porque este señor, en menos de 100 días, ha causado un reverendo desmadre a nivel mundial. El daño hasta el momento es incalculable… pero agárrense, porque todavía nos faltan más de 1,350 días de este congal.

Seamos serios: lo visto en los últimos días es realmente el colmo. Ya no estamos hablando de ocurrencias discursivas o de errores ridículos (como agregar a un periodista a un grupo de Signal donde se discuten planes de guerra). No, no y no… lo que estamos presenciando con el tema de los aranceles es la imagen perfecta de un gobierno incompetente, inepto e ignorante. Es el gobierno de un rey loco rodeado de lambiscones y sicofantes que aplauden cada ocurrencia y cada delirio del monarca enfermo. Es lo que ocurre cuando un gobierno opera a través del caos y el desorden.

Aquí en México vivimos algo similar el sexenio pasado, donde un presidente mesiánico construyó castillos en las nubes y peor aún… ¡después decidió habitarlos! y en el proceso quiso que todo un país se convenciera de la magnífica edificación de estas propiedades imaginarias. Pero el caso de Trump es aún más preocupante. Porque una cosa es destruir a un país mediano como México, y otra muy distinta es tener a un rey delirante al frente del país más poderoso del mundo. Las consecuencias son evidentes: cada una de sus acciones ha causado enormes disrupciones, ya sea en los círculos diplomáticos, en las cadenas comerciales mundiales o en la pérdida de valor empresarial, calculada hasta ahora en billones de dólares.

Lo peor de todo es que nada de esto era necesario. Porque por más que el rey loco nos pinte panoramas oscuros y alucinantes a diario, la realidad es que durante las últimas tres décadas Estados Unidos ha logrado prosperar de una manera incomparable con otros países del mundo.

Como explica Fareed Zakaria en The Washington Post, basta ver que en 2008, la economía de EE.UU. era casi del mismo tamaño que la de la eurozona; ahora, es casi el doble. En 1990, el salario promedio de un gringo era aproximadamente un 20% superior al promedio de otros países industrializados; hoy es un 40% superior. En 1995, un japonés era un 50% más rico que un estadounidense en términos de PIB per cápita; hoy, un gringo es 150% más rico que un japonés. Incluso si comparamos al estado más pobre de la Unión Americana (Misisipi), veremos que tiene un PIB per cápita más alto que el de Gran Bretaña, Francia o Japón.

El problema es que al desmantelar el orden liberal mundial que EE.UU. construyó y protegió durante 80 años, el rey loco está destruyendo la arquitectura que permitió generar estos niveles de prosperidad en su propio país y en muchas otras latitudes del mundo. Una arquitectura que –como les he comentado anteriormente– permitió la mayor creación de riqueza, la mayor disminución de la pobreza, la mayor prosperidad material y el menor número de conflictos en la historia de la humanidad.

Yo sigo sin entender cuál es el juego que Trump persigue; y tomando en cuenta los cambios bruscos que suceden en su administración, también creo imposible hacer cualquier tipo de predicción sobre el rumbo que tomará su gobierno o cual es el destino final. Lo que sí es seguro es que estamos viendo a EE.UU. entrar en una era autocrática, donde –como apuntó Francis Fukuyama en una reciente entrevista– todo cambio en el gobierno ya no pasa por el Congreso sino a través de “una petición al rey”, y en donde “ya estamos en una fase autoritaria, aunque sea a nivel institucional”.

Al final es muy importante recordar una cosa: la próxima vez que alguien les diga que “todos los políticos son iguales”, hagan favor de recordarle que esto es simplemente falso. ¡Siempre hay algunos peores que otros! Y hoy el mundo occidental está siendo liderado por uno de los peores en la historia. 

Faltan todavía más de 1,350 días de esta presidencia. Por ahora, mis queridos gringos: ¡Disfruten lo votado, motherfuckers!

7/4/25

LA GUERRA DE LAS CIVILIZACIONES

Estamos viendo en tiempo real la venganza de Samuel Huntington y la derrota final de Francis Fukuyama.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú



La globalización está muriendo; la Pax Americana se derrumba y la humanidad se adentra en un nuevo mundo desconocido y oscuro. Lo que estamos viviendo hoy es el final del orden internacional que estuvo en vigor por 80 años: una colección de instituciones, acuerdos, alianzas y reglas liberales que permitieron la mayor creación de riqueza, la mayor disminución de la pobreza, la mayor prosperidad material y el menor número de conflictos en la historia de la humanidad.

Si lo piensan un momento, esto no es poca cosa. De hecho, para la mayoría de nosotros, el orden liberal internacional es el único programa que conocemos (con excepción -si acaso- del soviético). Pero hoy Estados Unidos, el gran arquitecto del liberalismo global parece estar agotado o simplemente esquizofrénico. En estos primeros dos meses de la nueva administración de Donald Trump hemos visto tantos cambios en materia geopolítica que se complica nombrarlos todos: abandonar el Acuerdo de París, salir de la OMS, imponer aranceles a sus aliados, reducir el apoyo a Ucrania, amenazar con anexar a Canadá y Groenlandia… y un largo etcétera. 

Pero quizá el más importante ha sido un cambio de mentalidad que apunta al desmantelamiento voluntario del imperio americano que garantizó el orden liberal por ocho décadas. Hoy Trump se dice harto de “subsidiar” a sus aliados y de incurrir en gastos superfluos como la ayuda humanitaria, la promoción de la democracia y el resto del soft power gringo. La dominación por la fuerza y las negociaciones transaccionistas entre potencias es la nueva orden del día.

Lo que estamos presenciando, de acuerdo con el historiador Nils Gilman, es “un momento de reordenamiento en las relaciones internacionales tan significativo como 1989, 1945 o 1919: un acontecimiento generacional”. O como dice en su artículo de Foreign Policy (“Samuel Huntington Is Getting His Revenge”), estamos viendo en tiempo real la venganza de Samuel Huntington y la derrota final de Francis Fukuyama.

Tras la caída del Muro de Berlín y el colapso de la Unión Soviética, la visión que dominó en los altos círculos de los internacionalistas era el proverbial “fin de la historia” que promovía Fukuyama. Armados con esta visión hegeliana, numerosos analistas creyeron en la inevitabilidad de una transición global hacia un modelo marcado por la democracia liberal, los mercados libres y la administración tecnocrática de la política.

Samuel Huntington ofrecía una visión contraria. Para este académico, las antiguas divisiones entre este-oeste y norte-sur también se volverían irrelevantes, pero en vez de llevar al idealismo de una gran integración mundial, la visión realista hungtingtoniana anticipaba un mundo marcado por un conflicto continuo entre distintas “civilizaciones”. 

Como explica el propio Huntington: “La identidad de la civilización será cada vez más importante en el futuro, y el mundo se verá moldeado en gran medida por las interacciones entre siete u ocho grandes civilizaciones. Estas incluyen la occidental, la confuciana, la japonesa, la islámica, la hindú, la eslava-ortodoxa, la latinoamericana y, posiblemente, la africana. Los conflictos más importantes del futuro se producirán en las fracturas culturales que separan a estas civilizaciones.”

Todo parece indicar que, en efecto, estamos transitando hacia el mundo de Huntington. Como explica Gilman “el sueño de un consenso universal a favor de la democracia liberal y un capitalismo global gestionado tecnocráticamente ha muerto, y los enfrentamientos entre civilizaciones están en ascenso casi en todas partes, desde Moscú y Pekín hasta Delhi y Estambul, y ahora en Washington, D.C.”

La pregunta relevante para nosotros es qué papel jugará México en esta guerra de civilizaciones. Y más grave todavía: ¿Estarán siquiera conscientes y entenderán nuestros gobernantes el cisma geopolítico al que se enfrentan? Ante esta última pregunta, yo no guardo grandes expectativas.

24/3/25

LA ESPIRAL FATALISTA DE LOS ULTRAS

¿Está Europa condenada a ser devorada por la ultraderecha? La respuesta, por el momento, parece ser negativa.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú




Ahí les va un dato sorprendente: en los últimos 15 años, la ultraderecha ha pasado de ser una anomalía política a convertirse en la fuerza dominante en Europa. Ya no son los conservadores ni los socialdemócratas los que dominan el discurso público, sino los nacionalistas, populistas y radicales. El último gran terremoto vino en Alemania, donde el partido Alternativa para Alemania (AfD) obtuvo el segundo lugar en las elecciones federales de febrero. Para los que todavía creían que la historia reciente de Alemania los protegería del extremismo, parece ser hora de repensar sus convicciones.

¿Pero cómo fregados llegamos aquí? De acuerdo con The Economist, las razones que explican el auge de la “derecha dura” (hard right) no son sencillas de descifrar. Hay quienes dicen que todo comenzó con la crisis financiera del 2008, pero la evidencia para respaldar esto es bastante mixta: hoy Europa es más rica que nunca y los efectos de esta crisis han quedado superados.

Otro argumento apunta a la migración masiva de África y el Medio Oriente. Pero esta hipótesis también es imperfecta. En Alemania, por ejemplo, el grueso de los votos para Alternativa para Alemania (AfD) provino de regiones con muy poca inmigración, particularmente de la zona oriental del país.

La hipótesis de The Economist es que la nueva realidad política europea debe entenderse como consecuencia de numerosas crisis que han minado gradualmente la confianza de los electores hacia los partidos tradicionales; y que, incluso si Europa es cada vez más rica, persiste una ansiedad por la seguridad económica y la pérdida de estatus social. Esto hace susceptible al electorado a cambios culturales o sociales como la migración, incluso si ésta está ocurriendo muy lejos de sus comunidades.

Ahora viene la pregunta del millón de euros: ¿está Europa condenada a ser devorada por la ultraderecha? La respuesta, por el momento, parece ser negativa. Porque, hasta ahora, los partidos tradicionales han logrado mantener un “muro de fuego” para evitar que los ultras lleguen al poder en la mayoría de los países europeos. Esto significa que incluso con un segundo lugar en las votaciones, los radicales suelen no encontrar aliados para formar una coalición gobernante (ver los casos de Francia, España y Holanda).

Pero hay un factor bastante irónico en esta situación: porque por más impresionantes que sean los avances de los ultras en los últimos años, la base electoral de estos partidos está desapareciendo gradualmente, debido a un círculo vicioso de autodestrucción.

La periodista Amanda Taub explica en The New York Times el caso paradigmático de Alemania y esta “espiral fatalista”. En las elecciones pasadas, la AfD recibió la mayor cantidad de votos en la zona Oriental del país, la cual –todos ustedes saben– es la zona exsoviética que nunca logró integrarse del todo y hoy mantiene un desarrollo inferior a la zona Occidental.

Estos factores económicos han causado que miles de jóvenes profesionistas abandonen esta región para buscar oportunidades económicas en ciudades del oeste. Esto a su vez genera comunidades menos dinámicas, economías locales estancadas y con una población envejecida y en declive. El círculo vicioso continúa, porque esta realidad a su vez genera que los partidos tradicionales inviertan menos atención y recursos en estas zonas relegadas, lo que sirve como gasolina para el discurso de resentimiento que promueven los partidos como AfD.

Esta espiral fatalista se completa con el tema migratorio. Porque son precisamente los partidos de ultraderecha los que rechazan con mayor vehemencia la llegada de migrantes a sus países; el único factor fundamental que podría ayudar a estas comunidades abandonadas a recuperar su dinamismo económico y una vida social más vibrante.

Si quieren una buena noticia, quizá pueda ser que con sus políticas antimigratorias, la ultraderecha está cavando su propia tumba. La tragedia es que en el corto plazo, los partidos ultras están condenando a millones de personas a una vida de estancamiento, declive, resentimiento y frustración. ¿Cómo escapar de esta espiral fatalista? Esa respuesta se las dejo de tarea.

10/3/25

UN DICTADOR CON CUALQUIER OTRO NOMBRE…

La lección aquí es clara: el autoritarismo nunca debe ser visto como un puente hacia la libertad. 


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú



Existen conceptos que utilizamos de manera cotidiana, pero cuyo origen rara vez cuestionamos. Uno de ellos es el “neoautoritarismo”, un término que se ha vuelto común para describir a los regímenes dictatoriales que han surgido en las últimas décadas alrededor del mundo.

Por eso me llamó la atención un artículo del escritor Chang Che en The New Yorker (“The Father of Chinese Authoritarianism Has a Message for America”) que nos explica cómo “neoautoritarismo” es un concepto relativamente nuevo y que -de hecho- puede atribuirse a una persona en particular: Xiao Gongqin, hoy un académico retirado que vive en Shanghái.

La historia detrás de este término es reveladora. Después del desastre económico, político y humanitario provocado por el régimen de Mao Zedong (1949-1976), China necesitaba urgentemente un nuevo rumbo para salir adelante. El desafío consistía en establecer un nuevo sistema político que evitará el mesianismo demencial de Mao, que mantuviera el control político sobre su población, pero que al mismo tiempo permitiera el crecimiento económico. Esto llevó a Deng Xiaoping a iniciar un proceso de apertura y liberalización económica, pero sin acercarse a la apertura democrática de Occidente. 

Fue en este contexto cuando Xiao encontró inspiración en el éxito logrado por los gobiernos autoritarios de Corea del Sur y Singapur, que habían encontrado el delicado balance que ahora buscaba Xiaoping: crecimiento económico sin democracia. De esta manera, acuñó el concepto de “neoautoritarismo” en una conferencia que impartió en la década de 1980, sosteniendo que en momentos de grandes y profundas transformaciones, las sociedades necesitan de un líder fuerte para estabilizar el caos pero sin abrir inmediatamente la puerta a elecciones libres u otros derechos civiles o políticos.

Sin embargo, su planteamiento contenía una premisa clave: Xiao creía que una vez superada una etapa de crisis, el modelo autoritario de China debería comenzar a relajarse gradualmente para transitar hacia una era democrática, precisamente como ocurrió en Corea del Sur y Singapur. 

La historia nos demuestra que esto no ocurrió. En 1989 el gobierno chingo aplastó violentamente las protestas estudiantiles en Tiananmen que demandaban más libertades y desde la llegada de Xi Jinping al poder en 2013, China ha experimentado un regreso al mesianismo, al totalitarismo y a un culto a la personalidad del Gran Líder.

El propio Xiao acepta que existen peligros y contradicciones en su teoría. Aunque sigue creyendo que el autoritarismo puede ser un vehículo hacia la democracia, reconoce los peligros inherentes de depositar tanto poder en un solo individuo. El gran dilema, dice él, es que no hay garantías de que el líder autoritario elegirá el camino correcto o actuará con sabiduría. Y claro, entre la teoría y la práctica hay un largo camino, más cuando se debe tratar con humanos falibles, ignorantes o simplemente corruptos.

Estos errores en la teoría de Xiao han ocurrido también fuera de China. Regímenes “neoautoritarismo” como el de Vladimir Putin comenzaron siguiendo la visión de Xiao antes de descarrilarse. Recordarán que Rusia entró en una época de caos y turbulencia tras el colapso de la Unión Soviética, para después encontrar a un líder autoritario (Vladimir Putin) que logró restablecer el orden. Pero en vez de abrir una ventana hacia la democracia, hoy Rusia es una cleptocracia sin posibilidad de reforma. Algo muy similar podría estar ocurriendo en Estados Unidos con la llegada de Donald Trump.

La lección aquí es clara: el autoritarismo nunca debe ser visto como un puente hacia la libertad. Porque aunque podamos citar un puñado de países dictatoriales que lograron transitar hacia una democracia, el autoritarismo generalmente representa un camino que, una vez recorrido, rara vez permite dar marcha atrás.

Así que para todos los que buscan a un “hombre fuerte” que les solucione las broncas de su país, sólo queda recordarles: mucho cuidado con lo que desean.

24/2/25

EL CAMINO HACIA LA ETERNIDAD

La Historia no está escrita de antemano, que no tiene un destino preestablecido y que tampoco se encuentra atrapada en un círculo eterno.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú




Una de las grandes tragedias de la historia reciente de México fue caer en la trampa de la “política de la inevitabilidad”. Este concepto, desarrollado por el historiador Timothy Snyder en su libro "El camino hacia la no libertad", describe la manera en que a finales del siglo XX, diversas democracias occidentales adoptaron la creencia de que la historia seguía una trayectoria “inevitable” hacia una mayor democratización y expansión de los mercados. Si están familiarizados con la tesis del “fin de la historia” de Fukuyama, comprenderán a lo que se refiere Snyder.

En México, esta concepción errónea de la historia surgió tras la elección del año 2000. Con el fin de la hegemonía priista, se impuso una narrativa optimista: el país había entrado en una senda inevitable hacia la libertad y la democracia plenas. Sin embargo, como advierte Snyder, la política de la inevitabilidad requiere olvidar la historia y minimizar los problemas reales del presente. Si las leyes del progreso son inalterables y el futuro está garantizado, entonces no hay nada que debamos o podamos hacer.

Esta mentalidad lleva a tratar cada problema como un episodio menor dentro de la ruta hacia el progreso. Si hay pobreza, el mercado la corregirá con el tiempo; si hay descontento social o violencia, las instituciones democráticas las solucionarán por sí solas. La consecuencia de esta creencia es que “nadie es responsable, porque todos sabemos que los detalles se resolverán de la mejor manera posible”. Pero la historia nos demuestra que nada es inevitable, que los problemas no se solucionan espontáneamente y que el mercado no puede reemplazar a la política.

Cuando los problemas se acumulan y, en particular, cuando la movilidad social se detiene, la política de la inevitabilidad da paso a la “política de la eternidad”. Esta también es una visión distorsionada de la historia, pero con una diferencia clave: mientras la inevitabilidad promete un futuro mejor, la eternidad encierra a una nación en un ciclo de victimismo perpetuo. Como explica Snyder, “ya no existe una línea que se proyecta hacia el futuro, sino un círculo donde las amenazas del pasado regresan una y otra vez”.

Para que la política de la eternidad se instaure, primero debe bloquearse la movilidad social. Esto genera una sociedad incapaz de imaginar un futuro viable y allana el camino para la aparición de una oligarquía liderada por un caudillo que se presenta como el único salvador del país. Así sucedió en Rusia con la llegada de Vladimir Putin y es un fenómeno que también se observa en Estados Unidos con Donald Trump. 

En ambos casos, la política de la eternidad no promete un porvenir mejor, sino un regreso a un (falso) pasado glorioso e idealizado. En su afán por consolidar el poder, el Gran Líder destruye a las instituciones y establece un vínculo directo y sagrado entre el líder y el pueblo. El ejercicio del gobierno se convierte en un espectáculo basado en ficciones, mitos y crisis fabricadas, que sólo el Líder -naturalmente- puede solucionar. Al final, la política deja de ser vista como algo que “se hace” y se transforma en algo que simplemente “es”.

México cayó en la trampa de la inevitabilidad y hoy parece dirigirse hacia la trampa de la eternidad. Tal vez ya sea tarde para revertir el proceso, pero Snyder nos ofrece un consejo crucial: recuperar la historia. Porque recordar cómo ocurrió la desintegración democrática puede servirnos como manual para reparar lo que finalmente nos quede.

Al final, es importante recordar que la Historia no está escrita de antemano, que no tiene un destino preestablecido y que tampoco se encuentra atrapada en un círculo eterno. Cambiar nuestra historia depende de la voluntad, la acción y la responsabilidad de los ciudadanos. Porque la verdadera tragedia no es caer en la política de la eternidad, sino resignarnos a ella. 

Si queremos evitar que el país quede atrapado en un ciclo de victimismo, es momento de asumir la historia como un acto de construcción colectiva y no como una narrativa impuesta desde el poder.

10/2/25

EL CAMINO A TEHERÁN (VÍA DAMASCO)

Garantizar el éxito de Siria es la pieza clave para derrotar de una vez por todas a una de las teocracias más anacrónicas, oscurantistas y desestabilizadoras del mundo.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú



Si ustedes son fieles seguidores de este espacio, sabrán que hace dos o tres columnas les hablé de la importancia que tienen los primeros 25 años de cada siglo y cómo los eventos que ocurren en ese periodo de tiempo (por lo menos desde el siglo XIX) han marcado la pauta durante las décadas subsecuentes.

Cuando tocó el momento de hablar del siglo XXI, les comenté cómo los cismas en el escenario geopolítico (la entrada de China a la OMC y los ataques terroristas del 11 de septiembre) tuvieron consecuencias que trastocaron a todo el mundo y que seguro serán los que definirán los siguientes 75 años de historia. Mismo caso con las dos tecnologías que han transformado a la humanidad durante las pasadas dos décadas y media: los algoritmos de las redes sociales y la inteligencia artificial. 

Pero por falta de espacio tuve que omitir otra tendencia que me parece también de suma importancia: la transformación política e ideológica del Medio Oriente. Más allá de la invasión de Estados Unidos a Irak que logró destronar a una de las autocracias más sangrientas, la región entera ha visto una serie de cambios en los últimos 25 años que –de continuar– podrían dejarla irreconocible en las próximas décadas.

Estos cambios podrían resumirse en un abandono de las ideas panárabes y antiisraelíes que dominaron prácticamente la segunda mitad del siglo pasado y que mantenían a la región fuera de la globalización y en oposición hacia Estados Unidos. En cambio, hoy vemos a naciones como Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y Qatar enfocados en la ultramodernización económica (más no todavía política) de sus países y colocándose muchas veces en la vanguardia tecnológica. De igual manera, se ha visto una búsqueda para normalizar relaciones con Israel (que inició con los Acuerdos de Abraham promovidos por Trump en 2020) que podría dar carpetazos a uno de los episodios más turbulentos de las últimas décadas.

En toda esta evolución regional sobresale de manera negativa la mal llamada “República” islámica de Irán. Un país que no sólo se ha mantenido al margen de estos cambios sino que ha buscado cualquier oportunidad para arruinar cualquier progreso regional. Más allá de seguir promoviendo una ideología islamista anacrónica y fanática, desde su creación en 1979 se ha dedicado a ser un agente del caos, patrocinando a grupos terroristas y milicias más allá de sus fronteras y causando toda clase de inestabilidad internacional.

Es por esto que los eventos ocurridos el año pasado podrían ser los que definan el futuro inmediato del Medio Oriente. No sólo Israel logró desmantelar a dos de los aliados más importantes de Irán (Hamas en la Franja de Gaza y Hezbolá en el Líbano), sino que concluimos el 2024 con la caída de otra dictadura afiliada al “Eje de Resistencia” de los ayatollahs iraníes. Todo esto –aunque en particular el impresionante colapso del régimen de Bashar al-Assad en Siria– ha dejado prácticamente sin aliados regionales a la teocracia de Irán, aislada políticamente y bajo asedio económico por parte de Estados Unidos y el resto de Occidente.

Ante esto, el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca representa la oportunidad perfecta para poner el último clavo al ataúd a la dictadura islámica. Sé que el señor trae otras prioridades (por ejemplo, traer como piñata a México), pero es fundamental que se aproveche el momento histórico que se presenta: apoyar la supervivencia del nuevo gobierno en Damasco para que funcione como contrapeso regional, que se acelere la normalización de relaciones con Israel con sus vecinos y que se siga presionando políticamente y económicamente al régimen en Teherán.

Hoy Siria enfrenta inmensos retos y es posible que vuelva a desintegrarse en una guerra civil entre las diversas facciones militantes. Pero garantizar su éxito es la pieza clave para derrotar de una vez por todas a una de las teocracias más anacrónicas, oscurantistas y desestabilizadoras del mundo.

La historia nos ha demostrado que hacer predicciones sobre el Medio Oriente es un deporte de altísimo riesgo. Pero la oportunidad para ver a una región transformada es única y podría crear a un Medio Oriente prácticamente irreconocible de cómo inició el siglo XXI. ¡O claro… Irán podría conseguir armas nucleares y entonces ya valió madres todo!

27/1/25

EL NACIONALISMO ANTE EL ESPEJO DE TRUMP

Una cosa es que Trump sea un mafioso y un hijo de la chingada, y otra muy distinta es que mienta al señalar nuestra omisión en los asuntos básicos de seguridad y orden en nuestro país.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú



Para cuando lean esta columna, es posible que el flamígero discurso con el que Donald Trump arrancó su segundo mandato parezca un mal sueño causado por una fiebre tropical. Sin embargo, de lo que estoy completamente seguro es que durante el momento de escribir este texto (lunes 20 de enero) y el momento en que este ejemplar de Vértigo llegue a sus manos, el discurso predominante en nuestro México será uno cargado de patrioterismo masiosarista y de una exaltada defensa de la dignidad y soberanía de nuestra inmaculada Madre Patria.

Y es aquí donde rápidamente entramos en problemas. Porque, por más que nos incomoden el tonito o el modito del presidente Trump, la realidad es que su postura no debería de extrañarnos en lo más mínimo; ya que su discurso apunta a verdades que van más allá del racismo y la xenofobia (que -concedido- algo tiene el señor de ambas cosas).

Porque si queremos realmente hablar de nacionalismo mexicano y de enredarnos en la bandera como si fuéramos Juan Escutia, ese sentimiento debería surgir todos los días al ver el mugrero de país que tenemos… mugrero que hoy Donald Trump quiere que nos hagamos responsables (bajo amenaza de garrote) porque afecta directamente a su propia nación.

Es evidente que somos expertos en desempolvar nuestro nacionalismo cuando “los pinches gringos” nos amenazan. Pero este mismo sentimiento debería surgir todos los días al observar cómo nuestras autoridades renuncian a cumplir con su deber más elemental: proteger y garantizar la seguridad de los ciudadanos, tanto de su vida, como en su propiedad y libertad. 

Pero no sentimos esa indignación nacionalista cuando vemos al crimen organizado asesinar a 70 personas todos los días, o cuando extorsiona a cientos de empresarios mexicanos. Tampoco cuando somos testigos de las ruinas en que se ha convertido nuestra infraestructura pública, o cuando vemos cómo nuestros impuestos se pierden en dádivas o proyectos de dudosa viabilidad. 

Ese fervor patriótico tampoco apareció cuando desmantelaron el sistema de salud, ni cuando ideologizaron la educación pública. Mucho menos cuando los diputados se adjudicaron la “supremacía constitucional” para blindar judicialmente cualquier ocurrencia –o pendejada– aprobada en el Congreso.

Así que no nos hagamos tontos: si hoy queremos montar la bandera del patriotismo, no debe ser porque un líder mesiánico (y claramente desequilibrado) nos habló con desprecio y nos amenazó en su discurso inaugural. Debemos hacerlo para comenzar –de una vez por todas– a limpiar el muladar en que vivimos y rescatar a este país, que lleva décadas hundiéndose cada vez más.

Ahora bien, tampoco sugiero que debamos celebrar la llegada de Trump. Estoy seguro de que este señor causará un daño monumental al sistema liberal internacional; erosionará las alianzas que han garantizado estabilidad y paz en buena parte del mundo; encarnará lo peor del proteccionismo y el etnonacionalismo que hoy azotan a muchas naciones; y será una calamidad para millones de personas, tanto dentro como fuera de los Estados Unidos.

Pero una cosa es que Trump sea un mafioso y un hijo de la chingada, y otra muy distinta es que mienta al señalar nuestra omisión en los asuntos básicos de seguridad y orden en nuestro país.

A nadie le gusta que un vecino lo insulte y lo trate con desdén. Pero el problema más grave es que nosotros mismos nos insultamos y nos faltamos al respeto cuando no exigimos a nuestro gobierno resultados y rendición de cuentas para salir del caos en el que estamos inmersos.

Eso sí que es nacionalismo y no meras trumpadas.

13/1/25

EL CUARTO CRECIENTE: 25 AÑOS DEL SIGLO XXI

Cumplimos 25 años de disrupciones que marcarán la pauta para los próximos 75 años de este siglo (si es que logramos sobrevivir)


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú



Pues bueno muchachos… ¡bienvenidos al 2025 y felicidades por sobrevivir al primer cuarto del siglo! Y antes de que rezonguen, sí… yo sé que hablar de “un cuarto de siglo” es un hito totalmente arbitrario. Pero somos sapiens… y a los humanos nos gustan este tipo de cosas y se chingó.

Dicho lo anterior, tampoco quisiera ponerme cabalístico ni numerólogo con ustedes (¡faltaba más!), pero sí creo que debemos tomarnos un minuto para analizar la importancia que han tenido estos primeros 25 años recorridos. Porque algo cierto es que por lo menos en los últimos dos siglos, estos primeros 25 años han sido los que han marcado la pauta de su época. 

¿No me creen? Vayamos entonces al primer cuarto del siglo XIX. Si vemos el panorama Latinoamericano, tenemos a todos los territorios del Imperio Español conspirando para separarse de la Metrópoli. Para 1825, prácticamente todos habían logrado su independencia, llevando a la región entera a una espiral de caos que tardó muchas décadas en terminar (y que en algunos casos sigue irresuelta).

Por su parte, Estados Unidos pasaría de ser un pequeño territorio independiente a iniciar su expansión hacia el oeste con la Compra de Louisiana (1803); evento que culminaría después con su merienda de la mitad del territorio mexicano y con la imposición de la Doctrina Monroe en todo el continente, transformando hasta hoy el escenario geopolítico latinoamericano.

Del otro lado del Atlántico vemos a una Europa todavía en efervescencia por la Revolución Francesa y a punto de iniciar las guerras napoleónicas (1803-1815) que cambiarían radicalmente la composición económica, política y diplomática del continente durante los próximos 100 años.

Cruzando de siglo, vemos que el siglo XX nos ofrece también una situación igual de transformadora. En los primeros 25 años tuvimos la Revolución Mexicana (1910) que cambiaría el perfil ideológico, cultural y político de nuestro país con consecuencias hasta la actualidad. En Europa explotaría la primera gran guerra con repercusiones mundiales (1914-1918), y la primera gran pandemia con alcance global (1918-1920). Vimos la Revolución Bolchevique devorar a la dinastía Romanov (1917) y crear un imperio comunista con una de las ideologías más nefastas y sangrientas de la historia; y en Italia veríamos el ascenso de Benito Mussolini y el fascismo (1922), que abriría las puertas a otro de los episodios más sangrientos en la historia.

Ahora bien: ¿Algo de trascendencia similar ocurrió en el primer cuarto del siglo XXI? ¡Por supuesto! En México iniciamos el nuevo siglo con la transición democrática que implosionó apenas 18 años después con el regreso de un partido hegemónico.

A nivel internacional, el primer gran cisma ocurrió en 2001 con los ataques terroristas del 11 de septiembre en Nueva York y Washington DC que transformarían la visión liberal de Estados Unidos en algo más oscuro, paranoico y violento. A finales del 2001 también vimos el ingreso oficial de China a la OMC, pavimentando su camino para ascender como superpotencia comercial y creando las condiciones para una nueva Guerra Fría que dominará el escenario internacional por los próximos 75 años.

Pero quizá los eventos más importantes han sido el desarrollo de dos tecnologías: los algoritmos que dominan a las redes sociales y la inteligencia artificial. La primera ha transformado por completo las relaciones humanas, llevando a la polarización social y la ubicuidad de las noticias falsas, teorías de conspiración y otros contenidos tóxicos. De la inteligencia artificial aún no conocemos sus últimas consecuencias, pero viendo el avance logrado en tan pocos años, podemos esperar un terremoto cultural, laboral, político y económico de dimensiones nunca antes vistas.
 
Ahí lo tienen: 25 años de disrupciones que continuarán marcando la pauta para los próximos 75 años que le restan a este siglo (si es que logramos sobrevivir). Por lo pronto, yo los invito a que sigan reflexionando sobre el camino recorrido hasta ahora. Porque como diría Alex Lora: “Recordar es vivir, y todos queremos vivir más”. ¡Salud, raza!

16/12/24

CINCO LUCES EN EL ABISMO (EDICIÓN 2024)

¡No hay tregua, muchachos! Y siguiendo la tradición en esta columna, vuelvo a decirles: si ustedes están leyendo estas líneas es porque lograron sobrevivir al 2024.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú



¡No hay tregua, muchachos! Y siguiendo la tradición en esta columna, vuelvo a decirles: si ustedes están leyendo estas líneas es porque lograron sobrevivir al 2024. ¡Y madres! ¡Qué pinche año nos recetaron los dioses!

En México no sólo vivimos un final ciclónico de sexenio. También nos recetaron unas campañas presidenciales aburridísimas donde Claudia Sheinbaum pulverizó a Xochitl Gálvez y al resto de la oposición política. De ahí vino la fiebre reformista, donde los legisladores del oficialismo hicieron y deshicieron la constitución a su antojo, llevándose entre las patas a muchas de nuestras libertades.

A nivel internacional, el panorama fue aún más oscuro. En el Medio Oriente, el conflicto en Gaza continuó causando un enorme nivel de muerte y miseria. Luego la guerra también se esparció a Líbano. Por su parte, Sudán está viviendo una crisis humanitaria prácticamente ignorada por el mundo, donde cerca de 26 millones de personas –la mitad de la población–  se encuentran en necesidad alimentaria y donde está ocurriendo el mayor desplazamiento forzado en el mundo.

También nos enteramos que este año fue el más caluroso en los registros y que la temperatura promedio global del planeta superó los 1.5° Celsius, cifra que marca el punto de no retorno para evitar las peores consecuencias del cambio climático. Y obviamente, el último clavo al ataúd del 2024 vino con la victoria de Donald Trump, que en enero volverá con venganza para transformar radicalmente la geopolítica global, el comercio mundial y la relación trilateral de Norteamérica.

¡Pero calma! ¡Que no todo está perdido! Porque entre tanta turbulencia y caos, también la humanidad logró dar pasos hacia un mejor futuro. Así que sin más rodeos, veamos cinco avances que ocurrieron durante el 2024, con la peregrina esperanza de que nos regresen –aunque sea un poco– algo de confianza en la especie humana.

1. XENOTRASPLANTES: El 2024 será recordado como el año donde por primera vez se lograron trasplantes exitosos de órganos de cerdos a humanos. En Boston y Nueva York varias personas recibieron riñones de cerdo genéticamente modificados con resultados prometedores; y en China, un hígado de cerdo fue trasplantado a un paciente clínicamente muerto, funcionando durante 10 días. Falta más investigación para que estos procedimientos sean viables en el largo plazo. ¡Pero ahí vamos, raza!

2. DETECCIÓN DEL ALZHEIMER: Científicos suecos desarrollaron un análisis de sangre que es capaz de identificar el Alzheimer en adultos mayores con un 90% de precisión, lo que facilitará diagnósticos en cualquier clínica de atención primaria y permitirá que existan tratamientos tempranos para millones de personas. ¿La mala? Falta que la FDA de Estados Unidos apruebe este proceso. ¡A ver si el siguiente año!

3. GUERRA CIVIL EN SIRIA: De manera completamente inesperada, la guerra en Siria llegó a un final vertiginoso a inicios de diciembre. Con esto se termina el régimen sangriento de la familia Al-Assad que aterrorizó a la población siria durante medio siglo. Sólo queda esperar que los rebeldes que llegan al poder no salgan peor que la dictadura derrocada. ¡A cruzar los dedos!

4. PALILLOS CHINOS: El 13 de octubre, la empresa SpaceX de Elon Musk realizó una de las proezas más impactantes en los últimos años: recuperar el gigantesco cohete Super Heavy de la nave Starship con un sistema de “palillos chinos”. Con este tremendo éxito, la humanidad se encuentra cada vez más cerca de volver a la Luna y posteriormente de llegar a Marte. ¡Agárrense!

5. ¿HAY VIDA EN JÚPITER?: Un día después de la proeza de Elon Musk, la NASA lanzó su misión Clipper para estudiar a Europa (una de las lunas galileanas de Júpiter) y ver si existen las condiciones de vida extraterrestre en los grandes océanos cubiertos por el hielo. Nomás no se emocionen todavía… porque la nave espacial llegará a Europa ¡hasta abril del 2030!

¿Se sienten un poco mejor habiendo leído esto? ¡Yo espero que sí! Por lo pronto, descansen, recuperen energías y recarguen buenas vibras con sus familias y seres queridos. Porque si de algo estoy seguro es que el próximo año viene no rudo… ¡sino rudísimo! ¡Salud y felices fiestas!

2/12/24

EL ÉXODO NORTEAMERICANO

¿Pero quién en su sano juicio va a querer contratar a un criminal convicto en nuestro país? ¡Pues claro: el narco!


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú



¡Sobre aviso no hay engaño! Ya les decía en mi columna pasada que Donald Trump iniciará su segunda temporada en la Casa Blanca con un poder pocas veces visto en la historia reciente de Estados Unidos: el control del Congreso, del Senado, de la Presidencia, de la Suprema Corte y con un mandato popular inmenso por haber obtenido la mayoría de votos. Esta poderosa “quintufecta” (¿así se dice?) le permitirá ejecutar cualquiera de sus amenazas y promesas prácticamente sin controles o contrapesos. Así cuando habla de la deportación masiva de migrantes: ¿Por qué deberíamos dudar de sus intenciones?

Obviamente los principales afectados serán los millones de individuos que verán sus sueños y planes en EE.UU. destruidos por una política claramente racista y vengativa. En segundo lugar vendrán las familias y comunidades latinas, con miles de niños que perderán a sus padres, matrimonios que serán separados, empleadores que verán desaparecer su mano de obra, y otras tantas consecuencias nefastas. 

Pero en tercer lugar venimos nosotros. Porque como bien indica Mary Beth Sheridan en el Washington Post, cerca de la mitad de los 11 millones de personas que viven sin papeles en el Imperio Yanqui son mexicanos; y uno podría suponer que ellos serán los primeros en ser atacados por la administración Trump, ya que deportarlos será más “sencillo” y barato que a los migrantes que llegaron de países que no comparten frontera.

Y yo no sé qué opinen ustedes, pero aquí en México “el horno no está para bollos”, y recibir a millones de paisanos en nuestro país -del cual salieron precisamente por la violencia o por falta de empleos- simplemente no puede acabar bien. 

Porque basta imaginar el siguiente escenario: cientos de miles de paisanos sin empleo y sin lazos comunitarios llegando a las zonas fronterizas o al aeropuerto de la Ciudad de México justo cuando la economía de México se está desacelerando y cuando las cifras de homicidios se encuentran en un punto álgido

A esto hay que sumarle la inevitable caída en las remesas que provocará este éxodo. En caso de que no recuerden, las remesas representan la segunda fuente de dólares en el país (cerca de 60 mil millones de dólares), cifra que supera a la Inversión Extranjera Directa y al turismo. Cortar este flujo monetario afectará principalmente a los mexicanos más pobres que dependen de estas divisas, y causará un enorme golpe al consumo y a la expansión económica en nuestro país.

¿Quién es el único que saldrá beneficiado de todo este congal? Obviamente el crimen organizado, quien tendrá ahora a un ejército de personas sin empleo y sin contactos sociales para reclutar a sus filas, para extorsionarlos o secuestrarlos. Porque Trump ha dicho que su prioridad será deportar a los migrantes que hayan cometido crímenes, algo que en teoría parece lógico. ¿Pero quién en su sano juicio va a querer contratar a un criminal convicto en nuestro país? ¡Pues claro: el narco!

Al plantear este escenario no pretendo ser catastrofista. Las piezas ya están en movimiento del otro lado de la frontera, donde en las últimas semanas, Trump ha comenzado a delinear sus planes para ejecutar su plan siniestro desde el primer día de volver al poder. No sólo ha elegido a dos radicales para encargarse de los migrantes (Tom Homan como “zar fronterizo” y  Stephen Miller como vicejefe del gabinete); también ha dicho que declarará un estado de “emergencia nacional” para utilizar al ejército y preparar campos de concentración.

¿Y nosotros? Pues aquí en México seguimos durmiendo el sueño de los justos. Porque no he visto ningún tipo de preparativos para este éxodo norteamericano que podría transformar radicalmente la vida nacional y desestabilizar al país por generaciones. Ya hemos visto que las ciudades fronterizas no tienen la infraestructura adecuada, ni el personal, ni el dinero para integrar a nuestros paisanos de vuelta a la sociedad. 

Esta es nuestra realidad inmediata: se aproxima el caos y una crisis humanitaria sin precedentes. ¡Y sobre aviso no hay engaño, raza!

18/11/24

EL MUNDO SE PINTA DE NARANJA

Un presidente gangsteril operará a partir del 2025. Y la pregunta qué ha consumido ríos de tinta es: ¿Qué fregados hará con tanto poder?


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú


¡Pues así las pinches cosas! Donald Trump no sólo ganó, sino que masacró a los Demócratas y arrasó en las elecciones, ganando no sólo el voto popular y la presidencia, sino también el control del Congreso y el Senado. 

Así, el Calígula del Norte ostentará un poder nunca antes visto en el Imperio Yanqui. Porque a todo lo anterior hay que sumarle una mayoría conservadora en la Suprema Corte, la cual recientemente falló a favor de una política de “inmunidad presidencial”, colocando a Trump por encima de la ley, y tentativamente permitiendo que pueda hacer cualquier cosa (incluso cometer crímenes) siempre y cuando sea considerado un “acto oficial” de la presidencia.

Éste es el escenario en el cuál un presidente gangsteril operará a partir del 2025. Y la pregunta qué ha consumido ríos de tinta es: ¿Qué fregados hará con tanto poder?

De su siniestra política interior sabemos mucho: Trump quiere deportar a millones de inmigrantes; ha centrado su plan económico en torno a aranceles; y ha amenazado con perseguir a sus enemigos políticos de manera extrajudicial. ¿Hará todo eso? Pues la frase que resonó en su discurso de victoria fue “promesas hechas, promesas cumplidas”. Así que agárrense.

Todo lo anterior repercutirá en México y el mundo. Así que lo ideal ahora es intentar descifrar los impactos de su política en el planeta. Sin más preámbulos, veamos qué han dicho algunas de las voces más sesudas al respecto.

EL MUNDO EN GENERAL: De acuerdo con los editores de World Politics Review, en términos geopolíticos, vamos a ver la continuación del retroceso de la globalización. Viviremos en un mundo más nacionalista, con más controles de migración e inmerso en una competencia geopolítica contra el “eje autocrático” (China, Irán y Corea del Norte). Rusia se cuece aparte, porque Trump ha mostrado una cercanía con Vladimir Putin. Ah claro, y olvídense del combate al cambio climático, tema hacia el cual Trump ha mostrado un claro escepticismo.

MÉXICO: Aquí la cosa es muy obvia. De acuerdo con Fareed Zakaria, Trump se enfocará en detener la inmigración en la frontera y en combatir el tráfico de fentanilo. El proteccionismo económico (o los aranceles) desacelerará la reubicación de empresas en México; y claro… tendremos que encargarnos de los millones de migrantes deportados, porque seguramente terminarán en nuestro país.

AMÉRICA LATINA: The Economist predice que América Latina “enfrentará un crecimiento económico más lento, una inflación más alta, costos de endeudamiento más elevados y relaciones exteriores más complicadas con China”. ¿Quién sale ganando? Javier Milei de Argentina, que ya se reunió con Trump.

EUROPA: El principal problema es -obviamente- la guerra en Ucrania. Ya sabemos que Trump tiene una perversa afinidad con Putin, y es probable que intente solucionar el conflicto en términos favorables para Rusia (incluyendo ceder territorio ucraniano). Steven Erlanger, corresponsal en jefe de The New York Times en Europa sentencia: Hay mucha ansiedad porque Trump es completamente impredecible. 

ASIA: Similar a Europa, en Asia hay una prioridad para Trump: la Guerra Fría con China. Seguramente seguirá su política de “desacoplamiento” económico, comenzando por imponer aranceles del 60% a todos los productos chinos. El ganador inesperado es la India, que podría ver nuevas oportunidades comerciales con EE.UU.

ÁFRICA: Aquí hay unanimidad: a Trump no le interesa el continente africano. Pero como dice Nosmot Gbadamosi en Foreign Policy, podemos suponer que si Trump interviene, va a priorizar soluciones militares por encima de la asistencia humanitaria.

MEDIO ORIENTE: Para todos los que se quejaban de la guerra en Gaza, la realidad es que se va a poner peor. David E. Rosenberg explica en Foreign Policy que Trump quiere terminar de manera rápida y contundente este conflicto, y dará todo su apoyo a Israel para lograrlo. El mayor peligro de esto sería empoderar demasiado a Israel que lo lleve a atacar las instalaciones nucleares de Irán.

Pues ahí lo tienen: un presidente gangsteril, mitómano y con poder absoluto a cargo del país más poderoso en la historia. “A disfrutar lo votado” méndigos gringos.

4/11/24

V DE VENGANZA

A estas alturas del juego, ningún votante puede fingir ignorancia: todos saben perfectamente quién es y qué representa Trump.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú



Cuando necesiten una buena dosis de polémica, siempre pueden confiar en Francis Fukuyama. En su más reciente comentario en Foreign Affairs, el analista político propone una hipótesis: a pesar de que la democracia ha retrocedido por casi dos décadas, el 2024 ha sido un buen año para este sistema político a nivel mundial.

Si no se acuerdan, el 2024 fue llamado “el año de la democracia”, ya que en más de 100 países, incluidos ocho de las 10 naciones más pobladas, hubo o habrá elecciones para cambiar a sus gobernantes. En total, más de la mitad de la población global -unas 4,000 millones- tendrían la posibilidad de votar.

Fukuyama reconoce que no todo ha sido color de rosa: en algunos lugares, políticos autoritarios salieron victoriosos. Pero basta ver lo ocurrido en Taiwán, Finlandia, Sudáfrica, India, Mongolia, el Parlamento Europeo y muchos otros lugares para ver que hay esperanza para los defensores del liberalismo democrático.

Fukuyama concluye diciendo que la lección en todo esto “es que la victoria de políticos populistas o autoritarios no es inevitable”. La regresión democrática puede detenerse y resistirse y que incluso en estos “tiempos desalentadores”, los ciudadanos tienen el poder de elegir un mejor futuro. ¡Hasta aquí todo bien y bonito! 

Pero inmediatamente nos encontramos con un problema que descarrila toda nuestro optimismo en la humanidad: la elección en Estados Unidos; que debido a su peso económico y geopolítico importa más que todas las otras elecciones juntas. ¿Y cuál es el pronóstico a pocos días de los comicios? Obviamente el más aterrador: Trump seguramente saldrá victorioso.

Esto en sí mismo ya es una catástrofe suficiente, pero me temo que las consecuencias para el futuro serán aún peores. Porque el hecho de que Trump tenga siquiera una posibilidad de ganar habla de un nihilismo tóxico que se ha apoderado de la sociedad estadounidense, el cual no creo que desaparecerá en el corto plazo.

Por años el electorado ha visto que Trump es un mitómano, megalómano e ignorante: no les ha importado. Por meses se ha comprobado que la economía gringa está pasando por uno de sus mejores momentos en la historia (“la envidia del mundo”, dijo The Economist): vale madres. Se ha dicho que los aranceles de Trump perjudicarán a los más pobres: la gente adora esta estrategia. Se sabe que su retórica es similar a la utilizada por Hitler y Mussolini (llamando “parásitos” a sus enemigos): no es relevante. Él mismo ha dicho que quiere utilizar al Poder Judicial para perseguir a sus opositores y usar al Ejército para reprimir a sus enemigos: nobody fucking cares!

Es obvio que a estas alturas del juego, ningún votante puede fingir ignorancia: todos saben perfectamente quién es y qué representa Trump. Pero quizás es debido a esto –y no a pesar de esto– que millones de electores votarán por él.

Porque como explica Tom Nichols en The Atlantic, para millones de personas esta elección es un simple acto de “venganza social”. Son millones los que celebran que Trump sea aterrador, que diariamente cruce los límites de la decencia, y que amenace con violencia a sus opositores. Son millones los que voluntariamente decidieron creer y consumir diariamente la dieta tóxica de injurias, resentimiento social e inseguridades que promovió Trump y que ahora estalla como una pasión anárquica que busca castigar, humillar y hundir en la miseria a todos aquellos que han sido señalados como culpables de causar estos agravios (la mayoría agravios imaginarios).

Kamala Harris no puede competir contra esto. Ella podrá proponer todas las políticas sensatas que gusten y hablar de virtudes republicanas, pero al final este tipo de discurso no es competitivo por una sencilla razón: a gran parte del electorado ya nada de esto le importa, ya sea por ese profundo resentimiento social o por el simple placer de ver al mundo arder.

Todo esto nos lleva a una conclusión terrible: a lo que EE.UU se enfrenta no es a una elección, sino a una pugna fratricida. O dicho de otra manera, el 5 de noviembre no será un proceso democrático: será una vendetta contra la decencia, la integridad y la razón. Espero estar equivocado.

21/10/24

¿AHORA SÍ EXTRAÑAN AL IMPERIO?

Ahora que conmemoramos los cuatro años de la salida del Imperio Yanqui de Kabul vale la pena revisar cómo va el Paraíso Islámico en Afganistán.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú


Ya van varias veces en mi vida que la gente me ha acusado de ser un “maldito gringofílico”. Ya sea porque soy regiomontano; porque mis vacaciones de la infancia las pasaba mayoritariamente en la Isla del Padre; o quizás porque siempre he sostenido que por más que nos quejemos del Imperio Yanqui, éste representa el mejor (o menos peor) de los actores que podrían aspirar a la hegemonía internacional y el mejor (o menos peor) defensor el orden internacional y el liberalismo democrático.

Una de las ocasiones cuando se me confrontó con mayor vehemencia con este adjetivo fue hace aproximadamente tres años, cuando el ejército de Estados Unidos tuvo su salida desordenada y deshonrosa de Afganistán. En ese entonces todos hablaban del fracaso que había representado la invasión y ocupación estadounidense; cómo  se habían perdido miles de vidas y desperdiciado miles de millones de dólares. 

Yo argumenté en ese momento que este enfoque era equivocado. Que el fracaso de la ocupación era una tragedia y que el regreso del Talibán sería una calamidad para la población entera, especialmente para las mujeres. Un año después, en el 2022 (ver “¡Afganistán ya Valiomadristán” en Vértigo #1109) describí de manera muy poética la realidad que enfrentaban los afganos a un año de tener a sus nuevos patrones talibanes: la situación estaba “¡de la chingada!”.

Ahora que conmemoramos los cuatro años de la salida del Imperio Yanqui de Kabul (el pasado 30 de agosto) vale la pena revisar cómo va el Paraíso Islámico libre de imperialismo al que muchos dieron la bienvenida. ¿Y qué dice el verdecito? Que si las cosas estaban de la chingada, ¡ahora están de la recontrachingada!

Porque desde el primer día era evidente que estos pelados no habían cambiado sus viejas mañas. Inmediatamente después de tomar el poder, este grupo de fanáticos religiosos misóginos y oscurantistas volvieron a imponer restricciones contra las mujeres afganas: prohibirles estudiar más allá del sexto grado; prohibirles trabajar; imponer la burka que cubre por completo su cuerpo; y prohibirles salir a la calle sin acompañantes hombres.

Pero cuando se trata con extremistas y retrógrados las cosas sólo pueden empeorar. Y el pasado 23 de agosto, el gobierno talibán recrudeció sus esfuerzos por hacer más miserable la vida de las mujeres. 

Con la publicación formal (ahora con consecuencias penales) de un paquete de leyes “sobre el vicio y la virtud”, estos terroristas del género ahora obligan a las mujeres a cubrirse el rostro en todo momento para evitar “causar tentación”; se les prohíbe mirar a hombres que no sean sus familiares; se les prohíbe usar ropa ajustada, maquillaje o perfumes; y de manera más orwelliana, el Talibán también proscribió el sonido de voces femeninas en público, por lo que ahora nadie con un cromosoma XX podrá cantar, recitar o hablar en voz alta incluso desde el interior de su casa.

Pero en un giro inesperado (y bastante irónico), los Talibanes también han comenzado a restringir la comodidad de los hombres que –hasta ahora– habían disfrutado una relativa comodidad en sus vidas diarias. Porque dentro de las leyes publicadas en agosto, a los hombres también se les prohíbe andar rasurados (la barba debe medir mínimo un puño de largo); utilizar ropa occidental (adiós mezclilla o tennis); portar un corte de cabello “no islámico” (o sea, pelo corto); y mirar a cualquier mujer que no sea su esposa o familiar. Si cometen adulterio, también podrían ser condenadas a muerte como las mujeres (¡equidad de género!). Todo esto vigilado por la muy honrada y distinguida “policía de la moralidad”. Oh sí… ¡el karma es una perra, compadres!

Así que felicidades a todos los que celebraron la derrota del imperialismo yanqui en Afganistán, que por lo menos había impulsado la profesionalización, la educación y la igualdad de las mujeres. Ahora les corresponde a ustedes defender a un gobierno intolerante, dogmático, sectario e inflexible que seguramente seguirá por años imponiendo un literal “apartheid de género”.

¿O qué?… ¿No me digan que ya empezaron a extrañar al Imperio?

7/10/24

TERROR CELULAR

Hoy nos encontramos inmersos en un nuevo “pánico moral”, similar a lo que ha ocurrido con los videojuegos, el porno o las películas violentas.


Texto por: Juan Pablo Delgado Cantú



Hoy nos encontramos inmersos en un nuevo “pánico moral”, similar a lo que ha ocurrido con los videojuegos, el porno o las películas violentas. ¿El gran villano moderno? Las redes sociales y sus perversos algoritmos que están destruyendo las frágiles mentes de la juventud; arrastrándola a una vida de inestabilidad y miseria.

El psicólogo social Jonathan Haidt es uno de los principales promotores de esta hipótesis. En su libro “The Anxious Generation”, argumenta que el auge de los smartphones y el uso excesivo de redes sociales está literalmente “recableando” el cerebro de los chamacos y esto se ha traducido en altos niveles de depresión, ansiedad y suicidios.

A simple vista, su argumento suena plausible. Estoy seguro que todos ustedes han sido susceptibles a los riesgos de las redes sociales; donde uno puede perderse por horas viendo videos estúpidos que nos hacen perder el tiempo (en el mejor de los casos) o que nos generan toda clase de inseguridades al comparar nuestros cuerpos o estilos de vida con los de personas que ni siquiera conocemos. Y si esto nos pasa a nosotros que somos adultos inteligentes… ¿Qué no causará a los morros estúpidos?

Pero el tema se complica cuando uno se adentra en los datos duros. Como explica David Wallace-Wells en The New York Times, un aspecto que muchos ignoran es que justo cuando Facebook, Instagram y otros estaban cambiando sus algoritmos para hacerlos más adictivos, el gobierno de EE.UU. también estaba reformando la manera en la que atendía y medía las enfermedades psicológicas. 

Por ejemplo, en 2011 -justo con el auge masivo de las redes sociales- el Departamento de Salud de EE.UU. recomendó por primera vez que los adolescentes se hicieran pruebas anuales de depresión y exigió que los seguros las cubrieran; esto hizo que los casos de depresión aumentaran. En 2015, los hospitales comenzaron a clasificar de manera distinta las heridas autoinfligidas de las accidentales, lo que terminó por duplicar los registros de autolesiones en todos los grupos demográficos. Un aumento similar también ocurrió cuando se actualizó la clasificación de “ideación suicida”.

Ahora bien, las tasas de suicidio entre los jóvenes estadounidenses sí han estado aumentado en la última década, pero esta es una tendencia que se ha visto en casi todas las demografías. Y como indica Wallace-Wells, cuando uno revisa las estadísticas de otros países desarrollados, las tasas de suicidio adolescente han permanecido estables o incluso han disminuido. ¡Y eso que todos usan las mismas redes sociales!

¡Bueno!, dirán ustedes, ¡pero no todo es autolesión o suicidio! De acuerdo… y como argumenta Haidt, las tasas de depresión y ansiedad sí han aumentado entre los adolescentes alrededor del mundo.

Pero aquí nos enfrentamos a otro problema, porque resulta muy difícil separar los aumentos en las tasas de enfermedades psicológicas con la creciente conciencia y desestigmatización que existe hacia la salud mental en el mundo desarrollado. O dicho de otra manera, entre más atención le pongamos a una enfermedad, más casos vamos a encontrar de esa enfermedad.

Al final nos encontramos en un pantano de datos y estadísticas, donde la imagen que surge depende de cómo se mida un fenómeno. Todo esto nos impide tener una conclusión clara o llegar a un veredicto final. 

Pero entonces… ¿Esto significa que los morros están a salvo? ¡Definitivamente no! Estoy seguro que los chamacos de hoy enfrentan toda clase de presiones, inseguridades y miedos que nosotros (los adultos) ni siquiera comprendemos; y yo jamás pagaría por regresar a ser un adolescente en este momento del siglo XXI. 

¿Pero qué debemos hacer? Creo que la respuesta es muy sencilla: ¡Hay que dejar de joder y atosigar a los adolescentes! Porque les aseguro que estar medicándolos con pastillas y sobreprotegiéndolos sólo va a empeorar sus vidas y su situación psicológica. 

Y bueno… si van a prohibir los celulares en las escuelas (como ya ocurre en varios estados de EE.UU.), a mí me parece muy bien: queda claro que los niños están demasiado distraídos y no están aprendiendo una chingada.